La cultura no se desarrolla en el vacío. Su vitalidad depende de marcos institucionales, políticas públicas y formas de gestión que garanticen el acceso, la diversidad y la sostenibilidad.
En el contexto de la Agenda 2030, hablar de gobernanza cultural significa reflexionar sobre cómo los Estados, las instituciones, las comunidades y los propios ciudadanos participan en la definición de las políticas culturales. Se trata de un terreno donde se cruzan la democracia, los derechos humanos, la economía creativa y la cohesión social.
En las últimas décadas, el concepto de bienes comunes culturales ha emergido como alternativa a las visiones que reducen la cultura a mercancía o a patrimonio exclusivo del Estado. Los bienes comunes culturales son aquellos recursos, materiales e inmateriales, que las comunidades reconocen como propios y que se gestionan colectivamente en beneficio de todos.
Este artículo explora la evolución de la gobernanza cultural, los modelos existentes y el papel decisivo de la participación ciudadana en la gestión de la cultura como bien común.
De la política cultural a la gobernanza cultural
Históricamente, las políticas culturales han estado dominadas por modelos centralizados, orientados a conservar el patrimonio y promover las artes desde ministerios y grandes instituciones. Ese enfoque ha tenido logros, pero ha dejado fuera a muchas expresiones locales y comunitarias.
Hoy la cultura se entiende en sentido amplio, abarcando tanto las bellas artes como las prácticas cotidianas, la diversidad cultural y las industrias creativas y la ciudadanía exige participar activamente en la definición de políticas culturales, no solo recibir servicios.. La gobernanza cultural abarca un ecosistema del que forman parte el Estado y los gobiernos locales; la sociedad civil organizada; las comunidades culturales y artísticas; la academia; el sector privado; y, la ciudadanía como actor activo.
Este pluralismo abre la posibilidad de pensar la cultura como bien común, cuya gestión requiere corresponsabilidad y participación.
Bienes comunes culturales: una categoría en expansión
Los bienes comunes culturales se caracterizan por tres rasgos:
- Acceso compartido: no son exclusivos de individuos ni corporaciones, sino de la colectividad.
- Gestión comunitaria: requieren mecanismos de participación directa para su uso y preservación.
- Valor simbólico y democrático: no se agotan en el consumo, sino que generan identidad, cohesión y ciudadanía.
Ejemplos de bienes comunes culturales son los archivos digitales de acceso abierto; los espacios culturales autogestionados o los paisajes y prácticas culturales comunitarias.
Al tratarlos como bienes comunes, se reconoce que la cultura pertenece a todos y que su gobernanza debe ser participativa y equitativa.
Principios de una buena gobernanza cultural
Para que la gobernanza cultural sea efectiva y sostenible, debe basarse en varios principios:
- Transparencia. Las políticas culturales deben formularse con criterios claros, accesibles y sujetos a rendición de cuentas.
- Participación. Los ciudadanos, artistas y comunidades deben participar en la toma de decisiones, no solo en la ejecución de proyectos.
- Diversidad. La gobernanza debe garantizar la pluralidad de expresiones culturales, evitando concentrar recursos en élites o instituciones centrales.
- Equidad territorial. La política cultural debe llegar tanto a grandes ciudades como a comunidades rurales y periféricas.
- Sostenibilidad. Las decisiones deben alinearse con los principios de desarrollo sostenible, integrando las dimensiones económica, social, ambiental y cultural.
Modelos de gobernanza cultural
Existen distintos enfoques de gobernanza cultural, que pueden combinarse:
- Modelo centralizado: el Estado diseña y ejecuta la política cultural de manera jerárquica. Fue común en Europa y América Latina en el siglo XX, con logros en la institucionalización cultural, pero con riesgo de burocratización y exclusión.
- Modelo descentralizado: los gobiernos locales tienen un papel destacado en la gestión cultural, más cercana a las comunidades. Ejemplo: programas municipales de bibliotecas, festivales o centros culturales.
- Modelo participativo o comunitario: las comunidades y colectivos ciudadanos definen y gestionan proyectos culturales. Ejemplo: centros culturales autogestionados, presupuestos participativos para cultura.
