Comunicar el cambio climático

El cambio climático no es solo un desafío científico y político: también es un reto comunicativo. De poco sirve tener los mejores datos y los informes más rigurosos si no logran llegar a la ciudadanía, emocionar, generar conversación y, sobre todo, impulsar acción. La comunicación climática es el puente entre la evidencia científica y las decisiones sociales.

Sin embargo, comunicar el cambio climático es complejo. Se trata de un fenómeno global, a menudo percibido como lejano, técnico y abstracto. Además, se enfrenta a poderosos enemigos: el negacionismo, que rechaza la realidad del problema, y el retardismo, que acepta los hechos pero propone retrasar o suavizar las soluciones.

Negacionismo y retardismo: viejos y nuevos obstáculos

El negacionismo climático, impulsado en gran medida por intereses ligados a los combustibles fósiles, se ha basado durante décadas en sembrar dudas sobre el consenso científico. Aunque hoy resulta difícil negar lo evidente (el planeta se calienta y la causa principal son las actividades humanas), todavía hay corrientes mediáticas y políticas que lo relativizan.

En España, aunque el negacionismo explícito es minoritario, sigue teniendo altavoces en determinados sectores políticos y mediáticos. Titulares que hablan de “alarmismo climático” o que señalan las nevadas invernales como supuesta prueba de que “no hay calentamiento” reflejan este discurso.

Más sutil es el retardismo climático: aceptar la existencia del problema, pero insistir en que no es urgente o que las soluciones propuestas son excesivas. Este discurso es incluso más peligroso, porque ofrece la apariencia de racionalidad mientras posterga las medidas necesarias.

El poder de las palabras y las imágenes

¿Cómo contar el cambio climático sin caer en dos trampas comunes: la parálisis por miedo o la indiferencia por saturación?

  • El lenguaje importa: hablar de “crisis climática” transmite urgencia mayor que “cambio climático”. Algunos medios en España, como El País o La Vanguardia, ya han adoptado este término.
  • Las imágenes marcan: un oso polar sobre un bloque de hielo es potente, pero lejano. Mostrar un barrio inundado en Valencia o un campo de olivos secos en Jaén acerca el problema al día a día.
  • Las historias personales conectan: una agricultora que pierde su cosecha por la sequía o un médico que atiende más casos de golpes de calor hacen tangible un fenómeno abstracto.

Los medios de comunicación: entre el desafío y la responsabilidad

El papel de los medios es central. Informar sobre cambio climático no puede reducirse a un apartado en ciencia o medio ambiente: es un tema económico, social, político y cultural.

En España, iniciativas como El País Planeta Futuro o secciones especializadas en RTVE y eldiario.es han contribuido a darle visibilidad. Sin embargo, los expertos señalan varios déficits:

  • Falta de continuidad: el tema aparece en picos (ola de calor, cumbre climática) y desaparece en periodos intermedios.
  • Escasa formación de periodistas especializados.
  • Tendencia a buscar “equilibrio” dando voz a voces negacionistas minoritarias, lo que genera falsa equidistancia.

Redes sociales: un campo de batalla

Las redes sociales son terreno fértil para la desinformación climática, pero también para la movilización.

El negacionismo digital difunde bulos (“las erupciones volcánicas emiten más CO₂ que la humanidad”) o conspiraciones (“el cambio climático es un invento para cobrar impuestos”). Estudios recientes muestran que cuentas organizadas amplifican estos mensajes, en ocasiones desde intereses políticos o económicos.

Pero las redes también son herramienta poderosa para los activistas climáticos. Movimientos como Fridays for Future o colectivos como Rebelión Científica en España han utilizado Twitter, Instagram y TikTok para llegar a nuevas generaciones y poner el tema en la agenda.

Ciencia y ciudadanía: traducir sin banalizar

Los científicos enfrentan el reto de comunicar sin perder rigor. Explicar la complejidad del IPCC en titulares accesibles es difícil, pero imprescindible. Aquí entran los mediadores: divulgadores, periodistas especializados, ONG y educadores.

