Las ciudades no solo son lugares que se visitan: son, ante todo, espacios que se habitan. Sin embargo, en muchas urbes del mundo, esa condición básica de la vida urbana, el derecho a habitar, se ve cada vez más amenazada por la expansión de un turismo intensivo y mal regulado. Bajo la promesa de desarrollo económico y dinamización urbana, se ha producido una transformación radical del tejido social, económico y espacial de numerosos barrios. Este proceso se conoce como turistificación y con frecuencia se entrelaza con otro fenómeno igualmente problemático: la gentrificación.
Turistificación y gentrificación son procesos complementarios. Ambos suponen una transformación del espacio urbano que beneficia a sectores externos al barrio en detrimento de sus habitantes tradicionales. Este artículo examina cómo el turismo de masas, especialmente a través de plataformas de alquiler vacacional, está generando una dinámica de expulsión y desplazamiento en múltiples ciudades del mundo. Analizaremos casos paradigmáticos, las causas estructurales del fenómeno, sus consecuencias sociales y posibles vías de resistencia y regulación.
Turistificación: una definición operativa
La turistificación es el proceso mediante el cual determinadas zonas de una ciudad son transformadas para satisfacer las necesidades y deseos del turismo, priorizando sus lógicas por encima de las de la vida cotidiana local. No se trata solo de un aumento de visitantes, sino de una reorientación funcional, económica y simbólica del espacio urbano: comercios tradicionales sustituidos por tiendas de souvenirs o franquicias globales, viviendas convertidas en alojamientos turísticos, calles congestionadas, espacios públicos privatizados o tematizados.
Este fenómeno no ocurre de forma espontánea. Se sustenta en una serie de decisiones políticas, económicas y normativas que promueven el turismo como motor de crecimiento y lo presentan como deseable y neutro. Pero sus efectos son profundamente desiguales: mientras algunos actores (grandes propietarios, fondos de inversión, empresas tecnológicas) se benefician, otros (especialmente los inquilinos, los trabajadores precarios, los mayores y los jóvenes) son desplazados.
La conexión con la gentrificación
La gentrificación, por su parte, es un proceso de transformación urbana mediante el cual barrios populares son ocupados progresivamente por clases medias o altas, lo que provoca un aumento de los precios de la vivienda y la expulsión de la población residente de menor renta. Aunque históricamente se ha asociado a procesos residenciales vinculados a la inversión privada, en los últimos años se ha acelerado y ampliado por la irrupción del turismo como nuevo vector de valorización urbana.
La turistificación actúa como un acelerador de la gentrificación. Al convertir viviendas en alojamientos temporales más rentables, se reduce la oferta de alquiler a largo plazo, lo que dispara los precios. La presencia constante de visitantes transforma la identidad de los barrios, y los servicios dejan de responder a las necesidades de los residentes. El resultado: pérdida del tejido social, invisibilización de las memorias urbanas, y conversión del espacio en escenario.
Casos emblemáticos
Barcelona
Barcelona ha sido una de las ciudades más estudiadas en cuanto a la turistificación. Tras los Juegos Olímpicos de 1992, la ciudad apostó por un modelo de ciudad global, centrado en el turismo y la atracción de inversiones. El auge de plataformas como Airbnb en la década de 2010 aceleró el proceso: se estima que más de 10.000 viviendas en el centro histórico fueron convertidas en pisos turísticos.
Barrios como el Gòtic, el Born o la Barceloneta han perdido miles de residentes, mientras el precio del alquiler se disparaba. Las protestas ciudadanas llevaron a la aprobación de un plan de regulación pionero, el PEUAT, que limita las licencias turísticas por zonas, pero el conflicto sigue abierto: detrás del turismo están fondos de inversión, bancos y grandes propietarios que buscan maximizar sus beneficios.
Lisboa
Lisboa vivió un auge turístico a partir de 2014, en parte gracias a políticas activas de atracción de inversión extranjera (como los “visados dorados” y exenciones fiscales). El centro histórico fue rápidamente transformado: más del 60% de algunas calles del barrio de Alfama se destinan hoy al alojamiento turístico. En paralelo, el precio del alquiler se duplicó entre 2015 y 2020, provocando el éxodo de miles de lisboetas.
La población más afectada ha sido la de mayores ingresos bajos, a menudo sin contratos formales, que no han podido competir con los nuevos usos turísticos. A pesar de la moratoria de nuevas licencias impulsada por el ayuntamiento, el proceso continúa, ahora desplazándose hacia otros barrios periféricos.
Ciudad de México
En América Latina, la Ciudad de México ha sido uno de los ejemplos más recientes y acelerados del fenómeno. Desde la pandemia, y con el auge del teletrabajo, miles de “nómadas digitales” han llegado a la ciudad, incentivados por precios bajos y políticas de apertura. Esta llegada ha coincidido con un crecimiento explosivo de viviendas en plataformas turísticas en zonas como Roma Norte, Condesa o Centro Histórico.
El resultado ha sido el aumento de los precios, el desalojo indirecto de inquilinos, la conversión de comunidades tradicionales en enclaves de consumo para visitantes extranjeros y una creciente tensión social. Las autoridades han empezado a estudiar medidas, pero los intereses económicos en juego son considerables.
Consecuencias sociales y culturales
Los efectos de la turistificación son múltiples:
- Pérdida de comunidad: la rotación constante de visitantes rompe los vínculos vecinales y la cohesión social.
- Aumento del coste de vida: desde la vivienda hasta los productos básicos, los precios tienden a subir en barrios turísticos.
- Precarización del empleo: el trabajo generado es mayoritariamente temporal, informal y con escasa protección.
- Transformación del espacio público: plazas, calles y parques dejan de ser lugares de encuentro vecinal para convertirse en escenarios turísticos.
- Pérdida de identidad: las culturas locales se transforman en productos consumibles, borrando matices y complejidades.
Resistencias y alternativas
A pesar del poder del lobby turístico, en muchas ciudades han surgido movimientos de resistencia. Asociaciones vecinales, cooperativas de vivienda, colectivos feministas y organizaciones de defensa del derecho a la ciudad han impulsado acciones para frenar la turistificación.
Entre las propuestas más relevantes se encuentran:
- Limitación y fiscalización del alquiler turístico mediante licencias, techos máximos y sanciones a la oferta ilegal.
- Protección del parque de vivienda para uso residencial, con incentivos al alquiler social y mecanismos de control de precios.
- Regulación del turismo urbano desde una perspectiva participativa y con criterios de justicia espacial.
- Reconversión del modelo económico para reducir la dependencia del turismo, especialmente en centros urbanos.
Conclusión
La ciudad no puede reducirse a un destino turístico. Cuando se transforma en parque temático, deja de ser un lugar habitable. La turistificación y la gentrificación no son procesos inevitables, sino el resultado de decisiones políticas y económicas que pueden y deben revertirse.
Recuperar el derecho a la ciudad implica repensar qué tipo de turismo se quiere, para quién y bajo qué condiciones. Significa, también, poner límites al mercado inmobiliario, democratizar la gestión urbana y priorizar las necesidades de quienes habitan, cuidan y sostienen la vida cotidiana en nuestras ciudades.
Preguntas para el debate
- ¿Es posible un equilibrio entre turismo y derecho a la ciudad?
- ¿Cómo impacta el turismo en el acceso a la vivienda y el coste de vida de las personas residentes?
- ¿Qué papel juegan las plataformas digitales en la transformación del espacio urbano?
- ¿Cuáles son los límites entre revitalización urbana y desplazamiento social?
- ¿Qué formas de resistencia ciudadana frente a la turistificación resultan más eficaces?