En un tiempo en el que los problemas parecen cada vez más globales (cambio climático, migraciones, pandemias, desigualdad digital) puede resultar paradójico hablar del poder de lo local. Sin embargo, la experiencia demuestra que las acciones comunitarias y la ciudadanía activa constituyen uno de los pilares más sólidos de la gobernanza democrática.
Cuando la gente se organiza en barrios, pueblos o ciudades, puede transformar realidades concretas e incluso inspirar cambios nacionales e internacionales. La fuerza de la ciudadanía activa radica en su cercanía: conoce los problemas, moviliza la creatividad colectiva y genera soluciones innovadoras que los grandes aparatos estatales o corporativos no logran diseñar.
¿Qué entendemos por ciudadanía activa?
La ciudadanía activa no se reduce a votar o cumplir con obligaciones legales: implica implicarse en la vida pública, participar en asociaciones, ejercer vigilancia ciudadana sobre los poderes públicos, organizarse en torno a problemas comunes y generar iniciativas colectivas.
En este sentido, la acción comunitaria es una forma concreta de ciudadanía activa: cuando las personas se agrupan para resolver un problema compartido, desde una asociación vecinal hasta un movimiento global como Fridays for Future.
La escala local como espacio de innovación democrática
Las ciudades y comunidades locales son laboratorios privilegiados para desarrollar propuestas participativas que resuelven problemas y desafíos locales:
- Grupos de consumo que estimulan el consumo local y de temporada y los circuitos cortos de comercialización y apoyan la renta de los agricultores cercanos.
- Cooperativas de vivienda en cesión de uso que desmercantilizan el acceso a la vivienda a través de fórmulas de colaboración que no siguen las lógicas especulativas.
- Cooperativas de consumo energético que muestran cómo la acción local puede impulsar modelos sostenibles frente a grandes oligopolios.
Lo local no es un reducto aislado, sino un espacio de innovación que puede irradiar hacia niveles superiores de gobernanza.
Acción comunitaria frente a crisis globales
La pandemia de la COVID-19 fue una prueba contundente: cuando los sistemas estatales colapsaban, fueron redes de apoyo vecinal, asociaciones y comunidades locales las que garantizaron ayuda a mayores, reparto de alimentos o acceso a dispositivos digitales para estudiantes.
En la crisis climática, las ciudades han tomado la delantera: C40, una red global de más de 90 grandes urbes, ha liderado compromisos de reducción de emisiones más ambiciosos que muchos Estados.
En España, redes como las plataformas de afectados por la hipoteca (PAH) o las iniciativas de bancos de alimentos vecinales han demostrado la capacidad de las comunidades para responder a la exclusión social.
Ciudadanía digital y comunidades en red
La digitalización ha ampliado las posibilidades de acción comunitaria:
- Plataformas como Consul permiten a los ciudadanos presentar propuestas y votarlas en línea.
- Movimientos como 15M en España o Occupy Wall Street en EE.UU. se organizaron en gran medida a través de redes sociales.
- En el ámbito local, WhatsApp o Telegram se han convertido en herramientas cotidianas de organización vecinal.
Sin embargo, la ciudadanía digital también enfrenta riesgos: desinformación, discursos de odio o vigilancia masiva que pueden limitar la capacidad de acción libre de las comunidades.
El poder de lo local en Europa y España
En Europa, la acción comunitaria ha sido clave en temas como:
- Acogida de refugiados: ciudades como Barcelona, Berlín o Nápoles han desafiado a gobiernos nacionales para ofrecer refugio a personas migrantes.
- Transición energética: Alemania lidera con más de 800 cooperativas energéticas ciudadanas que producen y distribuyen energía renovable.
- Economía social: redes de cooperativas, asociaciones y ONG han generado empleo digno y servicios en zonas donde el mercado y el Estado no llegaban.
En España, ejemplos como las mareas ciudadanas en defensa de la sanidad y la educación pública muestran que la ciudadanía organizada puede influir en políticas concretas y transformadoras.
Retos de la acción comunitaria
Pese a su potencial, la ciudadanía activa enfrenta desafíos importantes:
- Fragmentación y agotamiento: los movimientos sociales suelen nacer con fuerza, pero pueden diluirse si no logran institucionalizarse o renovarse.
- Desigualdad en la participación: las comunidades más vulnerables, que más necesitarían organizarse, suelen tener menos recursos para hacerlo.
- Tensiones con los gobiernos: muchas veces los poderes públicos ven la acción comunitaria como amenaza en lugar de como aliada.
- Dependencia de la financiación: sin recursos estables, las iniciativas dependen de voluntarismo y corren riesgo de desaparecer.
De lo local a lo global: ciudadanía glocal
El gran desafío del siglo XXI es articular el poder de lo local con la necesidad de respuestas globales. La noción de “ciudadanía glocal” apunta precisamente a esto:
- Pensar globalmente, actuar localmente.
- Utilizar las experiencias comunitarias como palanca para cambios estructurales.
- Vincular las luchas locales (por el clima, la vivienda, la igualdad) con redes internacionales.
Ejemplo claro son los movimientos juveniles por el clima: empezaron con huelgas escolares en barrios y ciudades, y terminaron convirtiéndose en un movimiento mundial con capacidad de presionar en cumbres internacionales.
Conclusión: gobernanza desde abajo
La acción comunitaria y la ciudadanía activa no son un complemento opcional de la democracia, sino su raíz vital. En un mundo donde el poder tiende a concentrarse en grandes corporaciones y organismos globales, recuperar el poder de lo local significa devolver el protagonismo a las personas.
La buena gobernanza se construye desde abajo, con comunidades que se organizan, deliberan y actúan. En ese sentido, lo local no es lo contrario de lo global, sino la base necesaria para que lo global sea democrático y sostenible.
De cara a 2030, el desafío es fortalecer estas experiencias, dotarlas de recursos, protegerlas frente a amenazas externas y garantizar que el poder de lo local sea reconocido como lo que realmente es: un motor indispensable de cambio global.
Preguntas para el debate
- ¿Qué aporta la acción comunitaria que no pueden aportar las instituciones estatales?
- ¿Cómo se puede escalar lo local para influir en agendas nacionales y globales?
- ¿Qué ejemplos europeos muestran el poder transformador de lo comunitario?
- ¿Cómo se financia y sostiene en el tiempo la acción ciudadana?
- ¿El poder de lo local puede contrarrestar dinámicas globales como el cambio climático?