Nuevas dinámicas de la cooperación: cooperación Sur-Sur, triangular y digitalización

La cooperación internacional al desarrollo se encuentra en plena transformación. Durante décadas, el esquema dominante fue el de la ayuda Norte-Sur: países ricos canalizando recursos hacia países pobres. Sin embargo, el escenario actual es mucho más complejo. Países emergentes, redes Sur-Sur, alianzas triangulares, empresas tecnológicas y dinámicas de digitalización están redefiniendo los actores, las prioridades y los instrumentos de la cooperación.

Este artículo explora algunas de estas nuevas dinámicas, con especial atención a la cooperación Sur-Sur, la cooperación triangular y el impacto de la digitalización, analizando oportunidades, riesgos y su relevancia para Europa y España en el marco de la Agenda 2030.

El fin del monopolio Norte-Sur

El modelo clásico de cooperación, basado en la transferencia de recursos desde los países industrializados hacia el Sur global, ha perdido centralidad por varias razones:

  • El surgimiento de países emergentes como China, India, Brasil, Turquía o Sudáfrica, que se han convertido en donantes y socios.
  • La creciente interdependencia global, donde todos los países enfrentan retos comunes (clima, pandemias, migraciones).
  • La crítica al asistencialismo y al paternalismo del modelo tradicional.
  • El auge de nuevos actores no estatales: empresas, fundaciones, universidades, comunidades migrantes.

En este contexto, han surgido modalidades alternativas de cooperación que rompen con la lógica vertical y buscan formas más horizontales y plurales.

Cooperación Sur-Sur: solidaridad entre iguales

La cooperación Sur-Sur (CSS) hace referencia a la colaboración entre países en desarrollo, basada en principios de reciprocidad, solidaridad y respeto a la soberanía.

Lo que hoy se conoce como Cooperación Sur-Sur, deriva de la aprobación en Argentina, el 18 de septiembre de 1978, del Plan de Acción de Buenos Aires para Promover y Realizar la Cooperación Técnica entre los Países en Desarrollo (PABA).

Firmado por 138 Estados, el Plan creó un puente de colaboración entre los países menos desarrollados, estableció por primera vez un marco de referencia para este tipo de cooperación e incorporó en su práctica los principios bàsicos de las relaciones entre Estados: el respeto por la soberanía, la no injerencia en asuntos internos y la igualdad de derechos, entre otros. A su vez, definió una serie de recomendaciones concretas tendentes a establecer marcos jurídicos, bases institucionales y mecanismos de financiamiento en los niveles nacional, regional, interregional y global.

La CSS fue definida en Buenos Aires como un instrumento capaz de impulsar el intercambio de experiencias entre países que comparten realidades históricas próximas y desafíos similares.

La CSS ha demostrado ser una herramienta efectiva en diversas áreas, como:

  • Agricultura: Programas para mejorar la alimentación escolar y la resiliencia agrícola. 
  • Salud: Intercambio de conocimientos sobre sanidad y derechos humanos. 
  • Cambio climático: Desarrollo de estrategias y acciones para mitigar y adaptarse al cambio climático. 
  • Propiedad intelectual: Colaboración para el desarrollo de sistemas de propiedad intelectual. 
  • Desarrollo social: Iniciativas de juventud, empleo y liderazgo. 

La CSS se presenta como alternativa a la cooperación tradicional, al evitar condicionalidades políticas y promover un discurso de horizontalidad. Sin embargo, no está exenta de críticas: se cuestiona si en algunos casos reproduce relaciones de dependencia (por ejemplo, los préstamos chinos condicionados a recursos naturales).

Cooperación triangular: alianzas híbridas

La cooperación triangular surge cuando un país donante tradicional (del Norte) colabora con un país emergente (del Sur) para apoyar a un tercer país en desarrollo. La idea es combinar recursos financieros con conocimiento técnico y experiencia contextual.

Por ejemplo, España ha impulsado proyectos triangulares en América Latina, donde aporta financiación y coordinación, mientras que un país latinoamericano comparte su experiencia en políticas sociales con otro país de la región.

La cooperación triangular puede generar sinergias valiosas y reforzar el sentido de corresponsabilidad. No obstante, requiere una fuerte coordinación y enfrenta el riesgo de que el donante tradicional imponga su agenda.

La digitalización como nueva frontera

La revolución digital está transformando radicalmente la cooperación al desarrollo. La expansión de internet, los teléfonos móviles y las tecnologías emergentes abre oportunidades inéditas, pero también plantea dilemas.

