Política y representación: mujeres en el poder

La democracia se sostiene en el principio de que todas las voces cuentan por igual. Sin embargo, la política sigue siendo uno de los ámbitos más resistentes al cambio en términos de igualdad de género. Aunque las mujeres representan la mitad de la población mundial, están lejos de ocupar la mitad de los espacios de poder político.

La pregunta es sencilla pero incómoda: ¿puede hablarse de democracia plena cuando la representación política no refleja la diversidad de la sociedad?

Breve historia de una exclusión

Durante siglos, las mujeres estuvieron formalmente excluidas de la vida política. El derecho al voto y la elegibilidad fueron conquistas arduas, alcanzadas en diferentes momentos según los países: Nueva Zelanda en 1893, Finlandia en 1906, España en 1931, Suiza tan tarde como 1971, Arabia Saudí en 2015.

La concesión del sufragio fue solo el primer paso. La verdadera batalla comenzó después: lograr que las mujeres no solo pudieran votar, sino también ser candidatas, ocupar escaños y ejercer poder real en gobiernos y parlamentos.

El estado actual de la representación

Hoy, la presencia de mujeres en la política muestra avances pero también profundas desigualdades:

  • En 2023, las mujeres ocupaban 26,5 % de los escaños parlamentarios a nivel global (Unión Interparlamentaria).
  • Solo 31 países cuentan con mujeres como jefas de Estado o de Gobierno.
  • La representación es desigual por región: en los países nórdicos supera el 40 %, mientras que en Medio Oriente y África del Norte ronda el 17 %.

Estos datos revelan un patrón: el acceso de las mujeres a la política ha mejorado, pero está lejos de alcanzar la paridad.

Obstáculos visibles e invisibles

Las razones de esta desigualdad son múltiples:

  • Estructurales: sistemas electorales poco inclusivos, ausencia de cuotas, partidos controlados por élites masculinas.
  • Culturales: estereotipos que asocian la política con lo masculino, cuestionando la autoridad de las mujeres.
  • Económicos: las campañas requieren recursos a los que las mujeres acceden en menor medida.
  • Violencia política de género: acoso, amenazas y ataques dirigidos específicamente contra mujeres que participan en la vida pública, muchas veces en entornos digitales.

La combinación de estos factores explica por qué, incluso cuando tienen derecho formal a participar, las mujeres enfrentan mayores barreras.

Cuotas y paridad: ¿discriminación positiva o justicia?

Una de las estrategias más extendidas para aumentar la representación femenina ha sido la adopción de cuotas de género en las listas electorales. Más recientemente, algunos países han avanzado hacia la paridad, que busca garantizar 50 % de candidaturas o escaños para mujeres.

Los resultados son evidentes: allí donde se aplican cuotas o leyes de paridad, la presencia de mujeres en parlamentos y gobiernos aumenta de manera significativa. En América Latina, pionera en esta materia, países como México o Bolivia han alcanzado niveles cercanos al 50 % de representación femenina.

Las críticas a estas medidas suelen apelar a la meritocracia: se afirma que las cuotas “bajan el nivel” o “imponen” mujeres. Sin embargo, la experiencia demuestra que la calidad democrática mejora cuando se incorporan voces diversas, y que los varones nunca fueron cuestionados por acceder a cargos en contextos de exclusión estructural.

El impacto de la representación

Más allá de los números, la presencia de mujeres en política tiene efectos concretos:

  • Agenda legislativa: mayor atención a temas como igualdad salarial, violencia de género, educación y salud.
  • Estilos de liderazgo: estudios señalan que las mujeres tienden a promover políticas más inclusivas y a favorecer la cooperación.
  • Legitimidad democrática: la ciudadanía percibe como más justa y representativa una política que refleja la diversidad social.

No se trata de idealizar ni de pensar que las mujeres tienen una “esencia” política distinta, sino de reconocer que la diversidad amplía el espectro de intereses y experiencias representadas.

Feminismo y poder político

La relación entre feminismo e instituciones ha sido ambivalente. Mientras algunos movimientos feministas desconfían de la política institucional, por considerarla un espacio cooptado por el patriarcado, otras corrientes apuestan por conquistar esos espacios como forma de transformar las reglas desde dentro.

Este debate sigue vigente: ¿basta con aumentar el número de mujeres en cargos de poder, o se necesita un cambio más profundo en las lógicas de la política? La experiencia muestra que no todas las mujeres en política se identifican con el feminismo, pero también que la presencia femenina es condición necesaria, aunque no suficiente, para políticas más igualitarias.

Más allá del parlamento: poder local y movimientos sociales

La representación política no se limita a los parlamentos y gobiernos nacionales. A nivel local, las mujeres han ocupado históricamente un papel clave en movimientos comunitarios, organizaciones de base y luchas sociales. Sin embargo, la traducción de ese liderazgo al ámbito institucional sigue siendo desigual.

En contextos de conflicto armado o crisis humanitaria, las mujeres han demostrado ser agentes de paz y reconstrucción social, aunque rara vez participan en las mesas de negociación. Reconocer esta dimensión es esencial para ampliar la noción de “poder político”.

Desafíos hacia 2030

  1. Paridad real en parlamentos y gobiernos, más allá de las cuotas iniciales.
  2. Erradicación de la violencia política de género, incluida la digital.
  3. Conciliación y corresponsabilidad: la carga de cuidados limita la carrera política de muchas mujeres.
  4. Diversidad interna: no basta con que haya más mujeres, es necesario que representen distintas clases, etnias y orientaciones sexuales.
  5. Transformación cultural: cambiar la percepción social de la política como espacio masculino.

Conclusión

La política sigue siendo uno de los terrenos más resistentes a la igualdad de género. Los avances en representación son reales, pero la paridad está aún lejos de consolidarse como norma global.

De aquí a 2030, el reto no es solo sumar mujeres a la política, sino transformar las estructuras y las culturas políticas para que esa participación se traduzca en igualdad efectiva. Una democracia sin mujeres —o con mujeres reducidas a minoría simbólica— es, en realidad, una democracia incompleta.

Preguntas para el debate

  1. ¿Las cuotas y la paridad son una forma de justicia o de “discriminación positiva” injusta?
  2. ¿Basta con aumentar el número de mujeres en política, o es necesario también cambiar las lógicas del poder?
  3. ¿Cómo enfrentar la violencia política de género en redes sociales y medios de comunicación?
  4. ¿Qué aportes específicos han hecho los liderazgos femeninos a la agenda política global?
  5. ¿La democracia puede considerarse plena si la representación política no refleja la diversidad social?
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