Los ríos, lagos, lagunas y humedales son mucho más que depósitos de agua. Son arterias vivas que recorren continentes y llevan consigo nutrientes, sedimentos y vida. Desde las fuentes de montaña hasta los deltas y estuarios, cada tramo de un río es un hábitat único, hogar de especies adaptadas a corrientes rápidas, aguas tranquilas o inundaciones periódicas.
Los humedales, por su parte, son los riñones del planeta: filtran contaminantes, retienen agua durante épocas de lluvia y la liberan lentamente en periodos de sequía. Son refugio de aves migratorias, zonas de reproducción para peces y anfibios, y auténticos sumideros de carbono.
Aunque cubren apenas el 3 % de la superficie terrestre, los ecosistemas de agua dulce (ríos, lagos, humedales, turberas, arroyos temporales) albergan alrededor del 10 % de todas las especies conocidas.
Sin embargo, estos ecosistemas están entre los más degradados del planeta. En Europa, solo alrededor del 40 % de las masas de agua superficiales alcanzan un buen estado ecológico según la Directiva Marco del Agua. La pérdida de biodiversidad de agua dulce avanza más rápido que en ecosistemas marinos o terrestres.
Biodiversidad en estado líquido
En los ecosistemas de agua dulce vive una diversidad biológica extraordinaria: desde macroinvertebrados como libélulas y efímeras, que son indicadores de la calidad del agua, hasta peces migratorios como el salmón atlántico o la anguila europea. Muchas de estas especies dependen de aguas limpias, caudales naturales y hábitats conectados para completar sus ciclos de vida.
Pero no son solo los habitantes acuáticos quienes se benefician: las riberas albergan bosques de galería y praderas húmedas que ofrecen alimento y refugio a mamíferos, aves, insectos y reptiles, formando corredores ecológicos que conectan paisajes distantes.
Amenazas que erosionan la salud de ríos y humedales
1. Eutrofización: el exceso que ahoga la vida. La eutrofización se produce cuando nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, llegan en exceso al agua, generalmente por escorrentía agrícola (fertilizantes), vertidos de aguas residuales o contaminantes industriales. Este enriquecimiento provoca proliferaciones masivas de algas y plantas acuáticas que consumen oxígeno al descomponerse, generando zonas muertas donde peces y macroinvertebrados no pueden sobrevivir.
En la UE, pese a los avances, la agricultura intensiva sigue siendo la principal fuente de nitratos en aguas superficiales y subterráneas, y varias regiones presentan niveles por encima de los límites legales.
2. Alteración hidromorfológica. Presas, encauzamientos, dragados y canalizaciones modifican el flujo natural de los ríos, interrumpen la migración de peces, alteran la sedimentación y degradan las llanuras de inundación. Se estima que en Europa hay más de 1 millón de obstáculos en los ríos, desde grandes presas hasta pequeños azudes.
3. Contaminación química. Plaguicidas, metales pesados, hidrocarburos, microplásticos y contaminantes emergentes (como restos de medicamentos) alteran la química del agua y afectan a la salud de los organismos acuáticos.
4. Sobreexplotación y extracción. La captación excesiva de agua para riego, industria y abastecimiento urbano reduce caudales, concentra contaminantes y aumenta la temperatura del agua, afectando la fauna acuática.
5. Especies invasoras. Mejillones cebra, siluros, jacintos de agua y otros organismos exóticos desplazan a especies autóctonas y alteran el equilibrio ecológico.
6. Cambio climático. Sequías prolongadas, crecidas más extremas, temperaturas más altas y pérdida de nieve modifican el régimen hidrológico y afectan a la reproducción y distribución de las especies.
El marco europeo: restaurar la continuidad y la funcionalidad
El Reglamento Europeo de Restauración de la Naturaleza establece metas claras para los ecosistemas de agua dulce:
- Restaurar al menos el 25.000 km de ríos en la UE a su estado de flujo libre para 2030, eliminando barreras físicas innecesarias.
- Recuperar y conservar humedales, turberas y llanuras de inundación para mejorar la retención de agua, la filtración y el almacenamiento de carbono.
- Mejorar la calidad de las aguas superficiales y subterráneas reduciendo la contaminación difusa y puntual.
- Mantener y restaurar hábitats de especies acuáticas en estado desfavorable, incluyendo zonas de freza y alimentación.
- Integrar la gestión de los ecosistemas de agua dulce con la planificación climática, agrícola y urbana.
Además, estas medidas están alineadas con la Directiva Marco del Agua y la Directiva de Aves y Hábitats, lo que obliga a los Estados miembros a presentar Planes Nacionales de Restauración que incluyan objetivos cuantificables y mecanismos de seguimiento.
Medidas clave de conservación y restauración
1. Renaturalización de riberas. Recuperar la vegetación de ribera protege el cauce de la erosión, filtra contaminantes antes de que lleguen al agua y proporciona sombra que regula la temperatura, vital para especies sensibles como la trucha.
2. Eliminación o adaptación de barreras. Retirar presas y azudes obsoletos, o equiparlos con pasos para peces y fauna, permite la migración y el flujo natural de sedimentos.
3. Control de la contaminación difusa. Promover prácticas agrícolas sostenibles que reduzcan la escorrentía de fertilizantes y pesticidas, como franjas de vegetación filtrante, rotación de cultivos y manejo de estiércoles.
4. Restauración de humedales y llanuras de inundación. Estos ecosistemas actúan como esponjas naturales, absorbiendo crecidas y liberando agua lentamente en épocas secas, además de ser sumideros de carbono y refugio de biodiversidad.
5. Gestión de caudales ecológicos. Establecer caudales mínimos para mantener la funcionalidad de los ecosistemas incluso en períodos de sequía.
6. Vigilancia y control de especies invasoras. Prevención, detección temprana y erradicación de invasoras acuáticas antes de que se consoliden.
7. Educación y participación social. Involucrar a comunidades locales en el seguimiento, restauración y vigilancia de ríos y humedales.
Ejemplos que muestran el camino
En España, la eliminación de presas obsoletas en ríos como el Órbigo o el Arga ha permitido el regreso de especies migratorias y mejorado la dinámica natural de los cauces. En Dinamarca, proyectos de restauración de llanuras de inundación han reducido el riesgo de crecidas y aumentado la biodiversidad ribereña. En el delta del Danubio, acciones conjuntas de varios países han recuperado marismas y canales que vuelven a acoger miles de aves acuáticas cada año.
Una cuestión de supervivencia
El agua dulce representa apenas el 2,5 % de toda el agua del planeta, y menos del 1 % está disponible para consumo humano. Su gestión y conservación son, por tanto, cuestiones estratégicas para la vida. Restaurar ríos y humedales no es solo proteger la biodiversidad que albergan: es garantizar el suministro de agua limpia, amortiguar los efectos del cambio climático y mantener la seguridad alimentaria.
Preguntas para el debate
- ¿Cuál es la principal amenaza para los ecosistemas de agua dulce de tu región?
- ¿Por qué es importante restaurar la continuidad fluvial eliminando presas y obstáculos?
- ¿Qué beneficios aportan los humedales más allá de la biodiversidad que albergan?
- ¿Cómo afectan nuestras decisiones de consumo de agua a los ecosistemas de agua dulce?
- ¿Qué ejemplos de restauración fluvial o de humedales te parecen más inspiradores?