Migraciones y violencia estructural: entre la esperanza y la frontera

La migración es una realidad estructural de la humanidad. Millones de personas se desplazan cada año buscando mejores condiciones de vida, escapando de guerras, persecuciones, crisis climáticas o pobreza extrema. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2022 había más de 281 millones de migrantes internacionales, es decir, el 3,6 % de la población mundial.

Aunque la movilidad forma parte de la historia de la humanidad, las condiciones en que se produce hoy revelan profundas desigualdades globales y exponen a los migrantes a múltiples formas de violencia. En muchos casos, lo que empieza como un proyecto de esperanza termina convirtiéndose en una experiencia marcada por la precariedad, la explotación y la criminalización.

En Europa y España, la cuestión migratoria se ha convertido en un terreno de batalla política y cultural. La gestión de fronteras, los centros de internamiento y las muertes en el Mediterráneo son recordatorios de que la migración no solo es un fenómeno social, sino también un espejo de nuestras contradicciones éticas y políticas.

Factores de expulsión: migrar para sobrevivir

Las migraciones contemporáneas no pueden entenderse sin analizar los factores de expulsión:

  • Guerras y conflictos armados, como en Siria, Afganistán, Ucrania o Gaza, que obligan a millones de personas a huir para salvar la vida.
  • Crisis climática, que provoca sequías, inundaciones y pérdida de medios de vida. Naciones Unidas calcula que hacia 2050 podría haber 200 millones de desplazados climáticos.
  • Desigualdad y pobreza estructural, exacerbadas por modelos económicos globales que concentran la riqueza y dejan a regiones enteras en situación de dependencia.
  • Persecuciones políticas, étnicas, religiosas o de género, que convierten a minorías en blanco de violencia sistemática.

Estos factores no son “catástrofes naturales”, sino procesos ligados a estructuras de poder global. Migrar, en muchos casos, es una estrategia de supervivencia.

Violencias en tránsito: la ruta como territorio hostil

El camino migratorio suele estar plagado de violencias. Los migrantes y refugiados se convierten en presa fácil de redes criminales y de sistemas fronterizos cada vez más restrictivos.

  • En África, la travesía por el desierto del Sahara está marcada por abusos, secuestros y muertes por deshidratación.
  • En América, la ruta hacia Estados Unidos atraviesa espacios como el Tapón del Darién, donde miles de personas quedan expuestas a mafias y a condiciones naturales extremas.
  • En el Mediterráneo, se calcula que al menos 25.000 migrantes han muerto desde 2014 intentando llegar a Europa.

España, como frontera sur de la UE, es escenario de estas tragedias: naufragios en Canarias o en el Estrecho, saltos masivos en las vallas de Ceuta y Melilla, y devoluciones sumarias que vulneran derechos fundamentales. La violencia en la frontera no es un accidente, sino una consecuencia de políticas que priorizan el control sobre la protección.

Políticas europeas: seguridad frente a derechos

La Unión Europea ha hecho de la gestión securitaria de las fronteras su principal política migratoria. El refuerzo de la agencia Frontex, los acuerdos con países como Turquía o Libia para contener los flujos, y el uso de tecnología de vigilancia muestran una estrategia centrada en la disuasión y el control.

Sin embargo, esta política genera graves dilemas éticos y jurídicos. Organizaciones de derechos humanos han denunciado reiteradamente las violaciones cometidas en los centros de detención libios financiados por la UE, donde migrantes sufren torturas, violaciones y esclavitud moderna.

En España, el debate gira en torno a los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs), criticados por su opacidad y por la vulneración de derechos básicos. El caso más extremo fue el de Melilla en junio de 2022, cuando al menos 23 personas murieron en la frontera bajo la pasividad (o complicidad) de las fuerzas de seguridad.

Migrantes como chivo expiatorio

En el discurso público, los migrantes a menudo se convierten en chivos expiatorios de crisis económicas, sociales o de seguridad. La ola ultraderechista global ha impulsado narrativas que presentan la migración como una “amenaza” a la identidad nacional, a la seguridad ciudadana o al sistema de bienestar.

