El turismo es una actividad que, paradójicamente, puede destruir aquello que lo hace atractivo. Esta es la paradoja de la sobrecarga turística o overtourism: cuando la llegada masiva y continua de visitantes supera la capacidad de acogida de un destino y comienza a deteriorar su entorno físico, su cultura, su economía y la vida cotidiana de quienes lo habitan. El resultado no es solo insatisfacción para el visitante, sino, y sobre todo, agotamiento para el territorio y su comunidad.
La saturación turística no es una anomalía, sino una consecuencia lógica de un modelo basado en el crecimiento ilimitado, en la promoción sin restricciones y en la falta de planificación participativa. Este artículo analiza los síntomas, causas y consecuencias de este fenómeno, así como algunas estrategias que diferentes territorios han comenzado a implementar para frenar el deterioro y fomentar la resiliencia.
¿Qué es un destino saturado?
Un destino turístico puede considerarse saturado cuando la presión que ejercen los visitantes sobrepasa la capacidad física, ecológica, social o institucional del lugar. Esto no se refiere únicamente al número de turistas, sino también a su concentración en el tiempo y el espacio, a la intensidad de su consumo y a la fragilidad del ecosistema receptor.
Los signos más comunes de saturación turística incluyen:
- Congestión de calles, carreteras, playas o espacios naturales.
- Deterioro ambiental, como erosión del suelo, basura, contaminación del agua o del aire.
- Aumento del coste de vida para la población local.
- Conflictos sociales entre residentes y turistas.
- Degradación del patrimonio cultural o arquitectónico.
- Pérdida de identidad local y homogenización del paisaje urbano o natural.
Causas estructurales de la saturación turística
La saturación no es una fatalidad inevitable ni el resultado de la “mala conducta” del turista individual. Tiene causas estructurales relacionadas con el propio modelo de desarrollo turístico:
1. Crecimiento sin límites. Muchos destinos han basado su estrategia económica en aumentar constantemente el número de visitantes, sin establecer límites claros ni criterios de sostenibilidad. La lógica del volumen ha primado sobre la calidad o el equilibrio.
2. Concentración temporal. El turismo sigue siendo altamente estacional. En zonas como las costas mediterráneas o las ciudades patrimonio, los flujos se concentran en pocos meses, colapsando infraestructuras y servicios.
3. Concentración espacial. La promoción turística tiende a focalizarse en ciertos “íconos” o puntos calientes (plazas, monumentos, playas, miradores), creando una presión extrema sobre espacios limitados, mientras el resto del territorio queda al margen.
4. Falta de gobernanza participativa. Como vimos en el artículo anterior, muchas decisiones se toman sin consultar a la población local, lo que impide anticipar los impactos y planificar con criterios de equidad y resiliencia.
5. Globalización del acceso. Los vuelos de bajo coste, las plataformas digitales y las campañas de marketing agresivo han democratizado el acceso a muchos destinos, pero también han disparado los flujos más allá de la capacidad de acogida.
Casos paradigmáticos
Venecia (Italia)
Con cerca de 50.000 habitantes en su centro histórico y más de 20 millones de visitantes al año, Venecia es el caso más emblemático de overtourism. La ciudad ha visto desaparecer su comercio de proximidad, perder población permanente y sufrir un deterioro de su tejido social y de sus infraestructuras. La reciente implementación de una tasa de entrada para visitantes de un solo día es un intento tardío de limitar el flujo.
Machu Picchu (Perú)
El santuario histórico ha superado con creces su capacidad de carga. A pesar de las recomendaciones de UNESCO, la presión del turismo ha generado erosión del terreno, basura acumulada y problemas logísticos. Se han establecido cupos diarios, pero los controles siguen siendo insuficientes y la infraestructura ferroviaria sigue concentrando el acceso.
Baleares y Canarias (España)
Islas como Mallorca, Ibiza, Tenerife o Lanzarote sufren una triple saturación: ecológica (agotamiento hídrico, residuos), social (aumento del coste de vida, escasez de vivienda), y económica (monocultivo turístico). El “síndrome del visitante permanente” ha hecho que muchas zonas dejen de ser habitables para la población local, especialmente los jóvenes.
