Ética y justicia en la cooperación: dilemas y responsabilidades

La cooperación al desarrollo no es solo una cuestión de técnicas, instituciones o presupuestos. Es, ante todo, un campo atravesado por dilemas éticos y políticos. ¿Por qué unos países deben apoyar a otros? ¿Se trata de solidaridad, de justicia, de responsabilidad histórica o de interés propio? ¿Cómo evitar que la cooperación se convierta en dominación o en instrumento de poder?

Este artículo explora las dimensiones éticas de la cooperación, presentando los principales enfoques teóricos y aplicándolos a debates concretos: desde el paternalismo hasta la justicia climática. El objetivo es invitar a la reflexión crítica y al debate informado entre ciudadanía y estudiantes universitarios.

¿Solidaridad o justicia? Dos enfoques de base

Existen dos grandes formas de fundamentar la cooperación internacional:

  • La solidaridad: se entiende como un acto voluntario de apoyo a quienes lo necesitan. Se basa en valores de empatía, compasión y fraternidad entre pueblos. Bajo esta lógica, la cooperación es deseable, pero no estrictamente obligatoria.
  • La justicia global: sostiene que la cooperación no es un acto opcional, sino un deber moral derivado de la interdependencia y de las desigualdades estructurales. No se trata de “ayudar”, sino de corregir injusticias generadas por un orden internacional desigual.

En la práctica, ambos enfoques conviven. Los discursos oficiales suelen apelar a la solidaridad, mientras que los movimientos sociales insisten en la justicia global, señalando la responsabilidad histórica del Norte en fenómenos como la colonización, el comercio desigual o el cambio climático.

Dominación y dependencia: la cara oscura de la ayuda

Una de las críticas más frecuentes a la cooperación es su potencial paternalismo: la idea de que los países ricos saben qué necesitan los pobres y se lo proporcionan, sin tener en cuenta sus prioridades y capacidades. Este enfoque puede perpetuar relaciones verticales y dependencia.

Ejemplos habituales incluyen:

  • Proyectos diseñados sin participación local, que fracasan porque no responden a necesidades reales.
  • Condiciones impuestas por donantes o instituciones financieras que limitan la soberanía de los países receptores.
  • Narrativas que presentan a los pueblos del Sur como víctimas pasivas, reforzando estereotipos de inferioridad.

El desafío ético consiste en pasar de una lógica de “dar a los que no tienen” a una lógica de partenariado horizontal, basada en el respeto, la reciprocidad y la corresponsabilidad.

Responsabilidad histórica y justicia climática

El debate sobre la responsabilidad histórica es especialmente evidente en el ámbito del cambio climático. Los países industrializados han generado la mayoría de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero, pero son los países más pobres los que sufren los impactos más graves.

De ahí surge el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, recogido en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (1992). Según este principio, todos los países deben actuar frente al cambio climático, pero los países ricos tienen la obligación ética de liderar la reducción de emisiones y financiar la adaptación en los países más vulnerables.

La discusión sobre pérdidas y daños (loss and damage) ilustra este dilema: ¿deben los países industrializados compensar financieramente a los países del Sur por los efectos irreversibles del cambio climático? La creación de un fondo específico en la COP27 (2022) fue un avance, aunque su dotación aún es incierta.

Derechos humanos como brújula ética

Los derechos humanos ofrecen un marco normativo y ético sólido para orientar la cooperación. No se trata solo de proporcionar recursos, sino de garantizar que todas las personas puedan disfrutar de derechos básicos: alimentación, salud, educación, vivienda, participación política.

La cooperación basada en derechos humanos implica:

  • Reconocer a las personas como titulares de derechos, no como beneficiarios pasivos.
  • Identificar a los Estados como responsables principales de garantizar esos derechos, con apoyo de la comunidad internacional.
  • Promover la participación de la sociedad civil y la rendición de cuentas.

Este enfoque evita el asistencialismo y refuerza la dimensión ética de la cooperación como herramienta para empoderar y garantizar dignidad.

Ética de la ayuda humanitaria

La acción humanitaria plantea dilemas éticos específicos. Según los principios del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, debe guiarse por los valores de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia.