- Modelo mixto o de cogobernanza: busca articular Estado, sociedad civil y sector privado en la planificación y gestión cultural. Este enfoque gana terreno en el marco de la sostenibilidad.
El desafío es pasar de políticas verticales a cogobernanzas horizontales, donde la voz de la ciudadanía tenga un papel real en la toma de decisiones.
Participación ciudadana en la cultura
La participación ciudadana es clave para una gobernanza cultural democrática. No se trata solo de consultar a los ciudadanos, sino de generar mecanismos reales de incidencia.
Algunos ejemplos:
- Presupuestos participativos culturales en ciudades como Porto Alegre (Brasil) o París, donde la ciudadanía decide qué proyectos culturales financiar.
- Consejos de cultura en varios países latinoamericanos, integrados por representantes de distintos sectores culturales para asesorar y supervisar las políticas.
- Espacios autogestionados por colectivos comunitarios que se convierten en nodos culturales alternativos.
La participación refuerza la legitimidad de las políticas y fomenta el sentido de pertenencia de las comunidades.
Cultura, política y poder
La gobernanza cultural también es un campo de tensiones. La cultura puede ser usada para:
- Reforzar narrativas nacionales o identidades homogéneas, invisibilizando diversidades internas.
- Instrumentalizar políticamente las artes y los patrimonios, seleccionando qué expresiones se valoran y cuáles se marginan.
- Consolidar desigualdades, cuando los recursos se concentran en instituciones centrales y se descuida la cultura local o comunitaria.
Por eso, democratizar la gobernanza cultural es un imperativo: evitar que la cultura sea un privilegio o un instrumento de control, y reconocerla como un derecho ciudadano.
Retos contemporáneos de la gobernanza cultural
Entre los desafíos más urgentes destacan:
- Desigualdad territorial y social: muchas comunidades carecen de acceso a infraestructuras culturales básicas.
- Precariedad del sector cultural: la gobernanza debe abordar las condiciones laborales y de seguridad social de artistas y trabajadores culturales.
- Diversidad cultural: garantizar la inclusión de minorías, pueblos indígenas, migrantes y comunidades marginadas.
- Digitalización: aprovechar las tecnologías para democratizar el acceso, evitando que profundicen la brecha digital.
- Crisis globales: conflictos bélicos, migraciones y la crisis climática impactan directamente en el patrimonio y las políticas culturales.
Gobernanza cultural y ODS
El fortalecimiento de la gobernanza cultural se conecta directamente con la Agenda 2030:
- ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles): promover acceso equitativo a infraestructuras y servicios culturales.
- ODS 16 (Instituciones sólidas): garantizar transparencia, participación y diversidad en la política cultural.
- ODS 10 (Reducción de desigualdades): integrar a comunidades marginadas en las decisiones culturales.
- ODS 8 (Trabajo decente): mejorar condiciones laborales en el sector cultural.
Conclusión
La gobernanza cultural es el marco que hace posible que la cultura florezca como derecho, recurso y motor de sostenibilidad. Dejar la política cultural en manos de unos pocos ya no es suficiente: se necesitan modelos participativos, transparentes y sostenibles que reconozcan la diversidad y garanticen el acceso de todos a la vida cultural.
De cara al 2030, el gran desafío es consolidar una cogobernanza cultural en la que instituciones públicas, sector privado, comunidades y ciudadanía trabajen juntos para garantizar que la cultura sea, efectivamente, un bien común y un derecho universal.
Preguntas para el debate
- ¿Qué significa tratar la cultura como un bien común y qué implicaciones tiene para su gestión?
- ¿Qué ventajas y riesgos presentan los modelos de cogobernanza cultural frente a los sistemas centralizados?
- ¿Cómo garantizar que la participación ciudadana en cultura no sea simbólica, sino real y vinculante?
- ¿Qué papel pueden desempeñar los presupuestos participativos en la democratización de la cultura?
- ¿Cómo articular instituciones públicas, sector privado y comunidades en la gestión sostenible de los bienes culturales?