La financierización es probablemente el aspecto más determinante para caracterizar el modelo económico que se impone en Occidente a partir de los años 70 del siglo XX. Este proceso ha convertido al sector financiero no solo en un intermediario al servicio de la economía real, sino en su protagonista, redibujando las relaciones entre empresas, gobiernos y ciudadanos. Entender qué es la financierización, cómo surgió y cuáles son sus efectos es clave para comprender muchas de las tensiones y desafíos actuales del sistema económico global.
¿Qué es la financierización?
La financierización puede definirse, en términos generales, como el crecimiento excesivo (hipertrofia) del peso e influencia del sector financiero en el conjunto de la economía. Esto implica que las actividades económicas están cada vez más dominadas por consideraciones financieras, más allá de la producción de bienes o la prestación de servicios. Así, empresas no financieras se orientan hacia actividades especulativas; los hogares dependen más del crédito y de productos financieros para cubrir necesidades básicas; y los gobiernos adaptan sus políticas a los mercados de capital.
Según el economista Gerald Epstein, uno de los primeros en popularizar el término, la financierización es “el creciente papel de los motivos financieros, los mercados financieros, los actores financieros y las instituciones financieras en el funcionamiento de las economías nacionales e internacionales”. Para Greta Krippner, la financierización define “un nuevo patrón de acumulación en el que las ganancias se acumulan principalmente a través de los canales financieros en lugar de los del comercio y de la producción de mercancías básicas”.
Orígenes y causas
La financierización no es un fenómeno repentino. Sus raíces se remontan a las transformaciones económicas de los años 70, cuando el modelo de capitalismo industrial fordista comenzó a entrar en crisis. Hasta entonces, el crecimiento económico estaba estrechamente ligado a la producción y el consumo masivo, impulsado por salarios crecientes y una fuerte intervención del Estado.
Sin embargo, la estanflación de los años 70 (alta inflación con bajo crecimiento) puso en jaque ese modelo. En respuesta, los gobiernos occidentales (especialmente el de Estados Unidos y el Reino Unido) adoptaron políticas neoliberales: desregulación financiera, privatizaciones y apertura comercial. Una pieza central fue la liberalización del sistema financiero, que permitió a bancos y fondos operar con menos controles y mayor libertad.
Además, la caída de las tasas de ganancia en la economía productiva llevó a las empresas a buscar beneficios en los mercados financieros. De esta forma, el capital comenzó a desplazarse de la inversión productiva hacia la especulación y la ingeniería financiera.
Impacto sobre hogares, empresas y Estados
La financierización ha tenido efectos diversos y profundos sobre los distintos actores de la economía. Para los hogares, se traduce en un aumento de la dependencia del crédito. Hipotecas, préstamos estudiantiles (especialmente en EEUU), tarjetas de crédito: los ciudadanos acceden a bienes básicos no solo por sus ingresos, sino por su capacidad de endeudamiento. Esto ha generado una «economía del endeudamiento» donde las finanzas personales están estrechamente ligadas al vaivén de los mercados.
En el caso de las empresas, incluso las no financieras han adoptado una lógica financiera. En lugar de reinvertir las ganancias en innovación o producción, muchas compañías las destinan a recomprar acciones, aumentar dividendos o realizar fusiones apalancadas. Esto ha llevado a un desapego creciente entre las decisiones empresariales y el empleo o la producción, priorizando la rentabilidad para los accionistas por encima del bienestar colectivo.
Los Estados, por su parte, también han sido reconfigurados. A menudo diseñan políticas económicas pensando en cómo serán percibidas por los mercados financieros. La disciplina fiscal y la atracción de inversión extranjera se convierten en prioridades, incluso cuando entran en tensión con objetivos sociales. En muchos casos, los gobiernos se endeudan para financiar déficits sin que esto se traduzca necesariamente en inversión pública o servicios.
«Megafondos» de inversión
Un fenómeno especialmente revelador del avance de la financierización es la irrupción y consolidación de los llamados «megafondos de inversión», entre los que destacan BlackRock, Vanguard, State Street y Fidelity. Estas gestoras de activos, originadas en Estados Unidos, se han convertido en actores con una influencia sin precedentes en la economía global.