Oportunidades:

  • Acceso a educación en línea y formación a distancia.
  • Servicios financieros móviles que facilitan la inclusión (como M-Pesa en Kenia).
  • Plataformas de telemedicina y seguimiento de epidemias.
  • Sistemas de datos para monitorear los ODS y mejorar la transparencia.

Riesgos:

  • Ampliación de la brecha digital entre quienes tienen acceso y quienes quedan excluidos.
  • Dependencia tecnológica de empresas multinacionales.
  • Problemas de soberanía digital y protección de datos.
  • Posible uso de la digitalización para el control social o la vigilancia.

La cooperación digital requiere un enfoque ético que combine innovación con derechos humanos, equidad y sostenibilidad.

Empresas, innovación y cooperación multiactor

Otra dinámica emergente es la creciente participación de empresas y alianzas multiactor en la cooperación. Ya no se trata solo de responsabilidad social corporativa, sino de integrar a empresas en proyectos de impacto social y ambiental.

  • Fondos de inversión de impacto buscan retornos económicos y sociales.
  • Grandes tecnológicas como Google, Microsoft o Huawei invierten en programas educativos y de conectividad en países en desarrollo.
  • Alianzas público-privadas movilizan recursos para infraestructuras, salud o energía.

Esto amplía el abanico de recursos disponibles, pero también plantea preguntas: ¿cómo garantizar que los objetivos de desarrollo no queden subordinados a intereses comerciales? ¿Quién regula y supervisa estas iniciativas?

Migraciones y diásporas: actores de cooperación

Las comunidades migrantes juegan un papel creciente en la cooperación. A través de remesas, asociaciones y proyectos de codesarrollo, contribuyen tanto al bienestar de sus países de origen como a la cohesión en las sociedades de acogida.

En España, las asociaciones de migrantes han impulsado proyectos en Marruecos, Senegal, Ecuador o Bolivia, financiados en parte por municipios o comunidades autónomas. A nivel global, organismos como el PNUD han reconocido el potencial de la diáspora como puente de cooperación.

Europa y España ante las nuevas dinámicas

Europa ha tratado de adaptarse a este nuevo escenario apoyando la cooperación triangular, promoviendo la innovación digital y fomentando alianzas multiactor. El Instrumento de Vecindad, Desarrollo y Cooperación Internacional (IVDCI) de la UE refleja esta voluntad de flexibilizar y diversificar la cooperación.

España, por su parte, se ha destacado en el impulso de la cooperación triangular en América Latina, aprovechando su afinidad cultural y sus redes históricas. También ha promovido proyectos de cooperación digital y de codesarrollo con comunidades migrantes.

Sin embargo, para consolidar este papel, España necesita superar limitaciones de financiación y coordinación, y evitar la tentación de instrumentalizar estas modalidades con fines de control migratorio o geopolítico.

Retos de las nuevas dinámicas

Aunque ofrecen oportunidades, estas nuevas dinámicas también plantean importantes desafíos:

  • Legitimidad y equidad: asegurar que los proyectos respeten los derechos de las comunidades y no refuercen nuevas dependencias.
  • Regulación: establecer marcos claros para la participación de empresas y actores privados.
  • Sostenibilidad: garantizar que la digitalización y la innovación tecnológica no agraven desigualdades.
  • Coherencia: integrar estas modalidades en una estrategia global de cooperación y no tratarlas como modas pasajeras.

Conclusión

La cooperación al desarrollo del siglo XXI ya no se limita a transferencias Norte-Sur. Nuevos actores, modalidades y tecnologías están transformando profundamente el panorama. La cooperación Sur-Sur y triangular muestran el potencial de relaciones más horizontales, mientras que la digitalización abre posibilidades inmensas pero también riesgos de exclusión.

Europa y España tienen la oportunidad de situarse en la vanguardia de estas transformaciones, siempre que lo hagan desde una lógica de justicia global y no solo de intereses estratégicos. La clave será aprovechar la innovación sin perder de vista los principios éticos y los derechos humanos que deben guiar toda cooperación.

En última instancia, las nuevas dinámicas nos recuerdan que la cooperación es un campo vivo, en constante evolución, que debe adaptarse a un mundo cambiante sin renunciar a su propósito esencial: construir un futuro más justo, sostenible y compartido.

Preguntas para el debate

  1. ¿La cooperación Sur-Sur es realmente horizontal o genera nuevas dependencias?
  2. ¿Qué ventajas y riesgos tiene la cooperación triangular frente a la bilateral o multilateral?
  3. ¿Cómo puede la digitalización reducir desigualdades sin ampliar la brecha digital?
  4. ¿Qué límites debería tener la participación de empresas tecnológicas en la cooperación?
  5. ¿De qué manera pueden las diásporas convertirse en actores de cooperación transformadora?
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