Parques nacionales en Estados Unidos
Lugares como Yosemite, Yellowstone o Zion han experimentado una avalancha de visitantes durante los meses de verano. El tráfico vehicular, los residuos y la fragmentación del hábitat han obligado a implementar sistemas de reserva, cupos de acceso y cierres temporales.
Impactos multidimensionales
La saturación no solo tiene efectos visibles. Genera también una serie de impactos de largo plazo que comprometen la viabilidad futura del destino:
- Pérdida de atractivo turístico: un destino saturado se vuelve incómodo, caro y poco auténtico. Esto pone en riesgo su propia sostenibilidad económica.
- Cansancio y resentimiento social: la población local comienza a rechazar al visitante, lo que puede derivar en actitudes hostiles, xenofobia o conflictividad.
- Desgaste institucional: la administración pública se ve desbordada, incapaz de gestionar el volumen de visitantes o de controlar la proliferación de actividades ilegales.
- Erosión cultural: las prácticas culturales locales se simplifican, estandarizan o incluso desaparecen para satisfacer las expectativas del visitante.
¿Qué estrategias existen para mitigar la saturación?
Aunque no hay soluciones mágicas, diferentes territorios han empezado a implementar estrategias para recuperar el equilibrio. Algunas de las más relevantes incluyen:
Límites de carga turística: Establecer cupos máximos de visitantes diarios o anuales en zonas sensibles. Esto se aplica a menudo en espacios naturales protegidos o centros históricos.
Tasas turísticas redistributivas. Cobros por pernoctación o entrada que financian servicios públicos y compensan a la comunidad local. Son habituales en ciudades como Ámsterdam, Lisboa o Dubrovnik.
Descentralización del flujo turístico. Fomentar rutas alternativas, temporadas bajas y destinos menos conocidos para evitar la concentración excesiva en ciertos puntos. Esta estrategia puede resultar contraproducente en territorios insulares que ya soportan una alta carga de visitantes.
Desestacionalización. Incentivar el turismo en temporada baja mediante eventos culturales, descuentos o actividades formativas, para distribuir la presión a lo largo del año.
Participación comunitaria. Integrar a la población local en la planificación, priorizando sus necesidades y propuestas. Esto permite detectar tensiones, anticipar impactos y construir consensos.
Turismo regenerativo. Más allá de reducir impactos, el enfoque regenerativo busca que el turismo mejore el territorio, lo restaure y fortalezca sus comunidades.
Obstáculos y resistencias
A pesar de su urgencia, muchas de estas medidas encuentran resistencias poderosas:
- El sector empresarial, que teme la pérdida de beneficios si se imponen límites.
- La administración pública, muchas veces condicionada por objetivos de crecimiento y dependencia fiscal del turismo.
- El propio imaginario social, que aún asocia el éxito de un destino con la cantidad de turistas, y no con su calidad o sostenibilidad.
Romper con estas lógicas requiere valentía política, conciencia ciudadana y visión a largo plazo.
Conclusión
La saturación turística es una señal de alarma que nos obliga a repensar el modelo. No se trata de prohibir el turismo, sino de reconocer sus límites y reflexionar sobre su función en la vida de los territorios. Un destino no puede ser viable si no es habitable. No puede ser sostenible si agota sus recursos. No puede ser próspero si expulsa a su propia población.
Afrontar la saturación es, ante todo, un ejercicio de cuidado: del entorno, de las comunidades, del sentido de lugar.
Preguntas para el debate
- ¿Cómo se puede identificar y medir la saturación turística en un territorio?
- ¿Qué consecuencias sociales y ecológicas genera el overtourism?
- ¿Son efectivos los límites de carga o las tasas turísticas como herramientas de contención?
- ¿Es posible redistribuir los flujos turísticos sin simplemente “exportar” el problema a otros territorios?
- ¿Qué estrategias aumentan la resiliencia de un destino turístico frente a la presión y la crisis?