La salud mental ha sido el eslabón invisible del sistema sanitario: relegada, estigmatizada, poco comprendida y crónicamente infradotada. Hoy, sin embargo, el problema ya no puede esconderse. En España, como en muchos otros países europeos, la salud mental se ha convertido en una de las mayores crisis sanitarias, con cifras alarmantes de malestar psicológico, suicidios y adicciones, especialmente entre la población más joven.
Según los últimos datos aportados por el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2023, el 34% de la población española tiene algún problema de salud mental. Además, los problemas de salud mental superan el 40% en la población de más de 50 años y el 50% en la de más de 85 años. Las cifras han empeorado con respecto a otros años. En 2022 el porcentaje de la población con problemas de salud mental era del 26% y en 2021 era del 28%.
No estamos ante un problema individual, sino social y estructural, cuyas raíces se hunden en condiciones de vida precarizadas, soledad, presión escolar y laboral, desigualdades, violencias normalizadas y falta de horizontes vitales. Pero el sistema público de salud mental en España no está preparado para abordar esta dimensión.
Un sistema fragmentado y saturado
Los servicios públicos de salud mental, especialmente los ambulatorios, están desbordados, con listas de espera que en muchas comunidades superan los dos o tres meses. La escasez de psicólogos y psiquiatras en la sanidad pública es crónica: hay aproximadamente 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, frente a los más de 18 de media en Europa occidental.
El acceso a psicoterapia gratuita, continuada y de calidad es una excepción, no la norma. Como consecuencia, quienes pueden pagar acuden al sistema privado (a veces a través de seguros complementarios); quienes no, muchas veces abandonan la búsqueda de ayuda o acaban medicalizados, en el mejor de los casos.
Mientras tanto, la atención primaria, que debería ser la puerta de entrada al sistema, carece de herramientas y personal suficiente para detectar precozmente los problemas de salud mental o darles un seguimiento adecuado. La respuesta predominante sigue siendo farmacológica, rápida y superficial, cuando lo que se necesita es un enfoque integral, psicosocial y comunitario.
Las adicciones: una epidemia que muta
El campo de las adicciones también ha experimentado transformaciones significativas. Aunque el consumo de heroína y cocaína ha descendido respecto a décadas pasadas, han aparecido nuevas sustancias, nuevas formas de consumo y nuevas adicciones no químicas, como el juego online, las apuestas deportivas o la dependencia digital.
La normalización del consumo recreativo entre jóvenes, especialmente de alcohol y cannabis, convive con el crecimiento de adicciones silenciosas, más difíciles de identificar y socialmente aceptadas. El mercado digital ha facilitado el acceso a drogas sintéticas y ha aumentado el riesgo de consumo compulsivo sin supervisión.
Las adicciones son un fenómeno profundamente vinculado a la salud mental, y requieren respuestas coordinadas, preventivas y adaptadas a los nuevos entornos. Los recursos especializados en este ámbito, sin embargo, también sufren recortes y falta de personal.
Soledad no deseada: un factor de riesgo creciente
La soledad no deseada se ha convertido en uno de los principales retos de salud mental en España, con efectos equiparables a otros factores de riesgo reconocidos, como el sedentarismo o el tabaquismo. No se trata solo de vivir solo, sino de sentir que faltan vínculos significativos y apoyo emocional, algo que afecta tanto a personas mayores como a jóvenes.
El Barómetro de la soledad no deseada en España 2024 presentado en junio de 2024 muestra datos como los siguientes:
- Una persona de cada cinco (20%) sufre soledad no deseada en España.
- Dos de cada tres personas (67,7%) que sufren soledad llevan en esta situación más de 2 años.
- De las personas que actualmente no se sienten solas, más de una de cada tres (36,6%) tuvo una etapa en la que se sintió bastante o muy sola.
- La soledad no deseada es algo más frecuente entre mujeres (21,8%) que entre hombres (18%).