Juntas administran más de 26 billones de dólares en activos bajo gestión (AUM, por sus siglas en inglés), una cifra que supera ampliamente el PIB de muchas economías desarrolladas. Solo BlackRock, la mayor de todas, gestionaba unos 10 billones de dólares en 2024, una cantidad equivalente al PIB conjunto de Alemania y Francia. Vanguard, por su parte, ronda los 8 billones, y Fidelity y State Street superan los 4 billones cada una.
Su poder no solo se mide en cifras, sino también en su presencia accionarial en las mayores compañías del mundo. Estos fondos poseen participaciones significativas en empresas como Apple, Microsoft, Amazon, ExxonMobil, JP Morgan, Nestlé o Pfizer, entre muchas otras. De hecho, en sectores clave como el tecnológico, energético, financiero y farmacéutico, es frecuente que BlackRock y Vanguard figuren entre los tres principales accionistas. En España los fondos de inversión controlan en torno al 45% del valor de la Bolsa española.
La consecuencia directa es un nivel de control estructural sobre la economía global sin precedentes. Estos fondos tienen capacidad de influir en decisiones estratégicas empresariales, desde fusiones hasta políticas medioambientales, e incluso en la composición de los consejos de administración de las empresas en las que invierten.
Además, su peso en los mercados financieros les otorga una voz potente en la formulación de políticas públicas. Gobiernos y bancos centrales, conscientes del impacto que tienen estos actores en la estabilidad financiera y el acceso al capital, tienden a tomar decisiones que no los incomoden. En muchos casos, estas gestoras también participan activamente en programas de asesoría técnica, compra de deuda soberana y diseño de estrategias de inversión sostenibles, lo que les otorga aún más acceso a los círculos de poder.
Consecuencias y críticas
Uno de los principales efectos de la financierización es el aumento de la desigualdad. La riqueza se concentra en manos de quienes tienen acceso privilegiado a los mercados financieros, mientras que la economía real, que genera empleos y sustento, se ve debilitada. Además, los ciclos de auge y colapso financiero, como el que culminó en la crisis de 2008, se vuelven más frecuentes, con impactos devastadores para la mayoría de la población.
El alto nivel de concentración de poder financiero supone grandes riesgos para la democracia económica. Cuando una pequeña élite de instituciones privadas puede influir simultáneamente sobre las grandes corporaciones y sobre los gobiernos, se difumina la frontera entre lo público y lo privado, y se profundiza la lógica de una economía gobernada desde las finanzas, más que desde la ciudadanía o el interés común.
¿Es posible desfinancierizar la economía?
Si bien revertir la financierización por completo parece improbable a corto plazo, existen propuestas para limitar su alcance y mitigar sus efectos negativos. Entre las medidas que se han planteado se incluyen:
- Mayor regulación financiera: Establecer límites a las actividades especulativas, reforzar la supervisión de productos derivados y aumentar la transparencia en los mercados.
- Impuestos a las transacciones financieras: Como la “tasa Tobin”, que busca desalentar operaciones especulativas a muy corto plazo.
- Reformas en la gobernanza corporativa: Incentivar a las empresas a reinvertir en producción e innovación, en lugar de concentrarse en el retorno financiero inmediato.
- Refuerzo del Estado de bienestar: Ampliar la provisión pública de servicios esenciales como salud, educación y vivienda para reducir la necesidad de financiar estas necesidades con deuda privada.
- Políticas monetarias y fiscales orientadas al pleno empleo y no solo a la estabilidad de precios o la confianza de los mercados.
Preguntas para el debate
- ¿Debe el Estado intervenir más activamente para limitar el poder del sector financiero, o esta intervención pondría en riesgo la eficiencia económica y la inversión?
- ¿La financierización ha sido un proceso inevitable en la evolución del capitalismo, o fue una elección política e ideológica impulsada por intereses particulares?
- ¿Es conveniente que los hogares dependan cada vez más del crédito para cubrir necesidades básicas, o esto refleja una falla estructural del modelo económico actual?
- ¿Qué consecuencias tiene para la democracia que los gobiernos prioricen la percepción de los mercados financieros por encima de las demandas sociales?
- ¿Es posible construir un modelo económico alternativo en el que el valor financiero esté subordinado al valor social y productivo, o esto es una utopía en un sistema globalizado?