La cooperación no gubernamental: ONGD, movimientos sociales y cooperación descentralizada

Aunque a menudo se asocia la cooperación al desarrollo con gobiernos y organismos internacionales, la realidad es que una parte esencial de este campo se sostiene gracias a la acción de actores no gubernamentales. Organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONGD), movimientos sociales, universidades, comunidades de migrantes, fundaciones y administraciones descentralizadas son protagonistas de una cooperación más cercana a la ciudadanía y, en muchos casos, más innovadora.

Este artículo explora la importancia de la cooperación no gubernamental, con especial referencia al caso español y europeo, analizando su papel, logros, limitaciones y desafíos en un mundo marcado por la interdependencia y la Agenda 2030.

¿Qué entendemos por cooperación no gubernamental?

La cooperación no gubernamental hace referencia al conjunto de iniciativas impulsadas por actores distintos de los gobiernos centrales, aunque a menudo en colaboración con ellos. Incluye:

  • ONG de desarrollo (ONGD): asociaciones sin ánimo de lucro que trabajan en proyectos de cooperación, acción humanitaria y educación para la ciudadanía global.
  • Movimientos sociales: colectivos que promueven campañas de sensibilización, incidencia política y defensa de derechos.
  • Fundaciones y empresas: entidades privadas que financian o implementan proyectos con fines sociales.
  • Cooperación descentralizada: la que llevan a cabo comunidades autónomas y ayuntamientos, generalmente en alianza con ONGD.
  • Asociaciones de migrantes y de la diáspora: que impulsan proyectos de codesarrollo entre España y sus países de origen.

Estos actores diversifican y enriquecen el ecosistema de la cooperación, aportando cercanía, innovación y capacidad de incidencia.

Origen y evolución en España y Europa

En Europa, las ONGD surgieron con fuerza tras la Segunda Guerra Mundial, vinculadas a movimientos de solidaridad, acción humanitaria y defensa de los derechos humanos. En España, el sector comenzó a desarrollarse especialmente a partir de los años ochenta, con la consolidación democrática y el ingreso en la Comunidad Económica Europea.

La década de los noventa y los 2000 fueron de gran expansión: crecieron el número de ONGD, el apoyo ciudadano y la financiación pública, tanto estatal como autonómica y local. La Coordinadora de ONGD de España, creada en 1986, se consolidó como plataforma de referencia para articular las demandas del sector.

La crisis de 2008 supuso un duro golpe: los recortes en la cooperación internacional redujeron drásticamente los recursos destinados a ONGD. Muchas organizaciones tuvieron que reducir plantilla, proyectos e incluso cerrar. A pesar de ello, el sector mostró resiliencia y mantuvo viva la defensa de una cooperación transformadora.

El papel de las ONGD

Las ONGD cumplen múltiples funciones dentro de la cooperación:

  • Ejecución de proyectos: trabajan sobre el terreno en ámbitos como educación, salud, agricultura sostenible, igualdad de género, agua y saneamiento, entre otros.
  • Acción humanitaria: intervienen en situaciones de emergencia (conflictos, desastres naturales, crisis de refugiados), en muchos casos como primeras en llegar.
  • Educación y sensibilización: desarrollan campañas y programas en España y Europa para promover la ciudadanía global, el consumo responsable y la solidaridad.
  • Incidencia política: actúan como voz crítica que exige a gobiernos y organismos internacionales mayor compromiso con el desarrollo, la coherencia de políticas y la justicia global.

Un rasgo distintivo es su proximidad a la ciudadanía: muchas ONGD se financian en parte con aportaciones privadas y voluntariado, lo que refuerza su legitimidad social.

Cooperación descentralizada: comunidades y municipios

En España, la cooperación descentralizada es uno de los elementos más singulares. Comunidades autónomas y ayuntamientos han desarrollado sus propios programas y convocatorias de proyectos de cooperación, en alianza con ONGD y asociaciones locales.

Este modelo aporta ventajas:

  • Diversifica fuentes de financiación.
  • Permite una cooperación más cercana a la ciudadanía.
  • Fomenta vínculos entre municipios españoles y comunidades en países del Sur.

Sin embargo, también plantea desafíos: fragmentación, falta de coordinación y dependencia de ciclos políticos locales. En algunos casos, los cambios de gobierno han supuesto la reducción drástica o eliminación de programas de cooperación.

Movimientos sociales y solidaridad internacional

Más allá de las ONGD institucionalizadas, existen movimientos sociales que han jugado un papel fundamental en la construcción de una cultura solidaria. Ejemplos en España incluyen:

  • Las campañas contra la deuda externa en los años noventa.
  • El movimiento de solidaridad con Palestina o con el Sáhara Occidental.
  • Las movilizaciones contra la guerra de Irak (2003), que reforzaron la conciencia crítica sobre la política internacional.
  • Iniciativas de comercio justo, banca ética o soberanía alimentaria.

