Economía social y emprendimiento colectivo

Cuando hablamos de emprendimiento social, a menudo pensamos en proyectos innovadores que surgen en el presente para responder a problemas contemporáneos. Sin embargo, la idea de emprender colectivamente con fines sociales tiene una larga tradición. Desde hace más de un siglo, cooperativas, mutualidades y asociaciones han demostrado que es posible organizar la actividad económica con criterios de solidaridad, participación y beneficio compartido.

Este artículo propone un recorrido histórico y conceptual por la economía social, destacando su relación con el emprendimiento colectivo. También se detiene en un aspecto clave: las cooperativas como forma jurídica especialmente adecuada para el emprendimiento social, por las ventajas que ofrecen frente a otros modelos.

Un breve recorrido histórico

La economía social no es una moda reciente. Sus raíces se remontan al siglo XIX, cuando la Revolución Industrial generó una profunda transformación social: migraciones masivas del campo a la ciudad, condiciones laborales precarias, desigualdad creciente.

En ese contexto, trabajadores y comunidades empezaron a organizarse de forma colectiva para hacer frente a sus necesidades:

  • Las primeras cooperativas modernas: En 1844, en Rochdale (Inglaterra), un grupo de 28 tejedores creó la “Sociedad de los Equitativos Pioneros”, considerada el inicio del cooperativismo moderno. Su objetivo era simple: comprar alimentos de calidad a precios justos para sus miembros.
  • Las mutualidades y sociedades de socorro mutuo: creadas para cubrir necesidades de salud, entierros o pensiones, antes de que existieran sistemas públicos de bienestar.
  • El movimiento cooperativo agrícola y de crédito en Europa y América Latina, que permitió a pequeños campesinos acceder a mercados y financiación en condiciones más favorables.

Estas experiencias compartían una convicción: la cooperación entre personas puede ser una herramienta más poderosa que la competencia individualista.

Concepto de economía social

El término “economía social” hace referencia al conjunto de organizaciones y empresas que, más allá de la maximización del beneficio, tienen como misión responder a necesidades colectivas mediante prácticas democráticas y solidarias.

Según la Carta de Principios de la Economía Social Europea (1989), sus rasgos comunes son:

  1. Primacía de la persona y del fin social sobre el capital.
  2. Gobernanza democrática y participativa.
  3. Aplicación de excedentes principalmente en función de objetivos sociales.
  4. Autonomía de gestión respecto a poderes públicos.
  5. Solidaridad interna y con la sociedad.

Bajo este paraguas se encuentran: cooperativas, mutualidades, asociaciones, fundaciones y empresas sociales, entre otras. Todas ellas forman parte de un sector que hoy en día representa en Europa más de 2,8 millones de entidades y cerca del 10% del empleo total, según datos de Social Economy Europe.

Emprendimiento colectivo: la fuerza del nosotros

El emprendimiento colectivo es la expresión práctica de la economía social. Frente al modelo individual de “emprendedor héroe”, aquí el proyecto surge de un grupo de personas que se asocian voluntariamente para satisfacer una necesidad común.

Algunas ventajas de este enfoque:

  • Mayor resiliencia. El riesgo y las responsabilidades se reparten entre varios socios.
  • Diversidad de talentos. Cada miembro aporta experiencias y capacidades distintas.
  • Legitimidad social. Un proyecto colectivo se percibe más como un bien común que como un negocio privado.
  • Arraigo territorial. La participación de socios vinculados a un lugar fortalece la relación con la comunidad.

Este carácter colectivo es especialmente valioso para proyectos sociales, que buscan generar impacto en comunidades concretas y que necesitan la implicación activa de los destinatarios.

Las cooperativas como forma jurídica clave

Entre las diferentes figuras de la economía social, las cooperativas destacan por su idoneidad para los emprendimientos sociales.

