El sistema energético es, a la vez, causa del cambio climático y víctima de sus efectos. Durante más de un siglo, la quema masiva de combustibles fósiles ha sido la principal responsable del calentamiento global. Hoy, la urgencia de limitar ese daño exige una transformación energética radical. Pero a medida que el clima se desestabiliza, también pone en jaque las infraestructuras, recursos y dinámicas del sistema energético.
La energía como motor del cambio climático
El 73% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero provienen del sector energético (producción, transporte y uso de energía). Las principales fuentes de estas emisiones son:
- Combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) usados en generación eléctrica, transporte, calefacción e industria.
- Deficiencias en la eficiencia de los sistemas actuales, que generan pérdidas enormes.
- Extracción y transporte de recursos fósiles, que emiten metano, un gas de efecto invernadero 80 veces más potente que el CO₂ a corto plazo.
Sin una descarbonización rápida del sector energético, no será posible cumplir los objetivos del Acuerdo de París ni evitar impactos climáticos catastróficos.
¿Cómo afecta el cambio climático a la energía?
El calentamiento global no solo es causado por el sistema energético: también lo golpea con fuerza creciente. Algunos impactos ya visibles:
1. Sequías prolongadas
- Afectan a la producción hidroeléctrica, que depende de embalses y ríos.
- Disminuyen la disponibilidad de agua para refrigeración en centrales térmicas y nucleares.
2. Olas de calor extremas
- Incrementan la demanda de electricidad para refrigeración.
- Pueden sobrecargar las redes eléctricas, provocando apagones.
- Afectan al rendimiento de las infraestructuras, como transformadores o líneas de transmisión.
3. Eventos meteorológicos extremos
- Tormentas, incendios, inundaciones y viento extremo pueden dañar infraestructuras críticas (centrales, subestaciones, tendidos).
- Las redes eléctricas centralizadas son especialmente vulnerables a fallos encadenados.
4. Inestabilidad en precios y recursos
- El cambio climático afecta a la disponibilidad de materias primas, interrumpe cadenas de suministro y genera volatilidad geopolítica, especialmente en contextos de escasez hídrica o desplazamientos forzados.
Mitigación: la transición energética como solución
La mitigación del cambio climático pasa, en gran parte, por cambiar radicalmente la forma en que producimos, distribuimos y consumimos energía. Es decir:
- Sustituir fósiles por energías renovables.
- Electrificar sectores dependientes del petróleo (movilidad, calefacción, industria).
- Apostar por la eficiencia energética y la economía circular.
- Fomentar la generación distribuida y la descentralización.
- Democratizar el control y el acceso a la energía para una transición justa.
Estas medidas no solo reducen emisiones: también mejoran la calidad del aire, crean empleo local y refuerzan la soberanía energética.
Adaptación: prepararse para un clima cambiante
Incluso si reducimos drásticamente las emisiones, el cambio climático ya está en marcha. Por eso, el sistema energético debe prepararse para operar en un mundo más cálido, más incierto y más inestable. La adaptación climática del sector incluye:
- Rediseñar infraestructuras para soportar temperaturas extremas y eventos climáticos severos.
- Aumentar la redundancia y modularidad de las redes eléctricas, para evitar colapsos sistémicos.
- Favorecer sistemas locales, resilientes y autónomos, como las microredes.
- Integrar el almacenamiento de energía como garantía frente a la intermitencia renovable o cortes de red.
- Usar datos climáticos para planificar la expansión renovable de forma segura.
En otras palabras: no basta con descarbonizar el sistema energético; hay que hacerlo resistente al nuevo clima.
Energía, justicia climática y vulnerabilidad
El cambio climático no afecta a todos por igual. Las personas con menos recursos, en viviendas mal aisladas, en barrios periféricos o en zonas rurales, son las más vulnerables a sus impactos y también las que menos han contribuido a causarlo.
Una transición energética que no tenga en cuenta esta desigualdad estructural, corre el riesgo de profundizarla. Por eso, es esencial que las políticas energéticas y climáticas:
- Incluyan criterios de justicia social y redistribución.
- Protejan a las personas en situación de pobreza energética.
- Inviertan en barrios, comarcas y colectivos más expuestos.
- Aseguren la participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones.
La justicia climática y la justicia energética deben ir de la mano.
Energía, territorio y biodiversidad
La expansión de las renovables también debe planificarse con sensibilidad territorial y ecológica. La lucha contra el cambio climático no puede hacerse a costa de:
- Pérdida de suelos agrícolas.
- Fragmentación de hábitats.
- Conflictos sociales en zonas rurales.
Por eso, es necesario:
- Priorizar instalaciones en espacios ya alterados o urbanos (tejados, polígonos, aparcamientos).
- Realizar evaluaciones ambientales participativas.
- Impulsar un modelo distribuido y local, frente al megaproyecto extractivo.
La transición energética no puede ser un “mal menor”: debe ser una mejora integral para el planeta y las personas.
Gobernanza climática y energética: más que tecnologías
La solución no está solo en cambiar de combustibles, sino de lógicas. El modelo 5D propone una transformación sistémica, donde:
- La energía se produce sin destruir el clima.
- La ciudadanía participa en las decisiones.
- La gestión es resiliente, flexible y adaptativa.
- Se prioriza el cuidado del territorio y la equidad social.
El cambio climático no es solo un problema ambiental: es un problema de modelo económico, político y cultural. Y solo puede abordarse con enfoques integrales.
Conclusión
La energía es parte del problema climático, pero también la vía principal para su solución. La descarbonización rápida, la adaptación de infraestructuras y la construcción de sistemas resilientes son tareas ineludibles. No hay transición energética sin acción climática. Y no hay futuro climático sin una transformación profunda del modelo energético. Ambos desafíos son uno solo. Y el momento de actuar es ahora.
Preguntas para el debate
- ¿Es posible descarbonizar suficientemente a tiempo para frenar el cambio climático?
- ¿Qué infraestructuras energéticas actuales son más vulnerables al cambio climático?
- ¿Qué papel pueden jugar los sistemas energéticos locales frente a crisis climáticas?
- ¿Cómo deben integrarse las políticas energéticas en los planes de adaptación climática?
- ¿Puede haber transición energética sin justicia climática?