Turismo y empleo

El turismo genera empleo. Esta afirmación, repetida como mantra por gobiernos, instituciones internacionales y empresas del sector, ha servido de justificación para promover la expansión del turismo a cualquier precio. Sin embargo, la calidad de esos empleos rara vez se menciona. ¿Qué tipo de trabajo crea el turismo? ¿Quién lo realiza? ¿En qué condiciones?

Lejos de la narrativa oficial, el empleo turístico se caracteriza, en muchos contextos, por la precariedad, la temporalidad y la vulneración de derechos laborales básicos. Desde el personal de limpieza en grandes cadenas hoteleras hasta los guías informales en destinos rurales, millones de personas trabajan en condiciones inestables, invisibilizadas y muchas veces abusivas.

Este artículo analiza críticamente el impacto del turismo sobre el mundo del trabajo. A través de datos, testimonios y estudios de caso, abordaremos las lógicas laborales que estructuran el sector turístico y sus consecuencias humanas, sociales y económicas.

Un sector dependiente del trabajo precario

El turismo es una actividad intensiva en mano de obra. Según ONU Turismo, representa el 10% del empleo global. Sin embargo, esta cifra esconde una realidad ambivalente: mientras el sector genera ocupación, la calidad del empleo suele ser baja, especialmente en destinos altamente dependientes del turismo masivo.

Algunos de los rasgos estructurales del empleo turístico son:

  • Temporalidad: buena parte de los contratos son estacionales o de corta duración, especialmente en destinos con picos de afluencia marcados. Esto impide la planificación vital de los trabajadores, limita el acceso a beneficios sociales y produce incertidumbre constante.
  • Subcontratación y externalización: muchas tareas (limpieza, seguridad, mantenimiento, cocina) son externalizadas a empresas que operan bajo condiciones aún más precarias, reduciendo costos para las compañías matrices y dificultando la organización sindical.
  • Bajos salarios: a pesar de los beneficios que genera el turismo, los salarios del sector suelen estar por debajo de la media en muchos países. En regiones donde el turismo es la principal fuente de empleo, esto crea una trampa: dependencia económica con bajos ingresos.
  • Feminización y desigualdad de género: muchas de las tareas peor remuneradas y más invisibilizadas del sector (limpieza, atención al cliente, cocina, lavandería) son realizadas por mujeres, muchas veces migrantes o en situación de vulnerabilidad.
  • Economía informal: en numerosos destinos del Sur Global, gran parte del empleo turístico se desarrolla sin contratos, sin seguridad social ni derechos laborales reconocidos. Esto es especialmente común en guías, transportistas, artesanos y vendedores ambulantes.

Las “kellys”: un caso paradigmático

Uno de los casos más emblemáticos de precariedad en el turismo es el de las camareras de pisos, encargadas de la limpieza de habitaciones en hoteles, conocidas en España como kellys (acrónimo de “las que limpian”). Este colectivo, formado mayoritariamente por mujeres, ha visibilizado en los últimos años las condiciones extremas en que trabaja:

  • Jornadas extenuantes, con más de 20 habitaciones que limpiar al día.
  • Salarios que no superan el salario mínimo, o incluso por debajo.
  • Enfermedades crónicas por sobreesfuerzo: tendinitis, lesiones de columna, fatiga crónica.
  • Presión constante, sin tiempo suficiente para hacer el trabajo con dignidad.
  • Subcontratación a empresas que no garantizan derechos básicos.

Su lucha ha inspirado a colectivos similares en otros países y ha puesto en el centro del debate la necesidad de dignificar el trabajo turístico, romper el silencio en torno a estas realidades y exigir responsabilidad a las grandes cadenas hoteleras.

La carga emocional del trabajador turístico

El turismo impone una forma muy particular de relación laboral: no solo importa lo que se hace, sino cómo se hace. La amabilidad, la atención personalizada y la cordialidad son consideradas parte del “producto” turístico. Esto genera lo que algunas autores llaman “trabajo emocional”, una forma de explotación que obliga a las personas trabajadoras a reprimir emociones, sonreír constantemente, y tolerar comportamientos abusivos sin respuesta.

Este trabajo emocional tiene un coste invisible pero profundo: fatiga, estrés, ansiedad, pérdida de autoestima y en muchos casos, salud mental deteriorada. Al mismo tiempo, la imposición de una actitud complaciente refuerza dinámicas de sumisión y reproduce relaciones de poder coloniales, donde el turista ocupa una posición dominante frente al trabajador local.