Principios cooperativos:

Definidos por la Alianza Cooperativa Internacional, son siete:

  1. Adhesión voluntaria y abierta. Las cooperativas están abiertas a todas las personas que quieran participar, sin discriminación de género, origen, religión o condición social.
  2. Control democrático de los socios (un socio, un voto). Cada persona socia tiene voz y voto en la toma de decisiones, bajo el principio “una persona, un voto”, independientemente del capital aportado.
  3. Participación económica de los socios. Los socios contribuyen al capital de forma equitativa y democrática; los excedentes se destinan al desarrollo de la cooperativa, a reservas o al beneficio común.
  4. Autonomía e independencia. Las cooperativas son organizaciones autónomas que se autogestionan; si establecen acuerdos con instituciones públicas o privadas, mantienen el control democrático.
  5. Educación, formación e información. Las cooperativas promueven la formación de sus socios, trabajadores y comunidad, fomentando valores cooperativos y cultura democrática.
  6. Cooperación entre cooperativas. Se fortalecen trabajando juntas, a nivel local, nacional e internacional, para mejorar servicios y generar redes de apoyo mutuo.
  7. Interés por la comunidad. Además de servir a sus miembros, las cooperativas actúan en beneficio del entorno, impulsando el desarrollo sostenible y solidario.

Estos principios garantizan que las cooperativas no sean simples empresas colectivas, sino proyectos económicos con vocación social.

Ventajas para emprendimientos sociales:

  • Democracia interna. Las decisiones no dependen del capital invertido, sino de la participación de cada socio. Esto asegura que la misión social no quede subordinada al interés económico de unos pocos.
  • Reinversión en el proyecto. Los excedentes se destinan mayoritariamente a mejorar servicios, a fondos de reserva o a proyectos comunitarios.
  • Flexibilidad sectorial. Existen cooperativas de trabajo, de consumo, de crédito, de servicios, de vivienda, energéticas… lo que permite adaptar la forma jurídica a múltiples necesidades.
  • Arraigo territorial. La base social está vinculada al entorno, lo que facilita la legitimidad y el impacto local.
  • Redes de apoyo. El principio de cooperación entre cooperativas permite crear federaciones y estructuras de segundo grado, que fortalecen a los proyectos más pequeños.
  • Reconocimiento legal. En España y Europa, las cooperativas gozan de un marco jurídico consolidado y de políticas de fomento específicas.

Ejemplos:

  • Mondragón Corporación Cooperativa, en el País Vasco, que reúne decenas de cooperativas industriales, educativas y financieras.
  • Som Energia, cooperativa catalana de energías renovables con más de 85.000 socios.

Limitaciones y desafíos del modelo cooperativo

Pese a sus ventajas, las cooperativas también enfrentan obstáculos:

  • Burocracia y complejidad administrativa para su constitución y funcionamiento.
  • Dificultades de financiación, ya que los inversores tradicionales suelen desconfiar de modelos con retorno económico limitado.
  • Participación desigual. Aunque el principio es democrático, en la práctica algunos socios pueden implicarse mucho y otros muy poco.
  • Escalabilidad. Mantener la gobernanza participativa en proyectos grandes exige estructuras de gestión muy elaboradas.

Estos retos no invalidan el modelo, pero obligan a repensarlo y actualizarlo constantemente.

Cooperativas y Agenda 2030

El potencial de las cooperativas para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es evidente:

  • ODS 8 (Trabajo decente): ofrecen empleo estable y de calidad.
  • ODS 10 (Reducción de desigualdades): fomentan la inclusión de colectivos vulnerables.
  • ODS 12 (Consumo responsable): promueven cadenas de producción y consumo más justas.
  • ODS 13 (Acción por el clima): las cooperativas energéticas impulsan la transición a renovables.

En este sentido, las cooperativas no solo son una forma jurídica útil, sino una estrategia de futuro para el emprendimiento social.

Una apuesta vigente

La historia de la economía social demuestra que los problemas colectivos requieren respuestas colectivas. En tiempos de crisis (ya sea la industrial del siglo XIX o la ecológica del siglo XXI), la cooperación vuelve a ser una herramienta poderosa.

Las cooperativas, con su democracia interna, su compromiso con la comunidad y su capacidad de adaptarse a distintos sectores, se consolidan como una forma privilegiada para emprender socialmente. No son la única, pero sí una de las más coherentes con la idea de que la economía debe estar al servicio de las personas y no al revés.

Conclusión

La economía social no es un invento reciente, sino un legado histórico que ha sabido renovarse en cada época. El emprendimiento colectivo, lejos de ser una alternativa marginal, representa un camino probado hacia una economía más democrática y solidaria.

Las cooperativas son su máxima expresión: un modelo jurídico y organizativo que combina eficacia económica, democracia participativa y compromiso social. Frente a los desafíos del presente, rescatar y fortalecer estas formas colectivas de emprender no es nostalgia, sino una apuesta de futuro para construir sociedades más equitativas, resilientes y sostenibles.

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