¿Crecimiento Económico o Redistribución?

Desde hace décadas, el crecimiento económico ha sido visto como la vía principal para reducir la pobreza. Si la economía crece, se genera empleo, aumenta la inversión y, en teoría, mejora el nivel de vida general. Esta idea ha guiado las políticas de gobiernos, organismos internacionales y bancos centrales en todo el mundo.

Pero en los últimos años, ha ganado fuerza otro enfoque: el que sostiene que el crecimiento por sí solo no basta. Que, sin una redistribución activa de la riqueza y sin mecanismos que corrijan las desigualdades estructurales, los beneficios del crecimiento se concentran en unos pocos, mientras millones siguen atrapados en la pobreza o el estancamiento.

Este artículo explora el debate entre crecer más y repartir mejor. Una discusión que no es solo teórica, sino profundamente política, con implicaciones directas sobre el diseño de impuestos, el gasto público y el papel del Estado en la economía.

La promesa del crecimiento: más grande, mejor para todos

Durante buena parte del siglo XX, la economía mundial se organizó en torno a la idea de que hacer crecer el «pastel» beneficiaría a todos. Esta visión, conocida como “teoría del derrame” (trickle-down economics), sostenía que si los de arriba prosperaban, algo acabaría llegando a los de abajo, a través del empleo, la inversión o el consumo.

Esta lógica se reforzó en los años 80 y 90 con políticas de liberalización, privatización y desregulación impulsadas por organismos como el FMI y el Banco Mundial.

Pero… ¿quién se queda con los frutos del crecimiento?

A partir de los años 2000, comenzaron a surgir dudas cada vez más serias sobre este modelo. El crecimiento no siempre se reparte equitativamente:

  • En países como EE. UU. o Reino Unido, los ingresos del 1% más rico crecieron de forma desproporcionada, mientras las clases medias se estancaban.
  • En América Latina, a pesar del crecimiento de los 2000, la desigualdad siguió siendo una de las más altas del mundo.
  • En África, muchos países crecieron, pero sin reducir sustancialmente la pobreza o sin mejorar el acceso a servicios básicos.

Incluso el Fondo Monetario Internacional ha reconocido en informes recientes que el exceso de desigualdad no solo es socialmente problemático, sino económicamente ineficiente. La concentración excesiva de la renta frena el consumo, reduce el capital humano y debilita la estabilidad macroeconómica.

La redistribución: un camino complementario (o necesario)

Frente a esta situación, numerosos economistas han defendido que sin redistribución, el crecimiento no alcanza. Es decir, que para reducir la pobreza y cerrar brechas sociales, no basta con crecer: hay que repartir mejor.

¿Qué significa redistribuir?

Implica que el Estado actúe deliberadamente para:

  • Recaudar ingresos de forma progresiva (quien más tiene, más paga).
  • Invertir esos ingresos en servicios y transferencias que beneficien a los más desfavorecidos.

¿Cómo se redistribuye?

  1. Vía fiscal: impuestos sobre la renta, la riqueza, el consumo, las herencias.
  2. Vía gasto público: salud, educación, vivienda, protección social, subsidios, infraestructura.

Los países con menor desigualdad como Suecia, Noruega o Alemania, no son necesariamente los que menos desigualdad generan en el mercado, sino los que más la corrigen a través del Estado.

¿Redistribuir frena el crecimiento? El falso dilema

Una de las críticas habituales a la redistribución es que desincentiva la inversión y el esfuerzo, y que por tanto perjudica el crecimiento. Sin embargo, la evidencia empírica no respalda esta afirmación en términos generales.

  • El FMI ha señalado que ciertos niveles de redistribución no solo no afectan al crecimiento, sino que pueden favorecerlo, al mejorar la cohesión social y el capital humano.
  • Estudios de la OCDE muestran que la desigualdad excesiva reduce las oportunidades educativas y laborales, frenando la movilidad social y el desarrollo económico.
  • Países con alta presión fiscal y redistribución —como los escandinavos— han combinado crecimiento sostenido y altos niveles de bienestar.

Por tanto, no se trata de elegir entre crecer o redistribuir, sino de cómo crecer y para quién.

Crecimiento inclusivo: el nuevo consenso emergente

Frente al viejo dilema, ha surgido un enfoque intermedio: el del crecimiento inclusivo. Este plantea que:

  • El crecimiento debe ser equitativo en su origen, no solo redistribuido después.
  • Las políticas económicas deben crear empleos dignos, cerrar brechas territoriales, garantizar servicios públicos y empoderar a los sectores tradicionalmente excluidos.
  • La calidad del crecimiento importa tanto como su velocidad.

El Banco Mundial, la OCDE y el Programa de la ONU para el Desarrollo han adoptado este lenguaje, que busca superar la falsa disyuntiva entre eficiencia y equidad.

¿Y si el problema no es solo el reparto, sino el modelo?

Algunos autores van más allá y cuestionan si el modelo de crecimiento actual (basado en el consumo ilimitado, la explotación ambiental y la concentración corporativa) es sostenible en sí mismo.

En ese sentido, economistas como Kate Raworth (Economía del donut) o movimientos como el del decrecimiento proponen reconfigurar las prioridades: menos obsesión por el PIB y más atención a la justicia social, el bienestar humano y la sostenibilidad ecológica.

Conclusión: crecer sí, pero con justicia

El crecimiento sigue siendo necesario, especialmente en países con altos niveles de pobreza. Pero no es suficiente. Si no se redistribuye, si no se acompaña de inversión pública, si no se garantiza la equidad de oportunidades, el crecimiento corre el riesgo de reforzar las desigualdades existentes.

Por eso, la pregunta no es solo cuánto crece una economía, sino quiénes se benefician de ese crecimiento y qué tipo de sociedad construimos con él.

Preguntas para el debate

  1. ¿Es posible erradicar la pobreza solo con crecimiento económico?
  2. ¿Redistribuir riqueza desincentiva la productividad o la fortalece?
  3. ¿Qué modelo económico permite combinar crecimiento con equidad?
  4. ¿Deberíamos reducir el consumo en los países ricos para permitir mayor equidad global?
  5. ¿Es compatible el capitalismo actual con una reducción real de la desigualdad?
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