Estos movimientos han contribuido a ampliar la noción de cooperación más allá de la ayuda, situándola en el terreno de la justicia global y la transformación social.

Fortalezas de la cooperación no gubernamental

La cooperación no gubernamental aporta varios elementos de valor:

  • Flexibilidad: capacidad para adaptarse rápidamente a nuevas realidades.
  • Innovación: introducción de enfoques participativos, de género, interculturales o medioambientales que luego han sido adoptados por instituciones públicas.
  • Proximidad: vínculo directo con comunidades locales y con la ciudadanía en los países donantes.
  • Capacidad de incidencia: presión sobre gobiernos y organismos internacionales para que cumplan compromisos.
  • Educación y sensibilización: trabajo en escuelas, universidades y barrios para promover ciudadanía global.

Limitaciones y críticas

No obstante, la cooperación no gubernamental también enfrenta críticas y limitaciones:

  • Dependencia financiera: gran parte de los recursos provienen de convocatorias públicas, lo que genera vulnerabilidad frente a recortes o cambios políticos.
  • Fragmentación: la multiplicidad de ONGD, a veces con escasa coordinación, puede generar dispersión de esfuerzos.
  • Profesionalización desigual: algunas organizaciones carecen de capacidad técnica suficiente para gestionar proyectos complejos.
  • Riesgo de instrumentalización: en ocasiones, las ONGD pueden ser utilizadas por gobiernos como ejecutores baratos de sus políticas, perdiendo autonomía.
  • Legitimidad: se cuestiona hasta qué punto representan realmente a las comunidades del Sur o responden a agendas diseñadas desde el Norte.

Nuevos desafíos en la era de la Agenda 2030

La Agenda 2030 plantea retos y oportunidades para las ONGD y otros actores no gubernamentales:

  • Pasar de proyectos aislados a enfoques sistémicos que aborden causas estructurales.
  • Incorporar la perspectiva de sostenibilidad en todas las acciones.
  • Reforzar alianzas multiactor, incluyendo empresas y universidades, sin perder independencia crítica.
  • Adaptarse a la digitalización y a nuevas formas de participación ciudadana.
  • Enfrentar la reducción del espacio cívico en algunos países del Sur, donde gobiernos restringen la actividad de ONGD.

El codesarrollo: migración y cooperación

Un ámbito creciente es el codesarrollo, impulsado por asociaciones de migrantes que promueven proyectos en sus países de origen, a la vez que favorecen la integración en España. Estas iniciativas muestran que la cooperación no es unidireccional (del Norte al Sur), sino que puede ser bidireccional y basada en vínculos comunitarios y familiares.

El codesarrollo refuerza la idea de que las migraciones no son un problema a gestionar, sino una oportunidad para construir puentes solidarios entre sociedades.

Europa y España: papel en el sistema global

En el ámbito europeo, las ONGD han influido en la construcción de políticas comunitarias de cooperación y en la promoción de la coherencia de políticas para el desarrollo. Redes como CONCORD Europa actúan como plataformas de incidencia ante las instituciones comunitarias.

En España, la tradición de cooperación descentralizada y el papel activo de las ONGD han sido reconocidos internacionalmente como una experiencia singular. La nueva Ley de 2022 refuerza su papel, destacando la importancia de la participación de la sociedad civil y de las entidades territoriales en la cooperación para el desarrollo sostenible.

Conclusión

La cooperación no gubernamental constituye un pilar fundamental de la cooperación al desarrollo. ONGD, movimientos sociales, comunidades migrantes y administraciones descentralizadas aportan legitimidad, cercanía e innovación, y han sido claves en la construcción de una cultura de solidaridad en España y Europa.

Sus limitaciones (dependencia, fragmentación, riesgo de instrumentalización) no deben ocultar sus fortalezas. Más bien invitan a repensar cómo reforzar su autonomía, profesionalidad y capacidad de incidencia en un mundo cada vez más complejo.

En última instancia, la cooperación no gubernamental nos recuerda que la solidaridad internacional no es solo cuestión de gobiernos, sino también de ciudadanas y ciudadanos organizados, capaces de actuar localmente y pensar globalmente.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué aporta la cooperación no gubernamental que no puede ofrecer la gubernamental?
  2. ¿Son las ONGD suficientemente representativas de las comunidades con las que trabajan?
  3. ¿Cómo afecta la dependencia de fondos públicos a la autonomía de las ONGD?
  4. ¿Qué valor tiene el codesarrollo impulsado por asociaciones de migrantes?
  5. ¿Cómo reforzar la cooperación descentralizada sin caer en fragmentación y duplicidades?
Navegación de la serie<< Ética y justicia en la cooperación: dilemas y responsabilidadesLa universidad como agente de cooperación al desarrollo: investigación, formación y compromiso social >>
Scroll al inicio