- La soledad no deseada está especialmente extendida entre la juventud (34,6% entre los 18 y 24 años).
Los efectos sobre la salud son claros:
- Mayor riesgo de depresión y ansiedad.
- Aumento de conductas adictivas como forma de afrontamiento.
- Peor evolución de enfermedades crónicas y deterioro cognitivo.
- Incremento de la mortalidad prematura (algunos estudios la vinculan a un 26% más de riesgo).
Varios países han dado pasos decididos para afrontar el problema y han convertido la soledad no deseada en un asunto de Estado:
- Japón creó en 2021 un Ministerio para la Soledad y el Aislamiento Social, encargado de coordinar políticas interministeriales para prevenir el aislamiento, especialmente entre personas mayores, jóvenes y familias monoparentales.
- Reino Unido cuenta desde 2018 con un Minister for Loneliness, que impulsa estrategias nacionales de voluntariado, espacios comunitarios y programas de “prescripción social” desde la atención primaria.
- Australia ha incorporado la lucha contra la soledad en sus planes de salud mental, con especial atención a la población rural y a las personas con discapacidad.
Estos modelos muestran que la soledad no es solo un problema individual, sino un reto colectivo y estructural, que requiere recursos, coordinación institucional y un cambio cultural que valore el vínculo y la comunidad.
Salud mental y desigualdad: una ecuación clara
La salud mental no afecta a todas las personas por igual. Las desigualdades sociales, económicas y de género se traducen en mayor riesgo de trastornos mentales y menor acceso a atención.
- Las mujeres presentan mayores tasas de ansiedad, depresión y consumo de psicofármacos, debido en gran parte a las violencias estructurales y a la carga de cuidados.
- Las personas en situación de pobreza tienen hasta cuatro veces más probabilidades de padecer trastornos mentales.
- Las personas migrantes y racializadas, además, enfrentan discriminación institucional, barreras lingüísticas y falta de atención culturalmente adecuada.
Un enfoque serio de la salud mental debe ir más allá del síntoma y atender las causas estructurales del sufrimiento psíquico: la precariedad, el aislamiento, la exclusión social, la violencia, el racismo, la transfobia o el deterioro del tejido comunitario.
Construir una salud mental pública, comunitaria y con derechos
España necesita con urgencia una transformación profunda de su modelo de atención en salud mental y adicciones. Algunas propuestas clave en esa dirección:
- Refuerzo del sistema público, con mayor financiación, contratación de profesionales y reducción de listas de espera.
- Psicoterapia gratuita, continuada y accesible para toda la población, sin discriminación económica.
- Integración de la salud mental en la atención primaria, con formación específica para profesionales y equipos multidisciplinares.
- Apuesta por la salud mental comunitaria, en colaboración con centros educativos, servicios sociales, asociaciones vecinales y redes de apoyo mutuo.
- Educación emocional y prevención en escuelas, desde la infancia.
- Desestigmatización del sufrimiento psíquico, mediante campañas públicas y el testimonio de personas afectadas.
- Intervenciones específicas para colectivos vulnerables, con enfoque feminista, antirracista y de derechos humanos.
Lo que no se nombra, no se cuida
La salud mental no puede seguir siendo un lujo ni una urgencia relegada. Debe entenderse como una dimensión esencial del bienestar, del desarrollo social y de la democracia misma. No hay salud sin salud mental. No hay justicia sin cuidado de quienes sufren.
Reconocer esto no es solo una cuestión sanitaria. Es una responsabilidad ética y política que define el tipo de sociedad que queremos construir.
Preguntas para el debate
- ¿Está la salud mental adecuadamente integrada en el sistema sanitario público?
- ¿Por qué persisten los estigmas en torno a los trastornos mentales y las adicciones?
- ¿Cómo hacer que el acceso a psicoterapia pública sea real y equitativo?
- ¿Qué papel juega la desigualdad social en la salud mental?
- ¿Qué estrategias comunitarias pueden prevenir el malestar psicológico?

