El turismo no impacta a todas las personas por igual. Aunque suele presentarse como una actividad generadora de oportunidades, intercambio cultural y desarrollo económico, lo cierto es que los efectos del turismo están atravesados por relaciones desiguales de poder. Género, edad, etnia y clase social condicionan tanto quién se beneficia del turismo como quién soporta sus costes.
Este artículo propone una lectura interseccional del turismo, centrada en el papel —y la situación— de tres colectivos especialmente afectados: las mujeres, las personas jóvenes y los pueblos originarios. Desde sus distintas posiciones, estos actores enfrentan la marginación, la precarización o la folklorización en los contextos turísticos. Al mismo tiempo, también protagonizan formas de resistencia y alternativas que ponen en el centro la justicia social, la equidad y la soberanía cultural.
Las mujeres en el turismo: invisibles, explotadas y esenciales
Las mujeres constituyen más del 50% de la fuerza laboral en el turismo global, según datos de la OMT. Sin embargo, están subrepresentadas en los cargos directivos y sobrerrepresentadas en los trabajos más precarios, mal pagados y no reconocidos: limpieza de habitaciones, cocina, atención al cliente, venta informal, cuidado infantil o animación. Este patrón se reproduce en todos los niveles y tipos de destinos.
La feminización de la precariedad
- Segmentación laboral: Las mujeres son concentradas en áreas tradicionalmente “femeninas”, muchas veces vinculadas al cuidado, la estética o la “hospitalidad”. Estas tareas, pese a ser esenciales, suelen tener menor valor salarial y reconocimiento.
- Cargas invisibles: Muchas mujeres que trabajan en el turismo lo hacen de manera informal o sin contratos, compatibilizando su empleo con las tareas domésticas y de cuidados no remunerados.
- Explotación emocional: Se espera de las mujeres una actitud servicial y “afectiva”, en línea con estereotipos de género que refuerzan su subordinación y limitan su autonomía.
Violencias específicas
El turismo también puede generar contextos donde se exacerban las violencias de género:
- En zonas turísticas, la prostitución y la trata aumentan, a menudo bajo la apariencia de “turismo sexual” disfrazado de libertad individual.
- La concentración de visitantes y alcohol puede generar ambientes inseguros para las trabajadoras y residentes.
- Las trabajadoras migrantes son especialmente vulnerables a acoso, explotación y abuso, sin redes de apoyo ni mecanismos efectivos de denuncia.
Experiencias de empoderamiento
A pesar de estas barreras, las mujeres también lideran experiencias transformadoras:
- Cooperativas de turismo rural lideradas por mujeres campesinas o indígenas.
- Redes de guías turísticas feministas que construyen recorridos desde la memoria y la justicia.
- Sindicatos y plataformas como Las Kellys, que luchan por la dignidad laboral de las camareras de piso.
Estas iniciativas no solo buscan mejorar condiciones materiales, sino también disputar el relato hegemónico del turismo y construir otras formas de relación con el territorio y el trabajo.
Juventud: atrapada entre la promesa turística y la precariedad
El turismo ha sido presentado a menudo como una fuente de empleo para la juventud, especialmente en contextos de desempleo estructural o migraciones internas. Sin embargo, para muchos jóvenes, el turismo no representa una oportunidad sino una trampa laboral.
Precariedad como norma
- Contratos temporales, prácticas no remuneradas, empleos informales o directamente ilegales.
- Escasa posibilidad de proyección profesional o mejora salarial.
- Altas tasas de rotación, incompatibilidad con la formación o la vida familiar.
Muchos jóvenes se ven obligados a aceptar empleos turísticos como única salida, sin que ello signifique estabilidad ni autonomía. Esto alimenta una sensación de futuro bloqueado, especialmente en territorios turísticos dependientes donde no existen alternativas económicas viables.