En España, figuras como Andreu Escrivà o Jorge Olcina trabajan en acercar la ciencia climática a la sociedad, desmontando mitos y traduciendo informes técnicos en mensajes comprensibles.

La clave está en traducir sin banalizar: simplificar no significa distorsionar.

¿Alarma o esperanza? El delicado equilibrio

Un dilema recurrente es el tono: ¿conviene subrayar el desastre o destacar las oportunidades?

  • Si solo se comunica catástrofe, se corre el riesgo de eco-ansiedad y parálisis.
  • Si solo se habla de soluciones fáciles, se puede generar falsa confianza.

El equilibrio pasa por reconocer la gravedad del problema, pero también mostrar que existen alternativas: desde la transición energética en España hasta experiencias de adaptación urbana o proyectos de reforestación comunitaria.

Educación: sembrar conciencia desde la base

La comunicación climática no debe limitarse a los medios. La educación formal e informal es clave.

En España, el currículo escolar incluye cada vez más contenidos sobre sostenibilidad y cambio climático, aunque su implementación depende de las comunidades autónomas. Programas como “Escuelas por el Clima” buscan convertir los centros educativos en laboratorios de sostenibilidad, no solo en teoría sino en práctica.

Combatiendo la desinformación

Frente a bulos y fake news, son necesarias estrategias activas de verificación y comunicación:

  • Plataformas como Maldita.es o Newtral desmontan con frecuencia falsos mitos climáticos.
  • La Unión Europea promueve directivas contra la desinformación digital.
  • Los medios deben reforzar la contextualización: no basta con desmentir, hay que explicar por qué un argumento es falso.

España: del silencio al debate público

Durante mucho tiempo, el cambio climático fue un tema marginal en la conversación pública española. Hoy está en el centro de debates políticos y sociales: desde la fiscalidad verde hasta la gestión del agua en un contexto de sequía.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer para que la ciudadanía perciba la crisis climática no como una cuestión lejana o de “expertos”, sino como algo que afecta directamente a la salud, la economía y la calidad de vida.

10 claves para comunicar el cambio climático

  1. Hazlo constante y transversal. No solo en ciencia o medio ambiente: también en salud, economía, cultura o deportes.
  2. Cuenta causas, impactos y soluciones. Explica el problema, pero siempre muestra alternativas y oportunidades.
  3. Lenguaje claro, sin tecnicismos. Evita jergas incomprensibles. Usa ejemplos cotidianos: olas de calor en tu ciudad, sequía en tu comarca.
  4. Equilibrio entre urgencia y esperanza. Alertar sin generar parálisis. Mostrar riesgos, pero también que actuar es posible.
  5. Conecta con lo cercano. Habla de barrios, campos, costas y vidas reales, no solo de osos polares.
  6. Da protagonismo a las personas. Historias de agricultores, jóvenes activistas o vecinos afectados movilizan más que cifras abstractas.
  7. Evita la falsa equidistancia. No pongas en el mismo plano al consenso científico y a voces negacionistas minoritarias.
  8. Innova en formatos. Usa redes sociales, pódcast, vídeos cortos, ilustraciones o gamificación para llegar a nuevos públicos.
  9. Cuida las imágenes. Elige fotos auténticas y contextualizadas: gente actuando, soluciones en marcha, impactos locales.
  10. Educar mientras informas. Cada pieza de comunicación puede sembrar cultura climática: explica conceptos clave de forma sencilla.

Conclusión: comunicar para transformar

El cambio climático no se resuelve solo con datos, sino también con relatos. Cómo lo contamos importa tanto como lo que contamos.

Combatir el negacionismo y el retardismo requiere información veraz, pero también pedagogía, cercanía y creatividad. Necesitamos relatos que expliquen la urgencia, pero también que inspiren acción colectiva.

En última instancia, la comunicación climática no consiste solo en transmitir información, sino en generar implicación. Y ahí reside el gran desafío: lograr que cada ciudadano entienda que el cambio climático no es una noticia más, sino la historia que define nuestro presente y nuestro futuro.

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