Democratizar la energía: participación ciudadana y control público

¿Quién decide sobre la energía? ¿Quién controla sus infraestructuras, define sus precios, elige sus fuentes? ¿Quién se beneficia de sus excedentes o asume los costes de sus impactos? Estas preguntas, habitualmente relegadas al debate técnico o empresarial, son en realidad profundamente políticas y democráticas. Porque la energía, como el agua, la tierra o el aire, es una condición básica para una vida digna, y su gestión afecta directamente al bienestar, la salud, la economía y la libertad de las personas.

Sin embargo, el actual sistema energético ha sido históricamente construido sobre una lógica opaca, vertical y concentrada: grandes empresas privadas, decisiones centralizadas, ciudadanía pasiva, y escaso control público. Frente a ello, el modelo 5D propone una transformación profunda donde la energía deje de ser una mercancía y se convierta en un bien común, gestionado con criterios de transparencia, equidad y participación democrática.

¿Qué es democratizar la energía?

Democratizar la energía significa:

  • Redistribuir el poder en torno a las decisiones energéticas.
  • Fomentar la participación activa de la ciudadanía en la planificación, producción y gestión energética.
  • Romper la opacidad y la concentración de mercado, fortaleciendo el control social y la rendición de cuentas.
  • Poner la energía al servicio del bien común, y no del lucro de unos pocos.

Se trata de avanzar hacia una gobernanza energética multiescalar y participativa, donde vecinos, municipios, cooperativas, movimientos sociales y administraciones públicas tengan voz, voto y capacidad de acción.

¿Por qué es necesaria la democracia energética?

  1. Porque la energía es un derecho, no una mercancía. Su gestión no puede quedar al arbitrio de intereses privados o lógicas especulativas.
  2. Porque el sistema actual es injusto y opaco. Un puñado de empresas controla la generación, distribución y comercialización, con beneficios millonarios mientras millones de personas sufren pobreza energética.
  3. Porque la transición energética no será justa si no es participativa. Sin democratización, corremos el riesgo de reproducir el viejo modelo fósil con nuevas tecnologías “verdes”.
  4. Porque la ciudadanía tiene el conocimiento, la experiencia y el compromiso para participar en la gestión energética local.
  5. Porque los municipios y territorios deben recuperar soberanía sobre sus recursos, sus infraestructuras y su futuro.

¿Qué formas puede adoptar la democracia energética?

1. Remunicipalización de servicios energéticos

Implica que los ayuntamientos recuperen el control sobre redes, distribución o comercialización de energía, como ya ha ocurrido en ciudades como:

  • Barcelona: con Barcelona Energia, comercializadora pública de electricidad 100% renovable.
  • Cádiz: con Eléctrica de Cádiz, empresa mixta con fuerte control público.
  • Pamplona: con proyectos piloto de producción local y consumo público.

La remunicipalización no solo mejora el control público, sino que permite alinear las políticas energéticas con objetivos sociales, climáticos y de justicia territorial.

2. Cooperativas ciudadanas

Son entidades sin ánimo de lucro en las que los socios producen y consumen energía de forma compartida. En España destacan iniciativas como:

  • Som Energia (más de 85.000 socios).
  • Goiener (País Vasco y Navarra).

Estas cooperativas permiten a los ciudadanos participar directamente en la transición energética y ejercer un consumo consciente, responsable y colectivo.

3. Comunidades energéticas

Ya abordadas en un artículo anterior, son estructuras legales y sociales que permiten a vecinos, empresas o ayuntamientos compartir producción renovable y gobernarla conjuntamente. Es una forma clara de democracia energética aplicada.

4. Participación ciudadana en planificación energética

La democratización también exige procesos participativos en la toma de decisiones públicas: diseño de planes climáticos, ordenación territorial de renovables, elaboración de normativas municipales, etc.

Esto requiere herramientas como:

  • Presupuestos participativos energéticos.
  • Mesas ciudadanas de energía.
  • Observatorios locales de gobernanza energética.

Obstáculos a la democratización

  • Concentración del mercado: Cinco grandes empresas siguen controlando la mayoría del sistema energético español.
  • Marco legal poco favorable: La legislación aún no reconoce plenamente el derecho a la participación energética ni establece mecanismos claros para ello.
  • Falta de recursos municipales: Muchos ayuntamientos carecen de personal técnico, financiación o competencias para liderar procesos de remunicipalización.
  • Desigualdades sociales y territoriales: No todas las personas tienen la misma capacidad para participar o acceder a iniciativas energéticas colectivas.
  • Cultura política centralista y tecnocrática, poco habituada a compartir poder y decisión.

¿Qué políticas pueden fortalecer la democracia energética?

  • Establecer un marco legal nacional para la gobernanza democrática de la energía.
  • Impulsar un fondo estatal para remunicipalizaciones energéticas, con apoyo técnico y jurídico.
  • Reconocer el derecho ciudadano a participar en decisiones energéticas locales y nacionales.
  • Incluir la educación energética y climática en el currículo escolar y campañas públicas.
  • Apoyar la creación de estructuras intermunicipales para gestionar redes, producción y comercialización local.
  • Garantizar la paridad y diversidad en los órganos de decisión energética, incorporando a mujeres, jóvenes, sectores vulnerables y población rural.

Más allá de la participación: el control

La democratización no puede limitarse a la consulta o a la participación simbólica. Debe incluir control real, poder de decisión y de veto, redistribución de beneficios, y gestión transparente de recursos. Esto implica ir más allá del consumidor informado, y construir un sujeto ciudadano, activo y corresponsable, con herramientas, derechos y estructuras para intervenir en el sistema.

Conclusión

La transición energética no será justa si repite los errores del pasado: concentración, extractivismo, opacidad. Democratizar la energía significa ponerla al servicio de la vida y del bien común, bajo principios de equidad, participación y soberanía colectiva.

El modelo 5D no puede ser completo sin su dimensión política: quién decide, cómo y para qué. Porque la energía no es solo una cuestión técnica: es, sobre todo, una cuestión de poder. Y redistribuir el poder energético es la base de una transición realmente transformadora.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué mecanismos reales existen hoy para que la ciudadanía participe en las decisiones sobre el modelo energético?
  2. ¿Debería fomentarse la remunicipalización de los servicios energéticos? ¿Por qué?
  3. ¿Es suficiente la transparencia del sector energético? ¿Qué debería cambiar?
  4. ¿Cómo garantizar que la participación sea inclusiva y representativa?
  5. ¿Qué obstáculos impiden que las cooperativas y las comunidades energéticas escalen?
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