Migración y trabajo turístico

En muchos países, el sector turístico se sostiene en gran medida gracias al trabajo de personas migrantes. En hoteles, restaurantes, aeropuertos, comercios y servicios de transporte, son ellas quienes realizan las tareas más duras, con menos derechos y mayor riesgo de explotación.

Esta realidad genera múltiples formas de discriminación:

  • Contratación con salarios inferiores a los de trabajadores nacionales.
  • Limitaciones al acceso a la regularización y a la protección social.
  • Racismo estructural en la asignación de tareas y trato cotidiano.
  • Vulnerabilidad frente a despidos arbitrarios o abuso de poder.

En algunos países, los regímenes de visado estacional o los programas de “trabajo temporal” en turismo reproducen esquemas de trabajo forzado encubierto, donde las personas trabajadoras no pueden cambiar de empleador, viven en condiciones inadecuadas y están sujetas a vigilancia constante.

¿Qué ocurre en las crisis?

La pandemia de COVID-19 puso en evidencia la fragilidad laboral del turismo. Millones de empleos fueron suspendidos o directamente eliminados en cuestión de semanas. En muchos países, los trabajadores del sector quedaron sin ingresos ni protección social, revelando la falta de redes de seguridad.

Esto no fue un paréntesis excepcional, sino un recordatorio de que el modelo turístico actual no garantiza seguridad, ni derechos, ni resiliencia para quienes lo sostienen. En cambio, expone a las personas trabajadoras a los vaivenes de un mercado volátil, dependiente de factores externos y sujeto a ciclos de auge y crisis.

El papel de las plataformas digitales

La irrupción de plataformas digitales como Airbnb, Uber o TripAdvisor también ha tenido un impacto directo sobre el trabajo turístico. Por un lado, han generado nuevas oportunidades de ingresos para personas que ofrecen alojamiento, transporte o servicios. Pero por otro, han contribuido a la uberización del trabajo: tareas fragmentadas, sin contrato, pagadas por tarea, sin derechos colectivos ni estabilidad.

En muchos casos, estas plataformas se benefician de una legislación ambigua que les permite operar sin responsabilidades laborales, fiscales o sociales, mientras externalizan todos los riesgos a los trabajadores. Esta economía de plataforma no está generando un “turismo más democrático”, como algunos argumentan, sino un modelo profundamente desigual y desregulado.

Propuestas para un turismo con trabajo digno

Frente a este panorama, urge repensar el turismo desde una perspectiva laboral y de justicia social. Algunas líneas de acción incluyen:

  • Regular y fiscalizar las condiciones laborales en el sector turístico, tanto en empresas grandes como pequeñas.
  • Reconocer y proteger los derechos de las personas trabajadoras en el turismo informal o digital, incluyendo mecanismos de formalización con derechos reales.
  • Fomentar modelos cooperativos y comunitarios donde los trabajadores sean también gestores y beneficiarios de la actividad.
  • Imponer cláusulas laborales obligatorias en políticas públicas de fomento turístico: acceso a licencias, ayudas, beneficios fiscales.
  • Revalorizar socialmente los trabajos del cuidado y la hospitalidad, hoy invisibilizados y mal remunerados.
  • Garantizar la participación sindical y la negociación colectiva, especialmente en sectores feminizados y precarizados.

Conclusión

El turismo no solo se mide por su capacidad de atraer visitantes o generar ingresos, sino por cómo trata a quienes lo hacen posible. Un modelo turístico basado en la precariedad laboral, la explotación emocional y la desigualdad estructural no es sostenible ni justo.

Reivindicar un turismo con trabajo digno no es solo una cuestión sectorial, sino un pilar fundamental para construir sociedades más equitativas, democráticas y humanas. Una redistribución justa de las rentas derivadas del turismo y que permita beneficiar a la mayor parte de las poblaciones de los destinos turísticos, pasa necesariamente por la mejora de las condiciones salariales y de trabajo de las personas empleadas en el sector.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué condiciones estructurales hacen del turismo un sector proclive a la precarización laboral?
  2. ¿De qué manera se invisibiliza el trabajo, físico y emocional, en el sector turístico?
  3. ¿Cómo se podrían garantizar derechos laborales sin desincentivar la actividad turística?
  4. ¿Qué diferencias existen entre el trabajo turístico en el Norte Global y el Sur Global?
  5. ¿Qué papel pueden jugar los sindicatos, las cooperativas y los movimientos sociales en transformar el empleo turístico?
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