Comunidades energéticas: el poder de lo local y lo común

En una época marcada por la concentración del poder económico y energético en manos de grandes corporaciones, las comunidades energéticas emergen como una alternativa transformadora y necesaria. Son la expresión del modelo desconcentrado: una energía que no se genera ni se gestiona desde arriba, sino desde lo local, lo colectivo, lo común.

¿Qué es una comunidad energética?

Según la Directiva Europea 2018/2001 (RED II), una comunidad energética renovable es una entidad legal basada en la participación abierta y voluntaria, controlada por ciudadanos, pymes o autoridades locales, cuyo objetivo principal no es el lucro, sino ofrecer beneficios sociales, medioambientales y económicos a sus miembros o al territorio donde opera.

Dicho de forma sencilla: es un grupo de personas o entidades que se organizan para producir, gestionar y compartir energía limpia de forma colectiva, normalmente mediante instalaciones solares, eólicas o de biomasa, pero también a través de redes inteligentes o medidas de eficiencia energética.

¿Por qué son importantes?

Las comunidades energéticas permiten:

  • Descentralizar la producción energética, rompiendo el monopolio de las grandes eléctricas.
  • Democratizar el acceso a la energía, con participación directa en la toma de decisiones.
  • Reducir costes para los participantes, gracias al autoconsumo compartido y a la eliminación de intermediarios.
  • Fortalecer el tejido social, al fomentar la colaboración vecinal, la confianza y la solidaridad.
  • Aumentar la resiliencia energética local, disminuyendo la dependencia de fuentes externas.
  • Luchar contra la pobreza energética, al incluir a hogares vulnerables en el reparto de beneficios.

En definitiva, una comunidad energética es una herramienta para cambiar no solo cómo se produce la energía, sino también quién decide y para qué se utiliza.

Modelos diversos, un mismo principio

Las comunidades energéticas no tienen un único formato. Pueden ser cooperativas ciudadanas, consorcios entre ayuntamientos y vecinos, asociaciones vecinales, o incluso pymes locales que se unen en un proyecto conjunto.

Algunos ejemplos de modelos actuales:

  • Autoconsumo compartido en un bloque de viviendas con placas solares comunes.
  • Comunidad solar de barrio, con una instalación en un edificio municipal o colegio público.
  • Consorcio rural, donde un ayuntamiento y productores agrarios comparten una instalación eólica.
  • Microred urbana, que integra producción, almacenamiento y gestión inteligente de la energía.

Lo esencial es que exista control democrático, beneficio local y prioridad a las personas frente al lucro privado.

Comunidades energéticas en España: un movimiento en expansión

España cuenta al cierre del año 2024, con 659 comunidades energéticas constituidas repartidas por toda la geografía nacional; cifra que se traduce en que el 8,10 % de los municipios de nuestro país ya cuenta con este nuevo modelo energético renovable. El País Vasco es la comunidad autónoma con más comunidades energéticas constituidas, y la que también cuenta con la mayor concentración de comunidades energéticas por número de municipios. Así lo recoge el Informe de Indicadores 2024 del Observatorio de Comunidades Energéticas «Energía Común» que han elaborado Ecodes, Redeia y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco).

Estos datos muestran que las comunidades energéticas no son una utopía, sino una realidad tangible y replicable.

Obstáculos y desafíos

Pese al entusiasmo y el crecimiento del movimiento, las comunidades energéticas aún enfrentan importantes barreras en España:

  • Marco legal fragmentado y confuso, con falta de desarrollo normativo claro a nivel estatal.
  • Dificultades de acceso a financiación y licencias, especialmente para pequeños municipios o colectivos sin experiencia técnica.
  • Escasa formación y apoyo institucional, que limita la replicabilidad y escalabilidad.
  • Inercia del modelo centralizado, con resistencia de operadores tradicionales y trabas burocráticas.

Superar estos obstáculos exige voluntad política, simplificación administrativa, financiación específica y redoblar los esfuerzos de acompañamiento técnico desde las administraciones públicas.

Recientemente el Gobierno de España ha dado un paso decisivo para impulsar el autoconsumo renovable con la aprobación, el pasado 24 de junio de 2025, del nuevo Real Decreto-ley de medidas urgentes para reforzar la red eléctrica. Entre las novedades más destacadas, se encuentra la ampliación del radio máximo permitido entre un punto de generación de energía y su punto de consumo: de 2 a 5 kilómetros, para instalaciones de hasta 5 megavatios (MW) de potencia.

Esta medida facilita la expansión del autoconsumo colectivo e industrial y abre la puerta a la creación de nuevas comunidades energéticas en todo el territorio, apoyadas por las Oficinas de Transformación Comunitaria (OTC). Las Oficinas de Transformación Comunitaria (OTC) son proyectos de apoyo subvencionados por el programa CE Oficinas del IDAE, y están diseñadas para fomentar la creación y desarrollo de comunidades energéticas. 

¿Qué papel pueden jugar los municipios?

Los ayuntamientos son actores clave en el desarrollo de comunidades energéticas. Pueden:

  • Ceder cubiertas de edificios públicos para instalaciones colectivas.
  • Promover consorcios públicos-comunitarios para la gestión energética.
  • Facilitar trámites y simplificar ordenanzas locales.
  • Incluir a hogares vulnerables como beneficiarios prioritarios.
  • Usar su capacidad de compra energética para fomentar modelos justos.

La remunicipalización de la energía, o al menos su gestión desde lo local, está en el corazón de una transición energética más justa y democrática. Y las comunidades energéticas son su instrumento más potente.

Un motor de transformación cultural

Más allá de los kilovatios, las comunidades energéticas suponen un cambio cultural profundo. Recuperan la noción de energía como bien común, no como mercancía. Fomentan la soberanía, la cooperación y el cuidado del entorno. Invitan a pensar en usos racionales, eficientes y equitativos de los recursos.

En tiempos de crisis múltiple (climática, económica, democrática), proponen una salida desde abajo, desde lo colectivo y lo cotidiano.

Claves para su expansión

Para que las comunidades energéticas se conviertan en columna vertebral del nuevo modelo energético, se necesitan políticas activas como:

  • Marco jurídico claro y favorable, alineado con la legislación europea.
  • Líneas de financiación específicas, accesibles para entidades sin ánimo de lucro.
  • Centros regionales de asesoramiento técnico, para facilitar su diseño y gestión.
  • Inclusión en los planes de desarrollo urbano y rural.
  • Reconocimiento explícito de su valor social y ambiental en las políticas energéticas.

También es clave fomentar una narrativa positiva en medios y escuelas: la energía no es algo técnico y distante, sino algo que se puede construir colectivamente.

Conclusión

Las comunidades energéticas encarnan el modelo desconcentrado en su máxima expresión: energía limpia, controlada democráticamente y gestionada desde el territorio. Frente al oligopolio, la autogestión. Frente a la pasividad, la participación. Frente a la exclusión, la comunidad. Su crecimiento no es solo deseable: es indispensable. Y con apoyo público, pueden ser la semilla de una nueva cultura energética.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué barreras dificultan el crecimiento de las comunidades energéticas en España?
  2. ¿Cómo garantizar que las comunidades energéticas incluyan a los sectores más vulnerables?
  3. ¿Qué papel deberían jugar los ayuntamientos en su promoción y gestión?
  4. ¿Pueden las comunidades energéticas competir con el oligopolio eléctrico actual?
  5. ¿Es necesario un cambio legal profundo para consolidar este modelo?
Navegación de la serie<< Sol, viento y el nuevo mix energéticoEnergía para todos: acceso universal y lucha contra la pobreza energética >>
Scroll al inicio