Durante décadas, la globalización industrial se presentó como una promesa de prosperidad: producir donde era más barato, distribuir a escala global y vender a precios competitivos. Pero la pandemia, la guerra en Ucrania y la rivalidad tecnológica entre potencias han puesto de relieve el coste oculto de esa interdependencia extrema: vulnerabilidad, dependencia y tensiones sociales.
El futuro de la industria ya no puede pensarse sin atender a los dilemas de la globalización. En este artículo los agrupamos en tres grandes tensiones que definen el debate actual.
1. Eficiencia vs. seguridad
El paradigma de la eficiencia. La globalización permitió optimizar costes como nunca antes. Las empresas distribuyeron su producción en cadenas globales: diseño en California, ensamblaje en China, componentes en Taiwán, software en India. Así se redujeron precios y se multiplicó la variedad de bienes de consumo.
La conciencia de vulnerabilidad. La COVID-19 mostró la fragilidad del modelo: mascarillas y respiradores escaseaban en Europa, pese a ser bienes de bajo coste. El bloqueo del canal de Suez en 2021 paralizó durante días el comercio global. La guerra en Ucrania reveló la dependencia energética de Rusia y la de minerales críticos como el níquel o el paladio.
El giro hacia la seguridad. Hoy, muchos gobiernos hablan de “resiliencia”: aceptar mayores costes a cambio de reducir vulnerabilidades. En la práctica, esto significa invertir en capacidad productiva propia en sectores estratégicos (chips, energía, farmacéutica) y diversificar proveedores para no depender de un solo país.
2. Globalización vs. relocalización
Deslocalización: el ciclo pasado. En los años 90 y 2000, trasladar fábricas a países de bajo coste era casi una norma. España, como otros países europeos, perdió parte de su base productiva frente a Asia, donde los salarios eran más bajos y las regulaciones ambientales menos estrictas.
Relocalización y friend-shoring. Hoy se habla de reshoring (relocalización) y friend-shoring (trasladar la producción a países aliados). Apple ha diversificado parte de su producción hacia India y Vietnam para reducir dependencia de China. Europa busca instalar fábricas de semiconductores en su territorio.
El dilema real. Relocalizar no siempre es sencillo ni barato. Requiere inversiones multimillonarias, infraestructuras y mano de obra cualificada. Además, muchas cadenas de valor (como la de los chips) son tan complejas que resulta casi imposible concentrarlas en un solo país o región. El resultado es un híbrido: globalización sí, pero más diversificada y con “puntos críticos” bajo control nacional o regional.
Un aspecto novedoso en el debate sobre la relocalización es que no implica necesariamente reproducir a escala nacional las grandes fábricas del pasado. Las tecnologías de fabricación aditiva e impresión 3D permiten pensar en una producción distribuida y bajo demanda, mucho más flexible. En lugar de depender de complejas cadenas de suministro globales, determinados bienes (piezas de repuesto, componentes médicos, utensilios personalizados) pueden fabricarse localmente en pequeñas plantas o incluso en laboratorios universitarios y makerspaces. Esta “relocalización de nueva generación” no busca competir en costes con Asia en producción masiva, sino aprovechar la capacidad tecnológica para acercar la fabricación a los lugares de consumo, reduciendo tiempos, transporte y huella de carbono. Aunque no es aplicable a todos los sectores, muestra que la reindustrialización puede adoptar formas muy distintas a las del siglo XX.
3. Consumidores vs. trabajadores
Beneficios para consumidores. La globalización trajo bienes más baratos y accesibles: desde ropa hasta electrónica. Esto benefició especialmente a las clases medias, que pudieron acceder a productos que antes eran de lujo.
Costes para trabajadores. Al mismo tiempo, millones de empleos industriales desaparecieron en Europa y EE. UU. La desindustrialización dejó cicatrices profundas en comunidades enteras, generando desempleo, precariedad y descontento político. En España, regiones como Asturias o Cádiz conocen bien este proceso.
El reto político. El dilema es evidente: ¿qué valoramos más como sociedad, precios bajos para los consumidores o empleos estables para los trabajadores? La transición hacia cadenas más seguras y sostenibles probablemente encarezca algunos productos. La clave estará en que los beneficios de la seguridad y la sostenibilidad compensen esos costes para la ciudadanía.
La geopolítica de fondo
No se trata solo de economía: la reorganización de la globalización es también una cuestión geopolítica.
- China apuesta por consolidar su papel como potencia manufacturera y tecnológica, mientras asegura el acceso a materias primas estratégicas en África y América Latina.
- Estados Unidos invierte miles de millones en atraer producción crítica (chips, baterías) y presiona a sus aliados para reducir dependencia de China.
- Europa intenta equilibrar su apertura comercial con la necesidad de autonomía estratégica, con instrumentos como el ajuste de carbono en frontera o los IPCEI.
Conclusión: entre la eficiencia y la soberanía
La globalización industrial no desaparecerá: el mundo seguirá interconectado. Pero el modelo de cadenas de valor hipereficientes y frágiles está dando paso a otro más complejo, en el que la seguridad, la resiliencia y la sostenibilidad se valoran tanto como los costes.
El desafío consiste en gestionar bien las tensiones:
- Aceptar precios quizá más altos, pero con mayor seguridad de suministro.
- Relocalizar lo estratégico, sin caer en una autarquía imposible.
- Proteger a los trabajadores sin renunciar a los beneficios de un mercado global.
En definitiva, la industria de 2030 tendrá que navegar en un mundo donde la eficiencia ya no es el único criterio: la soberanía industrial y la justicia social han entrado de lleno en la ecuación.
Preguntas para el debate
- ¿Qué se gana y qué se pierde al relocalizar producción en comparación con mantener cadenas globales?
- ¿Deberíamos priorizar precios bajos para los consumidores o empleos estables para los trabajadores?
- ¿Qué significa hablar de resiliencia en las cadenas de valor?
- ¿Cómo impactan la pandemia y la guerra en Ucrania en el debate sobre globalización?
- ¿Es viable un equilibrio entre apertura comercial y soberanía industrial?