La carrera investigadora: una carrera de obstáculos

La investigación científica no se sostiene únicamente con ideas brillantes o tecnologías punteras. Detrás de cada proyecto hay personas: investigadores e investigadoras que dedican su vida a generar conocimiento. Sin embargo, en Europa, y de manera especialmente aguda en España, la carrera investigadora es percibida como una carrera de obstáculos marcada por la inestabilidad laboral, la escasez de recursos y una competencia feroz que a menudo desgasta más que estimula.

Comprender las dificultades del sistema científico no es un asunto corporativo de los investigadores; es un tema de interés general. Si no cuidamos a quienes se dedican a la ciencia, ponemos en riesgo el futuro colectivo, desde la salud hasta la transición energética.

Un itinerario incierto

La trayectoria profesional de un científico suele dividirse en varias etapas:

  1. Formación doctoral: el inicio suele estar marcado por contratos temporales y sueldos modestos. En España, las becas y contratos predoctorales han mejorado en los últimos años, pero aún están lejos de ofrecer condiciones equiparables a otros países europeos.
  2. Etapa posdoctoral: una fase clave de consolidación, que suele implicar movilidad internacional. Muchos investigadores españoles se marchan al extranjero porque encuentran más recursos, estabilidad y prestigio en otros sistemas.
  3. Acceso a la carrera estable: aquí es donde aparecen los mayores obstáculos. Las plazas permanentes son escasas, los procesos de estabilización se dilatan y la incertidumbre se prolonga durante años o incluso décadas.

El resultado es un camino lleno de intermitencias, contratos precarios y falta de horizonte claro, lo que desalienta a muchos jóvenes talentos.

La fuga de cerebros

España es un caso paradigmático de lo que se conoce como brain drain o fuga de cerebros. Miles de jóvenes investigadores, formados con recursos públicos, emigran a países como Alemania, Reino Unido, Francia o Estados Unidos, donde encuentran mejores condiciones laborales y de investigación.

Aunque la movilidad internacional es positiva y forma parte de la vida académica, el problema aparece cuando el regreso se convierte en un callejón sin salida: el sistema español ofrece pocas oportunidades de retorno, lo que provoca una pérdida neta de talento.

Este fenómeno no solo empobrece la ciencia nacional, sino que también supone un desperdicio económico: se invierte en la formación de investigadores que acaban generando valor en otros países.

La presión del “publica o perece”

Otro de los grandes obstáculos de la carrera investigadora es la presión constante por publicar en revistas de impacto internacional. Esta dinámica, conocida como publish or perish, tiene efectos ambivalentes: por un lado, incentiva la productividad y la visibilidad; por otro, fomenta prácticas problemáticas:

  • Fragmentación de la investigación en artículos pequeños para engrosar el currículum.
  • Competencia feroz que desincentiva la colaboración.
  • Estrés y ansiedad entre jóvenes investigadores, que ven condicionada su carrera por métricas cuantitativas.
  • En casos extremos, mala praxis científica, como manipulación de datos o plagios.

En España y Europa, la presión se agrava porque los procesos de evaluación profesional dependen en gran medida de estas métricas. Se habla cada vez más de la necesidad de reformar los sistemas de evaluación, introduciendo criterios cualitativos que valoren también la docencia, la divulgación y el impacto social de la ciencia.

Brecha de género y diversidad

El camino de obstáculos es aún más empinado para las mujeres y para quienes pertenecen a minorías sociales. En Europa, aunque cada vez más mujeres acceden al doctorado, su presencia disminuye en etapas avanzadas de la carrera. Este fenómeno, conocido como “tubería que gotea” (leaky pipeline), refleja barreras estructurales: conciliación laboral insuficiente, sesgos en evaluaciones, falta de referentes femeninos en puestos de liderazgo.

En España, las investigadoras representan casi el 50 % en etapas iniciales, pero apenas un 25 % en cátedras universitarias o puestos de máxima responsabilidad. Superar estas brechas no es solo una cuestión de justicia, sino también de calidad: la ciencia necesita diversidad de perspectivas para afrontar los retos globales.

Comparativa europea

En el contexto europeo, existen diferencias significativas:

  • Alemania combina un sistema potente de institutos de investigación (como la Sociedad Max Planck) con un alto nivel de financiación. Sin embargo, también enfrenta críticas por la precariedad en las etapas iniciales.
  • Francia ha reforzado en los últimos años sus mecanismos de estabilización, aunque la competencia sigue siendo fuerte.
  • Reino Unido, antes del Brexit, ofrecía un ecosistema muy atractivo para investigadores internacionales, aunque también muy competitivo y desigual.
  • España sigue rezagada en financiación (en torno al 1,4 % del PIB frente al 2,2 % de la media europea), lo que repercute en la oferta de plazas y recursos para proyectos.

El resultado es que, aunque la precariedad existe en toda Europa, España combina baja inversión con altas exigencias, un cóctel poco favorable para la consolidación del talento.

Vocaciones en riesgo

Las dificultades de la carrera investigadora no solo afectan a quienes ya están dentro del sistema, sino que también desincentivan vocaciones futuras. Si los jóvenes perciben que la ciencia es un camino plagado de inestabilidad y sacrificios sin garantías, optan por otras opciones profesionales más seguras y mejor remuneradas.

Esto supone un problema estratégico para cualquier país que quiera basar su desarrollo en el conocimiento. Una sociedad sin relevo generacional en ciencia es una sociedad condenada a la dependencia tecnológica y a la pérdida de competitividad.

Reformas necesarias

Frente a este panorama, surgen propuestas de mejora:

  • Incrementar la inversión en I+D de forma sostenida, acercándola a la media europea.
  • Estabilizar la carrera investigadora, con itinerarios claros y plazos razonables.
  • Reformar los sistemas de evaluación, para reducir la dependencia de métricas cuantitativas y valorar la calidad y el impacto social.
  • Impulsar políticas de igualdad de género y conciliación que permitan retener talento diverso.
  • Facilitar el retorno de investigadores españoles en el extranjero mediante programas atractivos y estables.

La reciente Ley de la Ciencia en España incluye algunos avances en este sentido, pero su impacto dependerá de la financiación real y de la voluntad política de convertirla en una prioridad.

Conclusión: cuidar a quienes cuidan del futuro

La carrera investigadora es hoy, para muchos, un camino lleno de incertidumbre. Pero no olvidemos que quienes recorren ese camino son los que hacen posible el progreso científico y, con él, el bienestar social. Si Europa y España quieren estar a la altura de los retos del siglo XXI, deben garantizar que la investigación sea no solo excelente, sino también sostenible en términos humanos.

Cuidar de los investigadores es, en última instancia, cuidar del futuro colectivo.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué medidas concretas deberían adoptarse en España para reducir la precariedad de la carrera investigadora?
  2. ¿Cómo equilibrar la necesidad de movilidad internacional con el derecho a una carrera estable en el propio país?
  3. ¿Qué cambios deberían introducirse en los sistemas de evaluación científica para evitar la presión excesiva del “publica o perece”?
  4. ¿Cómo garantizar una mayor igualdad de género y diversidad en las carreras científicas?
  5. ¿De qué manera la precariedad investigadora afecta al conjunto de la sociedad, más allá de los propios científicos?
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