Cultura y alfabetización científica

La ciencia no es solo un conjunto de conocimientos especializados; es también una forma de pensar y de relacionarse con el mundo. En sociedades democráticas, donde las decisiones colectivas afectan a la salud, al medio ambiente o a la economía, la alfabetización científica se convierte en una condición esencial para la ciudadanía.

No basta con que existan científicos en laboratorios o políticas públicas basadas en evidencia: necesitamos que el conjunto de la población comprenda, al menos en lo fundamental, cómo funciona la ciencia, cuáles son sus logros y sus limitaciones, y cómo puede servir al bien común. En otras palabras, la cultura científica es tan importante para la democracia como la cultura política o jurídica.

¿Qué entendemos por alfabetización científica?

El término “alfabetización científica” no significa que todos debamos ser expertos en física cuántica o biología molecular. Se trata de un nivel básico de competencias que permita a cualquier ciudadano:

  • Comprender los principios fundamentales de la ciencia.
  • Interpretar información científica presente en los medios.
  • Evaluar la fiabilidad de distintas fuentes.
  • Participar en debates públicos con criterio informado.
  • Aplicar conocimientos científicos en decisiones cotidianas (desde la salud hasta el consumo).

En definitiva, es la capacidad de relacionarse críticamente con el conocimiento científico en un mundo en el que la ciencia impregna cada aspecto de la vida.

El déficit cultural en España y Europa

Aunque Europa cuenta con sistemas educativos avanzados, diversos estudios muestran un déficit de cultura científica en la población general. En España, encuestas de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) revelan que, aunque la ciudadanía valora muy positivamente la ciencia, sus niveles de comprensión son limitados.

Por ejemplo, todavía hay un porcentaje significativo de personas que cree en afirmaciones pseudocientíficas, como la eficacia de terapias sin base empírica. Al mismo tiempo, muchos ciudadanos reconocen sentirse “desconectados” de la investigación y consideran la ciencia como un ámbito ajeno.

Esta brecha entre valoración positiva y comprensión limitada genera vulnerabilidad frente a la desinformación, como se ha visto con los bulos sobre vacunas o sobre el cambio climático.

Educación científica: mucho más que memorizar datos

Uno de los problemas de fondo está en cómo se enseña la ciencia en las escuelas y universidades. A menudo se reduce a memorizar fórmulas o definiciones, en lugar de transmitir el método científico y la capacidad de pensar críticamente.

En muchos países europeos se han implementado enfoques más prácticos: laboratorios escolares, proyectos de investigación en equipo, resolución de problemas reales. En España, aunque hay experiencias innovadoras, todavía predomina un modelo excesivamente teórico.

El reto no es solo mejorar la enseñanza en etapas iniciales, sino también fomentar la formación continua: en una sociedad en cambio constante, la cultura científica debe actualizarse a lo largo de la vida.

Los medios de comunicación y la divulgación

Otro espacio clave para la alfabetización científica son los medios de comunicación. La forma en que se presentan las noticias científicas influye decisivamente en la percepción social. Sin embargo, muchas veces la información se transmite con titulares sensacionalistas, sin contexto ni explicaciones claras de incertidumbres y limitaciones.

En España, aunque existen excelentes divulgadores y programas especializados, la ciencia sigue teniendo poco espacio en comparación con la política o el deporte. Esto contrasta con países como Reino Unido o Alemania, donde la cultura científica ocupa un lugar más visible en el debate público.

Las redes sociales, por su parte, ofrecen oportunidades y riesgos. Permiten a científicos y divulgadores llegar directamente a millones de personas, pero también son un canal de difusión masiva de bulos. Aquí, la alfabetización científica de los usuarios es la mejor defensa.

Ciencia y democracia: un vínculo necesario

La alfabetización científica no es solo una cuestión de cultura general: tiene implicaciones democráticas. En sociedades donde la ciudadanía vota, opina y presiona a sus gobiernos, el desconocimiento científico puede llevar a decisiones colectivas erróneas o manipuladas.

  • En la lucha contra el cambio climático, es esencial que la población entienda la gravedad del problema y apoye políticas de transición energética, incluso si implican sacrificios a corto plazo.
  • En cuestiones de salud pública, como las pandemias, la comprensión de cómo funcionan las vacunas o las medidas de prevención puede marcar la diferencia entre éxito y fracaso.
  • En el campo de la innovación tecnológica, comprender los riesgos y beneficios de la inteligencia artificial o de la edición genética es clave para establecer límites éticos y normativos.

En este sentido, la alfabetización científica fortalece la capacidad de la sociedad para participar en debates complejos y defender el interés común.

El papel de la divulgación y la ciencia ciudadana

Más allá de la escuela y los medios, existen iniciativas que refuerzan la cultura científica de manera participativa:

  • Museos y ferias de ciencia, que acercan la investigación de manera lúdica a públicos de todas las edades.
  • Divulgadores científicos, que traducen el lenguaje técnico en narrativas accesibles.
  • Ciencia ciudadana, en la que la población participa activamente en proyectos de investigación, lo que refuerza la confianza y la comprensión.

En España, la Estrategia de Ciencia Ciudadana y el impulso de redes de divulgación son pasos prometedores, aunque todavía limitados en alcance y financiación.

Hacia una ciudadanía crítica e informada

La alfabetización científica no consiste en convertir a toda la población en experta, sino en dotarla de herramientas críticas para distinguir entre información fiable y pseudociencia, entre evidencia y opinión. Una ciudadanía alfabetizada científicamente no se deja manipular fácilmente y puede exigir a sus gobiernos políticas coherentes con el conocimiento disponible.

Europa y España tienen la oportunidad —y la obligación— de reforzar este ámbito como parte de su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sin ciudadanos críticos e informados, la transición hacia sociedades sostenibles corre el riesgo de quedarse en manos de élites políticas y tecnocráticas, sin respaldo ni comprensión social.

Conclusión: una tarea colectiva

Construir una cultura científica sólida es tarea de todos: escuelas, universidades, medios, instituciones públicas, divulgadores y científicos. Pero también de cada ciudadano, que debe asumir la responsabilidad de formarse y contrastar información.

La alfabetización científica no es un lujo cultural, sino una condición de supervivencia en el siglo XXI. Frente a la desinformación y los retos globales, se convierte en una herramienta de libertad y democracia.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué cambios deberían introducirse en el sistema educativo español para mejorar la alfabetización científica?
  2. ¿Cómo pueden los medios de comunicación equilibrar rigor y atractivo al informar sobre ciencia?
  3. ¿Qué papel puede jugar la ciencia ciudadana en la construcción de una cultura científica más sólida?
  4. ¿Cómo garantizar que la alfabetización científica llegue a todos los sectores sociales y no solo a los más formados?
  5. ¿En qué medida la alfabetización científica es una condición para una democracia más fuerte y participativa?
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