El modelo económico neoliberal vigente ha generado profundas tensiones sociales y ecológicas a escala global. Su orientación hacia la financierización, la concentración empresarial, la mercantilización de la vida y los patrones lineales de producción y consumo ha exacerbado la desigualdad, debilitado la democracia económica y acelerado el colapso ambiental. Sin embargo, múltiples propuestas emergen desde distintos ámbitos académicos, sociales y territoriales para imaginar y construir alternativas. Este artículo sintetiza las principales medidas planteadas en los artículos anteriores de la revista para transformar los pilares del actual modelo económico.
Desfinancierizar la economía
La financierización ha convertido las finanzas en un fin en sí mismo, separándolas de la economía productiva y subordinando la vida a los imperativos del capital especulativo. Aunque su reversión total es compleja, existen medidas para limitar su poder y recuperar el control democrático sobre la economía:
- Mayor regulación financiera, incluyendo el control de productos derivados, mayor transparencia y límites a la especulación.
- Impuestos a las transacciones financieras, como la tasa Tobin, para desincentivar movimientos de capital a corto plazo.
- Reformas de la gobernanza empresarial, premiando la reinversión productiva por sobre el beneficio inmediato para accionistas.
- Refuerzo del Estado de bienestar, reduciendo la dependencia de deuda privada para acceder a derechos básicos.
- Políticas fiscales y monetarias orientadas al empleo y la equidad, y no únicamente a la estabilidad de precios.
Estas medidas buscan subordinar el sistema financiero a los objetivos sociales, colocando el dinero al servicio de la vida, y no al revés.
Desconcentrar el poder económico: democratizar los mercados
La concentración empresarial reduce la competencia, precariza el empleo y distorsiona la democracia. Para revertir esta tendencia, es necesario actuar en múltiples frentes:
- Reactivación de políticas antimonopolio, con agencias independientes capaces de frenar fusiones nocivas y desmantelar estructuras abusivas.
- Regulación de plataformas digitales, tratándolas como infraestructuras públicas y garantizando acceso justo a sus servicios.
- Fortalecimiento del poder de negociación de pymes y trabajadores, mediante sindicatos fuertes, marcos de negociación transnacionales y representación laboral en los órganos de gestión.
- Reforma fiscal internacional, obligando a las grandes corporaciones a tributar donde generan valor y no donde optimizan sus impuestos.
Estas acciones apuntan a redistribuir el poder económico y fortalecer la equidad estructural del sistema.
Desmercantilizar la vida: derechos por encima del lucro
El proceso de mercantilización ha convertido bienes comunes y derechos básicos en mercancías. Frente a ello, diversas propuestas buscan recuperar el sentido colectivo de lo esencial:
- Reforzar lo público, mediante inversión suficiente en servicios universales como sanidad, educación o vivienda.
- Remunicipalizar servicios esenciales, como agua y energía, devolviéndolos a la gestión democrática local.
- Reconocer y remunerar el trabajo de cuidados, históricamente invisibilizado pero central para el sostenimiento de la vida.
- Constitucionalizar derechos, blindándolos frente a su privatización.
- Fomentar modelos cooperativos y comunitarios, donde el valor social prevalezca sobre el ánimo de lucro.
Este enfoque coloca la vida y el bienestar colectivo en el centro del sistema económico, en lugar del beneficio financiero.
Superar el PIB: medir lo que realmente importa
El PIB, aunque útil, es una métrica insuficiente. No mide ni la distribución, ni el bienestar, ni los impactos ambientales. Para ello, se propone complementar (no reemplazar) este indicador con otros más integrales:
- Indicadores como el IDH ajustado por desigualdad, el Índice de Progreso Social o los indicadores de huella ecológica deben ser parte habitual de la toma de decisiones.
- Evaluar el cumplimiento de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), derechos sociales y políticas climáticas como parte central del balance de los gobiernos.
- Cambiar el paradigma político: dejar de aspirar a un crecimiento ilimitado del PIB y transitar hacia una economía centrada en vidas dignas y ecosistemas sanos.
Impulsar la economía circular: cerrar los ciclos
La transición desde una economía lineal (extraer, producir, desechar) hacia una circular es urgente. Para ello, se destacan varias estrategias:
- Diseño ecológico obligatorio, eliminando la obsolescencia programada.
- Incentivos fiscales para reparar y reutilizar, y penalizaciones a modelos lineales.
- Educación al consumidor y formación empresarial, para favorecer el consumo responsable.
- Digitalización y trazabilidad de materiales, para mejorar la eficiencia circular.
- Alianzas público-privadas para generar ecosistemas circulares locales.
- Normativa ambiciosa, como prohibición de plásticos de un solo uso o responsabilidades extendidas del productor.
Lo local como estrategia transformadora
Frente a desafíos globales, lo local emerge como un espacio privilegiado para impulsar el cambio:
- Producción de proximidad y soberanía alimentaria, con apoyo a mercados locales, huertos urbanos y cooperativas agroecológicas.
- Reindustrialización sostenible, basada en pymes, talleres y fábricas cooperativas con tecnologías limpias.
- Finanzas éticas y banca local, como alternativa a la especulación global, incluyendo monedas sociales y fondos solidarios.
- Modelos de economía circular municipales, con bibliotecas de cosas, centros de reparación y clústeres empresariales circulares.
- Democratización económica, mediante cooperativas de trabajo, presupuestos participativos o empresas públicas gestionadas con participación ciudadana.
- Educación económica crítica, para una ciudadanía más informada y activa.
La escala local permite crear economías más resilientes, inclusivas y sostenibles, en contacto con las necesidades reales de las personas.
Conclusión: hacia una economía para la vida
Las propuestas analizadas no son meros ajustes dentro del modelo neoliberal, sino caminos hacia una transformación estructural y cultural del sistema económico. Desfinancierizar, desconcentrar, desmercantilizar, circularizar y relocalizar son verbos que invitan a repensar la economía desde los valores de equidad, sostenibilidad y democracia. El desafío no es técnico, sino político y cultural: poner la economía al servicio de la vida y no al revés.