En Europa y España, partidos y movimientos de ultraderecha explotan el miedo para ganar apoyo electoral, difundiendo bulos sobre el supuesto abuso de servicios públicos o la relación entre migración y criminalidad. Estas narrativas no solo distorsionan la realidad, sino que alimentan el racismo y legitiman políticas excluyentes.

La consecuencia es una violencia simbólica que estigmatiza a comunidades enteras y dificulta su integración.

Mujeres y niños migrantes: vulnerabilidades cruzadas

No todos los migrantes enfrentan los mismos riesgos. Las mujeres y los niños sufren formas específicas de violencia:

  • Muchas mujeres son víctimas de violencia sexual en el tránsito y de explotación laboral en los países de destino.
  • Los menores no acompañados quedan expuestos a redes de trata, explotación laboral o abandono institucional.
  • Las mujeres migrantes en situación irregular son especialmente vulnerables a la violencia machista, ya que temen denunciar por riesgo de deportación.

En España, la situación de los menores migrantes no acompañados (MENAs) ha sido objeto de controversia política y mediática, a menudo con discursos criminalizadores que invisibilizan su condición de víctimas.

Marcos normativos y tensiones internacionales

El Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (2018) es el primer intento global de abordar el fenómeno desde una perspectiva cooperativa. Sin embargo, su carácter no vinculante y el rechazo de varios países, entre ellos Estados Unidos, Italia o Hungría, reflejan la crisis del multilateralismo.

En Europa, el Pacto de Migración y Asilo (2020) busca un equilibrio entre solidaridad y responsabilidad, pero en la práctica refuerza la externalización del control fronterizo y no garantiza mecanismos eficaces de protección.

España, como frontera sur, vive esa tensión entre el respeto a los derechos humanos y las exigencias de control de la UE. El reto es pasar de políticas de emergencia a un enfoque integral que combine seguridad con protección de derechos.

Aportes de la sociedad civil

Frente a la dureza de las políticas estatales, la sociedad civil desempeña un papel crucial. ONG como CEAR, Médicos Sin Fronteras o SOS Mediterráneo trabajan en rescates, atención humanitaria y denuncia de violaciones de derechos. Movimientos ciudadanos en España han impulsado redes de acogida, apoyo legal y campañas contra el racismo institucional.

Estas experiencias muestran que la migración puede gestionarse desde la solidaridad y el respeto a la dignidad humana. Sin embargo, las organizaciones sociales a menudo se enfrentan a criminalización o falta de apoyo institucional.

Retos hacia 2030

De cara al horizonte 2030, los principales desafíos en materia migratoria son:

  • Reducir las muertes en las rutas migratorias mediante corredores seguros y mecanismos de reasentamiento.
  • Garantizar derechos básicos a todos los migrantes, independientemente de su situación administrativa.
  • Combatir el racismo y los discursos de odio, especialmente en el ámbito político y mediático.
  • Proteger a los menores no acompañados con programas de integración y tutela efectiva.
  • Reforzar la cooperación internacional desde un multilateralismo renovado y no desde la externalización de fronteras.

Conclusión: migrar es un derecho humano

Las migraciones son parte constitutiva de la humanidad. No son una amenaza, sino una expresión de resiliencia y búsqueda de dignidad. Sin embargo, la forma en que se gestionan hoy refleja una profunda crisis de justicia y de solidaridad.

España y Europa se encuentran en una encrucijada: pueden optar por reforzar la lógica de muros y exclusión, o bien apostar por un modelo basado en los derechos humanos, la integración y la cooperación internacional.

Hablar de paz y justicia en el siglo XXI implica reconocer que la dignidad de las personas migrantes es inseparable de la dignidad de nuestras propias sociedades. Porque un mundo que criminaliza la movilidad y normaliza la muerte en las fronteras difícilmente puede aspirar a llamarse justo o pacífico.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué factores estructurales obligan a millones de personas a migrar?
  2. ¿Cómo explicar la contradicción entre el derecho humano a migrar y las políticas securitarias europeas?
  3. ¿En qué medida los discursos políticos sobre migración alimentan racismo y xenofobia?
  4. ¿Qué alternativas existen a los actuales sistemas de control fronterizo en España y Europa?
  5. ¿Migrar es un derecho o un privilegio en el mundo actual?
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