Garantizar el derecho a moverse de todas las personas

La movilidad no es un fin en sí mismo, sino una herramienta de acceso: a la educación, al empleo, a la salud, al ocio, a la participación ciudadana. Cuando las personas no pueden desplazarse de forma autónoma, segura y asequible, quedan excluidas de oportunidades básicas para su desarrollo y bienestar. Por eso, hablar de movilidad inclusiva no es solo una cuestión técnica o de accesibilidad: es hablar de justicia social, igualdad y democracia.

Para que la movilidad sea realmente sostenible, debe ser para todas y todos, sin dejar a nadie atrás.

¿Qué es la movilidad inclusiva?

La movilidad inclusiva es aquella que garantiza el acceso equitativo, seguro y digno al sistema de transporte y al espacio público para todas las personas, independientemente de su edad, género, condición física, nivel de renta, idioma, procedencia o lugar de residencia.

Implica un diseño y gestión del sistema de movilidad que:

  • Elimina barreras físicas, sensoriales, cognitivas y económicas.
  • Reconoce las diferencias en las necesidades de desplazamiento.
  • Integra la perspectiva de género y diversidad funcional.
  • Ofrece soluciones específicas para colectivos vulnerables.
  • Se construye con la participación activa de quienes más dificultades tienen para moverse.

¿Quién queda fuera del sistema actual?

Aunque a menudo invisibilizadas, muchas personas enfrentan dificultades para desplazarse libremente en su entorno cotidiano:

  • Personas mayores: dificultades para caminar, subir escaleras, usar apps digitales.
  • Personas con discapacidad física, sensorial o cognitiva.
  • Niños y niñas, que dependen del acompañamiento adulto por falta de entornos seguros.
  • Mujeres, que realizan más trayectos multimodales, de cuidados y fuera del horario laboral.
  • Personas migrantes y con bajos ingresos, que pueden no acceder al coche o a billetes de transporte.
  • Personas con problemas de salud mental, que enfrentan barreras no visibles.
  • Residentes en zonas rurales o mal conectadas, donde el transporte es inexistente o insuficiente.

Una ciudad que ignora estas realidades está diseñando su movilidad solo para una parte de la población: la más autónoma, joven, sana, digitalizada y con recursos.

Movernos también es una cuestión de género

La movilidad no es neutra: mujeres y hombres se mueven de forma diferente, por motivos distintos, en horarios distintos y con prioridades distintas. Mientras muchas políticas de transporte han estado históricamente pensadas para el “viaje al trabajo” de un varón adulto, en horarios punta y trayectos lineales, la movilidad cotidiana de muchas mujeres se estructura en trayectos múltiples, encadenados y orientados al cuidado: llevar a los hijos al colegio, hacer la compra, acompañar a mayores, acceder a servicios públicos.

Además, las mujeres sufren una mayor percepción de inseguridad en el espacio público y en el transporte colectivo, lo que condiciona sus decisiones de movilidad. La falta de iluminación, la escasa presencia de personal o la sensación de aislamiento en paradas o vagones pueden hacer que muchas mujeres modifiquen horarios, rutas o incluso opten por medios más caros o contaminantes para sentirse más seguras.

Por todo ello, hablar de movilidad con perspectiva de género implica:

  • Incorporar criterios de seguridad subjetiva en el diseño del espacio urbano.
  • Escuchar las experiencias de las mujeres en el transporte.
  • Reconocer y visibilizar los trayectos de cuidados como parte fundamental del sistema.
  • Diseñar sistemas que faciliten trayectos encadenados y accesibles para quienes cuidan.

La movilidad infantil empieza con caminos escolares seguros

Una ciudad que no es segura ni accesible para los niños y niñas no es una ciudad inclusiva. Durante décadas, la movilidad infantil ha sido reducida o delegada: los menores son transportados en coche por adultos, a menudo por temor a los peligros del tráfico o a la falta de autonomía urbana. Esto no solo afecta su desarrollo físico y social, sino que contribuye a un modelo de movilidad insostenible, dependiente y sobreprotector.

Recuperar la movilidad autónoma infantil es una prioridad para una ciudad verdaderamente habitable. Esto pasa por garantizar entornos escolares pacificados, calles caminables, aceras amplias, cruces seguros, y una cultura urbana que valore y proteja la presencia infantil en el espacio público.