Sin embargo, en la práctica surgen tensiones:

  • La instrumentalización política de la ayuda en contextos de conflicto.
  • La dificultad de mantener neutralidad en guerras donde las potencias donantes tienen intereses.
  • El riesgo de que la ayuda perpetúe dependencias prolongadas si no se combina con estrategias de reconstrucción y desarrollo.

El desafío es mantener la ética humanitaria en un mundo donde los intereses geopolíticos a menudo prevalecen.

Empresas y cooperación: ¿responsabilidad o negocio?

El papel creciente de las empresas en la cooperación internacional abre un campo de dilemas éticos. ¿Contribuyen realmente al desarrollo o buscan principalmente beneficios económicos?

Las alianzas público-privadas y la financiación combinada (blended finance) pueden movilizar recursos importantes, pero plantean interrogantes:

  • ¿Se respetan los derechos laborales y ambientales en los proyectos financiados?
  • ¿Quién asume los riesgos y quién obtiene los beneficios?
  • ¿Se priorizan los objetivos de desarrollo o los intereses comerciales?

La ética empresarial exige pasar de la filantropía voluntaria a la responsabilidad corporativa vinculante, con regulaciones claras sobre derechos humanos, fiscalidad justa y sostenibilidad ambiental.

La ciudadanía global como horizonte ético

Más allá de instituciones y gobiernos, la cooperación interpela a cada persona como parte de una comunidad global. La noción de ciudadanía global plantea que todas las personas, independientemente de su nacionalidad, comparten derechos, responsabilidades y un destino común.

Desde esta perspectiva, la ética de la cooperación no se limita a transferir recursos, sino a transformar estilos de vida, patrones de consumo y estructuras de poder. La solidaridad se convierte en práctica cotidiana: desde el comercio justo hasta el activismo por la justicia climática.

En España, la educación para la ciudadanía global es un campo en expansión, especialmente en universidades y ONGD, donde se trabaja para formar ciudadanos críticos y comprometidos con un mundo interdependiente.

Dilemas en la práctica: ejemplos recientes

Algunos casos recientes ilustran los dilemas éticos de la cooperación:

  • Vacunas contra la COVID-19: ¿era ético que los países ricos acapararan dosis mientras millones en África o Asia no tenían acceso?
  • Crisis de refugiados en Europa: ¿cómo compatibilizar el derecho internacional de asilo con políticas de externalización de fronteras?
  • Ayuda vinculada a intereses migratorios: ¿es legítimo condicionar la cooperación al control de flujos migratorios?
  • Reconstrucción de Ucrania: ¿qué actores deben liderar y con qué criterios éticos se distribuirá la ayuda?

Estos ejemplos muestran que la ética de la cooperación no es abstracta, sino una cuestión viva que afecta a decisiones concretas y con consecuencias reales.

Conclusión

La cooperación al desarrollo no puede entenderse únicamente como un flujo de recursos o como una política exterior. Es, sobre todo, un ámbito en el que se ponen en juego cuestiones éticas fundamentales: solidaridad frente a justicia, responsabilidad histórica frente a interés presente, dignidad humana frente a paternalismo.

Europa y España tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de situar la ética en el centro de sus políticas de cooperación, alineándolas con los derechos humanos, la justicia climática y la ciudadanía global. Ello implica reconocer responsabilidades, evitar incoherencias y apostar por relaciones horizontales y transformadoras.

Al fin y al cabo, la pregunta central sigue vigente: ¿queremos un mundo donde la cooperación sea caridad ocasional o un verdadero compromiso con la justicia global? La respuesta marcará el rumbo de la cooperación en las próximas décadas.

Preguntas para el debate

  1. ¿La cooperación es un acto de solidaridad voluntaria o un deber de justicia?
  2. ¿Cómo evitar el paternalismo en proyectos de cooperación?
  3. ¿Deben los países industrializados compensar económicamente a los más vulnerables por el cambio climático?
  4. ¿Qué principios éticos deberían guiar la acción humanitaria en conflictos?
  5. ¿Qué papel juega la ciudadanía global en definir la ética de la cooperación?
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