Juventud como “atractivo” turístico
En algunos destinos, los jóvenes son convertidos en parte del espectáculo: como animadores, performers, DJs o simplemente como “cuerpo joven” para consumo visual. Se normaliza una cultura de la disponibilidad total, de la hiperexposición y del cansancio físico y emocional.
Agentes de cambio
Frente a esta situación, también emergen jóvenes que repiensan el turismo desde claves críticas:
- Cooperativas juveniles que apuestan por un turismo educativo o socialmente responsable.
- Plataformas digitales de denuncia laboral y mapeo de prácticas abusivas.
- Activismo medioambiental y feminista que impugna el modelo turístico extractivista.
La juventud no es solo víctima del modelo, también puede ser protagonista de su transformación.
Pueblos originarios: del exotismo a la autodeterminación
En muchas regiones del mundo, los pueblos indígenas han sido convertidos en atracciones turísticas, reducidos a objetos de contemplación o a prestadores de “experiencias auténticas” diseñadas desde el mercado. Sus lenguas, vestimentas, ceremonias y territorios son despojados de su significado original y folklorizados para el consumo externo.
Turismo como colonialismo
- Usurpación de tierras ancestrales para construir complejos turísticos.
- Representaciones estereotipadas que refuerzan visiones coloniales o paternalistas.
- Falta de consulta y consentimiento en proyectos que afectan directamente sus formas de vida.
Este tipo de turismo reproduce lógicas de dominación histórica: extractivismo cultural, dependencia económica, borrado simbólico. A menudo, los pueblos originarios ven muy pocos beneficios y muchos perjuicios.
Hacia un turismo indígena y con autodeterminación
Sin embargo, también hay experiencias lideradas por pueblos indígenas, que proponen un turismo diferente:
- Proyectos de turismo comunitario indígena, donde el control de la actividad, los contenidos y los beneficios recae en la propia comunidad.
- Enfoques donde el visitante es recibido como aprendiz, no como consumidor.
- Turismo basado en la revalorización del territorio, la lengua y las prácticas espirituales desde una perspectiva de reciprocidad y respeto.
Estas formas de turismo no buscan adaptarse al mercado, sino transformarlo desde la cosmovisión indígena. Implican tiempo, relaciones, escucha y límites.
¿Cómo avanzar hacia un turismo inclusivo y justo?
Para que el turismo deje de reproducir desigualdades y se convierta en una herramienta de transformación social, es necesario incorporar un enfoque interseccional en todas las etapas de su diseño, planificación y evaluación. Algunas claves:
- Visibilizar las desigualdades de género, edad, clase y etnia que atraviesan el sector.
- Fomentar la participación activa de mujeres, jóvenes y pueblos indígenas en la gobernanza turística.
- Redistribuir el poder económico y simbólico, asegurando que los beneficios del turismo lleguen a quienes han sido históricamente marginados.
- Erradicar las violencias estructurales en el trabajo turístico, incluyendo la explotación, el racismo y el sexismo.
- Replantear las narrativas del turismo, superando el exotismo, la banalización cultural y la lógica de consumo.
Conclusión
El turismo, como fenómeno global, refleja y amplifica las estructuras de poder existentes. Pero también puede ser un campo de disputa, un espacio donde se reconfiguran roles, identidades y horizontes. Reconocer las desigualdades no implica abandonar el turismo, sino transformarlo desde dentro.
Las mujeres, los jóvenes y los pueblos originarios no son públicos objetivos ni recursos culturales: son sujetos políticos, portadores de saberes y actores fundamentales para construir un turismo justo, cuidadoso y emancipador.
Preguntas para el debate
- ¿Cómo afectan las desigualdades de género, edad y etnia a la forma en que se vive y se trabaja en el turismo?
- ¿Qué formas de violencia y exclusión se reproducen en la industria turística?
- ¿Qué significa hacer un turismo feminista, indígena o juvenil?
- ¿Cómo pueden empoderarse estos colectivos dentro del sector sin perder su identidad?
- ¿Qué buenas prácticas existen para garantizar equidad y dignidad en el turismo?