Una de las estrategias más efectivas para ello son los caminos escolares seguros, que promueven que los niños puedan ir al colegio andando o en bici, de forma autónoma o acompañada, en rutas especialmente diseñadas para minimizar riesgos y fomentar la autonomía.

En este ámbito destaca el programa STARS (Acreditación y Reconocimiento de Desplazamientos Sostenibles para Centros Educativos), impulsado por la Dirección General de Tráfico (DGT). El proyecto busca involucrar a los centros educativos, las familias, el alumnado y las administraciones locales en la promoción de la movilidad activa, segura y sostenible en los trayectos escolares. Además de fomentar hábitos saludables, STARS crea comunidad, reduce la congestión en torno a los colegios y contribuye a una nueva cultura urbana más amable y participativa.

Barreras que impiden una movilidad verdaderamente inclusiva

Algunas de las principales barreras que dificultan el acceso equitativo al transporte y al espacio público:

  • Físicas: bordillos altos, ausencia de rampas, estaciones sin ascensor, vehículos no adaptados.
  • Económicas: precios elevados, falta de tarifas sociales o gratuitas.
  • Culturales o idiomáticas: señalización poco comprensible, apps sin accesibilidad lingüística.
  • Tecnológicas: digitalización que excluye a personas mayores o sin acceso a internet.
  • Urbanísticas: distancias largas, escasa densidad, servicios dispersos.
  • De seguridad: calles inseguras, acoso, poca iluminación o falta de vigilancia.
  • De diseño de horarios y recorridos: pensados para el trabajo formal, no para las tareas de cuidados.

ODS 11.2 y AUE: movilidad para todas las personas

El ODS 11.2 establece como meta proporcionar acceso a sistemas de transporte seguros, accesibles y sostenibles para todos, prestando especial atención a personas mayores, con discapacidad y en situación vulnerable.

La Agenda Urbana Española, en sus Objetivos Específicos 1.3 y 6.3, impulsa la igualdad de oportunidades, el acceso universal a los servicios urbanos y la mejora de la accesibilidad en el transporte público y en los entornos urbanos.

Ambos marcos coinciden en que la inclusión no es una opción secundaria, sino una condición de sostenibilidad.

Medidas para una movilidad realmente inclusiva

Algunas líneas de acción prioritarias para avanzar hacia una movilidad más justa:

  • Accesibilidad universal en todos los modos de transporte y espacios públicos.
  • Tarifas sociales y abonos gratuitos para determinados colectivos (jóvenes, mayores, desempleados).
  • Diseño de rutas y horarios adaptados a trayectos de cuidados y no laborales.
  • Perspectiva de género en la planificación urbana y de movilidad.
  • Participación activa de personas con diversidad funcional, mayores o migrantes en la toma de decisiones.
  • Campañas de sensibilización para fomentar la empatía y el respeto.
  • Capacitación digital para usar herramientas de movilidad (apps, tarjetas electrónicas).
  • Movilidad infantil autónoma, con caminos escolares seguros y entornos pacificados.

Una ciudad accesible es mejor para todos

Diseñar la movilidad pensando en las personas con mayores dificultades no solo mejora su calidad de vida: beneficia a toda la ciudadanía. Una rampa es útil para una persona en silla de ruedas, pero también para quien lleva un carrito de bebé. Un bus que avisa la próxima parada con sonido y texto sirve para personas con y sin discapacidad visual. Una acera ancha no es solo accesibilidad: es calidad urbana.

Cuando se pone la inclusión en el centro, la ciudad se hace más humana para todos.

La movilidad como un derecho colectivo

La movilidad no es un privilegio de quienes pueden pagarse un coche o una tarjeta mensual. Es un derecho colectivo que debe garantizar el acceso a una vida digna. En un contexto de transición ecológica, no podemos permitir que las soluciones sostenibles sean solo para quienes ya están en mejor situación.

Una movilidad sostenible debe ser también una movilidad solidaria. Solo así podremos construir ciudades verdaderamente resilientes, cohesionadas y con justicia social.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué colectivos enfrentan más barreras para moverse libremente por la ciudad?
  2. ¿Por qué la movilidad inclusiva debe estar en el centro de las políticas públicas?
  3. ¿Cómo se puede aplicar la accesibilidad universal en todos los modos de transporte?
  4. ¿Qué ejemplos conoces de políticas que promuevan la equidad en la movilidad?
  5. ¿Qué medidas mejorarían la seguridad y autonomía de mujeres, mayores o niños?
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