Cultura comunitaria y autogestión: creatividad social desde abajo

La cultura no se produce únicamente desde las instituciones oficiales o la gran industria cultural. Una parte fundamental de la vida cultural surge desde abajo, en barrios, comunidades, asociaciones, colectivos y movimientos sociales que impulsan proyectos autogestionados.

Este universo, que llamamos cultura comunitaria, se caracteriza por ser participativo, colaborativo y orientado al bien común. En él, la cultura no se concibe como mercancía ni como política pública diseñada desde arriba, sino como práctica viva y compartida, donde las comunidades son protagonistas de su propio desarrollo cultural.

En el marco de la sostenibilidad, estas experiencias representan semillas de inclusión, resiliencia y creatividad social.

Cultura comunitaria: definición y rasgos

Podemos entender la cultura comunitaria como:

  • Práctica cultural colectiva que se origina en la comunidad y responde a sus necesidades y aspiraciones.
  • Autogestión y participación directa, sin depender exclusivamente del Estado o del mercado.
  • Dimensión educativa y transformadora, vinculada a la construcción de ciudadanía crítica y solidaria.
  • Enraizamiento territorial, en barrios, pueblos, centros comunitarios, casas culturales, huertos urbanos o plazas públicas.

Las propuestas, decisiones y acciones en el marco de la cultura comunitaria están guiadas por los siguientes principios:

  • La dignidad y el bienestar de las personas y sus ecosistemas, poniendo en el centro la vida y unas condiciones materiales justas y saludables.
  • La exploración artístico-cultural desde una perspectiva de transformación social y experimentación colectiva.
  • La sostenibilidad y viabilidad, superando los parámetros de la economía tradicional y abarcando nociones afines con la economía social y solidaria.
  • La participación y movilización ciudadana como elemento esencial del hecho artístico-cultural, entendiendo a las personas como sujetos y no como públicos.
  • La cooperación y la colaboración como bases del intercambio social, rechazando lógicas de explotación, imposición, dominación y concentración de poder

En pocas palabras, la cultura comunitaria convierte a los ciudadanos en sujetos activos de la vida cultural y no solo en consumidores o espectadores.

Experiencias de autogestión cultural en el mundo

  • América Latina:
    • Teatro comunitario en Argentina, que involucra a vecinos en producciones colectivas y refuerza el sentido de pertenencia.
    • Bibliotecas populares en Colombia y Chile, creadas y sostenidas por comunidades que promueven la lectura y la educación crítica.
    • Radios comunitarias en México, Guatemala y Bolivia, que difunden lenguas indígenas, tradiciones locales y noticias con enfoque comunitario.
  • Europa:
    • Centros sociales autogestionados en España e Italia, muchos surgidos en edificios ocupados, que combinan arte, educación popular y activismo.
    • Casas de cultura comunitaria en barrios periféricos de París o Lisboa, orientadas a jóvenes migrantes y colectivos marginados.
  • África:
    • Cooperativas de artesanos en Marruecos y Burkina Faso que preservan técnicas tradicionales y generan empleo solidario.
    • Colectivos de danza y música en Kenia o Senegal, que funcionan como espacios de identidad y resistencia frente a la exclusión.

Estas experiencias muestran que la cultura comunitaria es diversa, creativa y profundamente ligada a la realidad de cada territorio.

Aportes a la sostenibilidad

La cultura comunitaria contribuye a la sostenibilidad de varias maneras:

  1. Cohesión social. Fortalece el tejido comunitario, construye confianza y refuerza el sentido de pertenencia.
  2. Inclusión. Abre espacios a grupos marginados (migrantes, jóvenes, mujeres, pueblos indígenas).
  3. Revitalización urbana y rural. Recupera espacios públicos o edificios abandonados y los convierte en centros de vida cultural.
  4. Educación popular. Fomenta la creatividad, el pensamiento crítico y la transmisión de valores compartidos.
  5. Economía solidaria. Genera empleos y circuitos económicos basados en la cooperación más que en la competencia.

Retos de la autogestión cultural

Pese a sus aportes, la cultura comunitaria enfrenta múltiples desafíos:

  • Precariedad financiera: depende a menudo de recursos voluntarios o donaciones.
  • Reconocimiento institucional limitado: muchas veces no es valorada en las políticas culturales oficiales.
  • Conflictos con el mercado cultural: la lógica comunitaria choca con las dinámicas de rentabilidad y competencia.
  • Sostenibilidad a largo plazo: la falta de infraestructura y apoyo puede hacer que proyectos valiosos desaparezcan con el tiempo.
  • Instrumentalización política: en algunos casos, los gobiernos intentan apropiarse de iniciativas comunitarias sin respetar su autonomía.

Cultura comunitaria y políticas públicas

Una de las tensiones centrales es cómo articular la cultura comunitaria con las políticas públicas. Las instituciones suelen reconocer más fácilmente las expresiones artísticas profesionales o patrimoniales, mientras que las prácticas comunitarias quedan en un segundo plano.

Sin embargo, en algunos países se han dado pasos importantes:

  • En México, el programa Cultura Comunitaria busca articular el trabajo del Estado con colectivos locales.
  • En Colombia, planes de cultura ciudadana han apoyado iniciativas barriales de arte y convivencia.
  • En Barcelona, los Ateneos de Fabricación son espacios de creación colaborativa abiertos a las comunidades.

El reto es lograr una cogobernanza cultural, donde las comunidades tengan voz y voto en la definición de las políticas y reciban apoyo sin perder su autonomía.

Cultura comunitaria y Agenda 2030

Las experiencias de autogestión cultural se relacionan directamente con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible:

  • ODS 4 (Educación de calidad): educación no formal y popular a través de proyectos culturales.
  • ODS 5 (Igualdad de género): espacios comunitarios que empoderan a mujeres mediante arte y gestión cultural.
  • ODS 10 (Reducción de desigualdades): inclusión de grupos marginados en la vida cultural.
  • ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles): revitalización de espacios públicos y cohesión barrial.
  • ODS 16 (Instituciones sólidas): fortalecimiento de la participación ciudadana en la vida cultural.

Conclusión

La cultura comunitaria y la autogestión cultural muestran que la sostenibilidad no se construye solo desde grandes instituciones o industrias, sino también desde abajo, en el tejido cotidiano de las comunidades.

Allí donde vecinos se organizan para levantar un teatro popular, una radio comunitaria o un centro cultural autogestionado, se fortalece la democracia, se generan espacios de inclusión y se cultivan valores de cooperación y solidaridad.

De cara al 2030, reconocer, apoyar y articular la cultura comunitaria no es solo una cuestión de justicia cultural, sino una estrategia clave para la sostenibilidad social.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué diferencia esencial hay entre cultura comunitaria y cultura institucional o de mercado?
  2. ¿Cómo pueden las experiencias de autogestión cultural fortalecer la cohesión social y la inclusión en contextos de desigualdad?
  3. ¿Qué riesgos existen cuando los proyectos comunitarios son apropiados o instrumentalizados por instituciones políticas?
  4. ¿Cómo articular la autonomía de la cultura comunitaria con el apoyo necesario de las políticas públicas?
  5. ¿Qué ejemplos de cultura comunitaria en tu entorno conoces y qué aportes hacen a la sostenibilidad local?
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