Este número de Desafíos 2030 ha recorrido doce artículos que ponen en evidencia que no hay sostenibilidad sin cultura. Hemos visto la cultura como derecho, identidad, economía, paisaje, creatividad, gobernanza y comunidad.
Un hilo conductor atraviesa todas estas miradas: la cultura debe ser entendida y gestionada como un bien común, un patrimonio compartido de la humanidad que se transmite, se recrea y se defiende colectivamente.
En este artículo de cierre sintetizamos las principales ideas surgidas en el dossier y presentamos propuestas clave para que la cultura ocupe el lugar que le corresponde en la Agenda 2030 y más allá.
Cultura: dimensión transversal y bien común
- La cultura no es un sector más, sino el marco transversal que conecta todas las dimensiones del desarrollo sostenible: social, económica, ambiental y política.
- Tratarla como bien común significa que debe garantizarse el acceso universal, la participación ciudadana y la gestión colectiva de los recursos culturales.
- Esto incluye tanto bienes tangibles (patrimonios, espacios públicos, archivos) como intangibles (lenguas, saberes, creatividad).
Derechos culturales como fundamento
- Los derechos culturales, reforzados por la Declaración de Friburgo y la Convención de Faro, reconocen a toda persona el derecho a acceder, crear, participar y decidir en la vida cultural.
- Estos derechos no son secundarios: son condición de ciudadanía plena.
- Su ejercicio requiere políticas inclusivas que reduzcan desigualdades y reconozcan la diversidad cultural.
Diversidad e inclusión frente a discursos excluyentes
- La diversidad cultural es fuente de riqueza, pero también un terreno de disputa.
- El auge de discursos de ultraderecha y el uso de redes sociales para difundir odio muestran la fragilidad de la convivencia.
- La cultura debe afirmarse como espacio de cohesión democrática, diálogo intercultural y valores compartidos.
Cultura, economía e industrias creativas
- La economía cultural es un sector dinámico, generador de empleo y motor de innovación.
- Pero arrastra dilemas: precariedad laboral, concentración de poder en plataformas digitales, homogeneización y huella ambiental.
- La sostenibilidad exige reconocer el doble valor de la cultura —económico y simbólico— y garantizar condiciones justas para creadores y comunidades.
Cultura, territorio y patrimonio
- La cultura transforma ciudades y territorios: crea centralidades, revitaliza barrios, protege paisajes.
- La Convención Europea del Paisaje y la Convención de Faro subrayan que el territorio y el patrimonio son también bienes comunes culturales.
- El reto es evitar gentrificación y extractivismo, apostando por modelos de desarrollo territorial inclusivos y sostenibles.
Cultura comunitaria y autogestión
- Miles de experiencias barriales, rurales e indígenas muestran que la cultura florece desde abajo, en procesos de autogestión comunitaria.
- Estas iniciativas son ejemplos concretos de cultura como bien común: gestionada, cuidada y compartida colectivamente.
- Reconocerlas e integrarlas en las políticas públicas sin coartar su autonomía es clave para democratizar la vida cultural.
Gobernanza cultural y commons
- La gobernanza cultural debe evolucionar hacia modelos de cogestión, donde Estado, sector privado, comunidades y ciudadanía gestionen juntos los bienes culturales.
- Inspirarse en la noción de commons significa pasar de la lógica de propiedad (pública o privada) a la de co-responsabilidad democrática.
- Solo así se garantiza que la cultura permanezca accesible, diversa y sostenible.
Siete propuestas hacia 2030
- Situar la cultura en el centro de la Agenda 2030 como dimensión transversal de todos los ODS.
- Garantizar derechos culturales efectivos, asegurando acceso, participación y diversidad en todas las comunidades.
- Defender la diversidad cultural frente a los discursos excluyentes y la homogeneización digital.
- Regular y apoyar la economía cultural para garantizar empleos dignos, proteger derechos de autor y promover sostenibilidad ambiental.
- Integrar paisaje y patrimonio como bienes comunes en la ordenación del territorio y el urbanismo.
- Fortalecer la educación cultural y la creatividad como base de ciudadanía crítica, solidaria y democrática.
- Impulsar modelos de cogobernanza cultural, tratando la cultura como un bien común y promoviendo la participación ciudadana real en su gestión.
Conclusión
La cultura es el terreno donde se cruzan memoria, creatividad, derechos, comunidad y futuro. Entenderla como bien común nos invita a cuidarla, compartirla y gobernarla colectivamente, evitando que quede atrapada entre la mercantilización y la burocracia.
El gran desafío hacia el 2030 no es solo proteger el medioambiente o garantizar crecimiento económico, sino tejer una vida cultural democrática, inclusiva y sostenible. Porque un futuro sostenible será, sobre todo, un futuro culturalmente humano.
Preguntas para el debate
- ¿Qué aprendizajes clave deja el recorrido por los once artículos anteriores?
- ¿Cómo situar la cultura en el centro de las políticas de sostenibilidad de manera efectiva?
- ¿Qué pasos concretos pueden dar los gobiernos, las universidades y la sociedad civil para fortalecer los derechos culturales?
- ¿Qué significa repensar el futuro sostenible desde la cultura y no solo desde lo económico o lo ambiental?
- ¿Cómo pueden los ciudadanos, en su vida cotidiana, contribuir a construir una cultura para la sostenibilidad?