Los ecosistemas acuáticos son sistemas naturales en los que el agua —dulce, salobre o salada— es el medio dominante. Incluyen ríos, lagos, humedales, estuarios, acuíferos y aguas costeras, así como las zonas de transición entre estos ambientes. Se caracterizan por una biodiversidad adaptada a condiciones hidrológicas específicas y por procesos ecológicos que influyen directamente en la cantidad y calidad del agua disponible para los seres humanos.
En términos funcionales, estos ecosistemas actúan como infraestructuras naturales: regulan el ciclo hidrológico, filtran contaminantes, amortiguan crecidas, recargan acuíferos y sostienen la producción de alimentos. Sin ellos, la gestión de los recursos hídricos sería más costosa, menos eficiente y, en muchos casos, técnicamente inviable.
Funciones clave de los ecosistemas acuáticos
1. Regulación hidrológica. Los humedales, llanuras de inundación y lagos actúan como esponjas naturales, absorbiendo el exceso de agua durante las lluvias y liberándola gradualmente en periodos secos, reduciendo riesgos de inundaciones y sequías.
2. Filtrado y depuración natural. Los sedimentos, la vegetación y los microorganismos de riberas y humedales eliminan nutrientes, metales pesados y patógenos, mejorando la calidad del agua antes de que llegue a ríos y acuíferos.
3. Protección contra inundaciones. Las llanuras de inundación (terrenos a ambos lados de un río o arroyo que se inundan cuando el agua alcanza niveles altos) absorben crecidas, reduciendo daños.
4. Sostenimiento de la biodiversidad. Ríos, lagos y humedales albergan especies clave para la cadena trófica y para actividades humanas como la pesca. El 40% de todas las especies de peces viven en agua dulce, pese a que ésta representa menos del 1% del agua del planeta.
5. Recarga de acuíferos. Determinados ecosistemas, como los humedales de llanura o zonas de infiltración en riberas, permiten que el agua superficial penetre hacia las reservas subterráneas.
6. Servicios culturales y recreativos. El valor de estos ecosistemas no se limita a lo ecológico o económico: proporcionan espacios para el ocio, la identidad cultural y el turismo sostenible.
Principales amenazas
En las últimas décadas, los ecosistemas acuáticos han sufrido una degradación acelerada:
- Alteración hidromorfológica: presas, encauzamientos y desvíos que modifican caudales, conectividad y dinámica sedimentaria.
- Contaminación: vertidos agrícolas, urbanos e industriales que aportan nutrientes, pesticidas, metales pesados y contaminantes emergentes como microplásticos.
- Sobreexplotación: extracción de agua que reduce caudales hasta niveles incompatibles con la vida acuática.
- Cambio climático: alteración de patrones de precipitación, aumento de temperaturas del agua y fenómenos extremos más frecuentes.
- Pérdida de zonas húmedas: drenaje y transformación para uso agrícola o urbano; desde 1900 se ha perdido más del 64% de los humedales del mundo.
Marco legal y políticas de protección
En la Unión Europea, la Directiva Marco del Agua (2000/60/CE) establece que todos los cuerpos de agua deben alcanzar el “buen estado ecológico” y “químico” en plazos determinados, con medidas específicas para proteger hábitats y especies vinculadas.
El Convenio de Ramsar (1971) promueve la conservación de humedales de importancia internacional y el uso racional de todos los humedales en general.
A nivel estatal, el texto refundido de la ley de aguas incluye disposiciones para la protección de caudales ecológicos, la restauración de riberas y la declaración de zonas protegidas para la biodiversidad acuática.
Medidas fundamentales para su conservación y restauración
- Mantenimiento de caudales ecológicos que permitan conservar hábitats y ciclos reproductivos de especies.
- Restauración hidromorfológica, eliminando obstáculos o adaptando presas con escalas para peces y recuperando meandros y riberas naturales.
- Protección de zonas de recarga y control de usos del suelo para evitar contaminación difusa.
- Control de especies invasoras que desplazan a la fauna y flora autóctonas.
- Conservación de humedales y recuperación de aquellos degradados, con técnicas de renaturalización y control del nivel freático.
- Gestión integrada cuenca–costa, reconociendo que los cambios río arriba afectan la calidad y dinámica de aguas estuarinas y marinas.
Casos de éxito en la recuperación de ecosistemas acuáticos
Delta del Ebro (España). Programas de restauración han reabierto canales de flujo natural y controlado el aporte de sedimentos, reduciendo la intrusión salina y favoreciendo el hábitat de aves acuáticas.
Humedales de Doñana (España). La reducción del bombeo ilegal y la restauración de zonas inundables han permitido mejorar temporalmente los niveles freáticos y recuperar comunidades vegetales.
Restauración del río Kissimmee (EE. UU.). Eliminación de canalizaciones artificiales y recuperación de humedales inundables, lo que devolvió la diversidad de aves y peces a la zona.
Río Isar (Alemania). Renaturalización del cauce en su paso por Múnich, creando áreas de inundación controlada, playas fluviales y zonas de hábitat para peces y aves.
Indicadores para evaluar el estado de los ecosistemas acuáticos
Para medir avances y detectar retrocesos, se utilizan indicadores como:
- Índice de calidad biológica: basado en la diversidad y abundancia de macroinvertebrados, peces y vegetación acuática.
- Porcentaje de hábitats acuáticos en estado favorable dentro de la Red Natura 2000.
- Superficie de humedales protegidos y restaurados.
- Cumplimiento de caudales ecológicos y frecuencia de periodos de sequía ecológica.
- Tendencias en especies indicadoras (truchas, macroinvertebrados sensibles, aves acuáticas).
Preguntas para el debate
- ¿Qué valor económico tienen los servicios ecosistémicos del agua?
- ¿Cómo influye la degradación de humedales en la disponibilidad de agua?
- ¿Qué estrategias son más eficaces para restaurar ecosistemas acuáticos?
- ¿Debe priorizarse la conservación de ecosistemas sobre nuevos desarrollos hidráulicos?
- ¿Qué papel pueden jugar las comunidades locales en la protección de ríos y acuíferos?