Llegamos al final de este recorrido por los desafíos de la ciencia y la innovación en el horizonte de la Agenda 2030. A lo largo de once artículos hemos analizado desde el valor de la investigación básica hasta la necesidad de alfabetización científica, desde la precariedad de la carrera investigadora hasta la ciencia ciudadana, pasando por el debate sobre ética, innovación abierta o retorno social de la inversión pública. El objetivo ha sido trazar un mapa crítico de los retos y oportunidades que enfrenta Europa, y España en particular, en su esfuerzo por situar la ciencia en el centro de un modelo de desarrollo sostenible.
Este artículo final busca sintetizar las principales ideas y destacar propuestas para avanzar en un futuro en el que la ciencia y la innovación estén verdaderamente al servicio del bien común.
Ciencia como bien común
Un eje transversal de todos los debates es la concepción de la ciencia como bien común. La investigación no puede entenderse únicamente como una mercancía, ni quedar en manos de intereses privados o coyunturales. Invertir en ciencia significa invertir en capacidades colectivas para afrontar desafíos compartidos: desde la salud hasta la transición energética.
Las propuestas derivadas de esta visión incluyen:
- Reforzar la ciencia abierta, asegurando que los resultados de la investigación financiada públicamente sean accesibles para todos.
- Introducir cláusulas sociales en la transferencia tecnológica, de modo que los beneficios lleguen de manera equitativa a la ciudadanía.
- Promover la participación activa de la sociedad en la definición de prioridades de investigación, a través de consultas públicas, foros ciudadanos y proyectos de ciencia ciudadana.
Invertir en lo invisible, apostar por el futuro
Uno de los puntos insistentes ha sido la importancia de la investigación básica. Aunque sus frutos no se vean a corto plazo, constituye la semilla de los grandes avances tecnológicos y médicos del futuro. Renunciar a ella por razones cortoplacistas es hipotecar el porvenir.
En este sentido, España y Europa necesitan:
- Asegurar una financiación estable y creciente para proyectos de ciencia fundamental.
- Reconocer y valorar en los sistemas de evaluación la investigación de frontera, aunque no genere patentes inmediatas.
- Integrar la investigación básica en una estrategia de país que trascienda los ciclos políticos.
Ética y límites: ciencia con conciencia
Otro eje clave es la reflexión sobre los límites éticos de la ciencia. La edición genética, la inteligencia artificial o la geoingeniería plantean dilemas que no pueden resolverse solo en laboratorios o parlamentos. La ciudadanía debe participar en estas decisiones, porque afectan a valores colectivos y a la definición misma de lo humano.
Las propuestas incluyen:
- Introducir formación ética en todas las etapas de la carrera investigadora.
- Crear espacios de deliberación ciudadana sobre tecnologías sensibles.
- Reforzar los comités de ética independientes, dotándolos de recursos y legitimidad social.
Carrera investigadora: cuidar al talento
No habrá ciencia de calidad sin personas que la hagan posible. Hoy, en España, la precariedad de la carrera investigadora es uno de los principales lastres. Garantizar un itinerario digno es condición para retener talento y atraer vocaciones.
Propuestas prioritarias:
- Itinerarios profesionales claros, con plazos razonables para acceder a la estabilidad.
- Programas sólidos de retorno para investigadores españoles en el extranjero.
- Políticas activas de igualdad de género y conciliación.
- Reformar la evaluación para que valore también docencia, divulgación e impacto social.
La agenda de la innovación: orientar, no solo competir
La innovación no puede limitarse a mejorar la competitividad económica; debe orientarse a misiones sociales y ambientales. La propuesta de Mariana Mazzucato sobre la economía orientada a misiones apunta un camino inspirador.
Europa ha empezado a caminar en esa dirección con Horizonte Europa, pero aún queda pendiente reforzar la participación ciudadana en la definición de prioridades y evitar la captura corporativa de los fondos.
En España, el reto es diseñar una estrategia nacional de innovación que sea coherente, sostenida y no dependa únicamente de fondos europeos coyunturales.
I+D: cerrar la brecha
La comparativa europea es clara: España invierte muy por debajo de la media comunitaria. Este déficit crónico limita nuestra capacidad para generar un modelo productivo sólido y sostenible. La solución pasa por un pacto de Estado por la ciencia que blinde la financiación más allá de los vaivenes políticos.
Sin un compromiso sostenido, las reformas legales o los programas puntuales se quedarán en buenas intenciones.
Cultura científica y ciudadanía crítica
Sin ciudadanos formados y críticos, la ciencia corre el riesgo de convertirse en un ámbito ajeno o de ser manipulada por la desinformación. De ahí la importancia de la alfabetización científica, desde la escuela hasta la formación continua.
Las propuestas incluyen:
- Reforzar la enseñanza del método científico en la educación obligatoria.
- Multiplicar la presencia de la ciencia en los medios de comunicación, con rigor y atractivo.
- Apoyar a divulgadores y proyectos de ciencia ciudadana como herramientas para acercar la investigación a la vida cotidiana.
Retorno social de la ciencia
La legitimidad de la inversión pública en I+D depende de que la ciudadanía perciba un retorno claro. Para ello, es necesario:
- Establecer modelos de transferencia con cláusulas sociales, que aseguren accesibilidad a medicamentos, tecnologías verdes u otros bienes esenciales.
- Fomentar consorcios público-privados que compartan riesgos y beneficios de forma justa.
- Asegurar mecanismos de evaluación del impacto social de la ciencia, más allá de métricas académicas o económicas.
Síntesis: hacia 2030
Si sintetizamos las principales ideas del dossier, podemos destacar cinco grandes ejes de acción:
- Invertir en ciencia como apuesta de futuro, reforzando tanto la investigación básica como la aplicada.
- Garantizar la ética y la responsabilidad social, integrando valores democráticos en todas las fases de la investigación.
- Cuidar a los investigadores, ofreciendo estabilidad, reconocimiento y condiciones de igualdad.
- Democratizar el conocimiento, con ciencia abierta, alfabetización científica y participación ciudadana.
- Asegurar el retorno social de la inversión pública, evitando la apropiación privada de los beneficios comunes.
Estos ejes conforman una hoja de ruta hacia una ciencia e innovación alineadas con la Agenda 2030: sostenibles, inclusivas y democráticas.
Conclusión: ciencia para un futuro compartido
La ciencia no resolverá por sí sola los problemas del siglo XXI, pero sin ciencia será imposible resolverlos. La clave está en orientarla con inteligencia, ética y visión colectiva. La Europa y la España de 2030 se juegan mucho en este terreno: no solo su competitividad económica, sino también su capacidad para garantizar una vida digna dentro de los límites del planeta.
El conocimiento es poder, pero también es responsabilidad. Hacer de la ciencia un bien común, abierto y participativo, es uno de los mayores desafíos (y oportunidades) de nuestra época.
Preguntas para el debate
- ¿Cómo garantizar que la ciencia en España y Europa se convierta en una prioridad sostenida más allá de los ciclos electorales?
- ¿Qué mecanismos pueden asegurar que la innovación sirva a misiones sociales y ambientales, y no solo a la competitividad económica?
- ¿Cómo podemos reforzar la participación ciudadana en la definición de prioridades científicas y tecnológicas?
- ¿Qué reformas estructurales son imprescindibles para evitar la fuga de cerebros y consolidar una carrera investigadora digna?
- ¿De qué manera la ciencia abierta y la ciencia ciudadana pueden fortalecer la democracia en el horizonte de 2030?