La igualdad de género no nació como consigna en el siglo XXI. Es el resultado de siglos de luchas sociales, políticas y culturales. Mirar atrás no significa quedarse en la nostalgia, sino comprender que los derechos conquistados no fueron regalos, sino frutos de movimientos organizados, resistencias y, a menudo, sacrificios dolorosos.
Este recorrido histórico permite situar los avances actuales en perspectiva y advertir un hecho fundamental: cada conquista es parcial y reversible, especialmente en contextos de crisis política, económica o cultural.
Primeras voces: del siglo XVIII al XIX
Los orígenes modernos del feminismo se encuentran en la Ilustración. En 1792, Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los derechos de la mujer, defendiendo la educación femenina como condición para la igualdad. Poco después, en 1791, Olympe de Gouges redactó en Francia la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, por la que pagó con su vida en la guillotina.
Durante el siglo XIX, la lucha se centró en dos frentes:
- Derechos civiles y educativos: acceso de las mujeres a la educación secundaria y universitaria.
- Derechos políticos: el derecho al voto, que se convirtió en bandera en movimientos sufragistas.
En Estados Unidos y el Reino Unido, figuras como Susan B. Anthony o Emmeline Pankhurst lideraron campañas masivas por el sufragio femenino.
El feminismo ante la Primera Guerra Mundial: fracturas internas
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) puso a prueba la unidad del movimiento feminista internacional. Mientras muchas sufragistas del mundo occidental apoyaron a sus Estados en el esfuerzo bélico con la esperanza de obtener reconocimiento político después, otras denunciaron la guerra como una expresión de los intereses imperialistas y capitalistas que explotaban tanto a hombres como a mujeres.
- El feminismo burgués: sectores sufragistas de clase media apoyaron la participación en la guerra, animando incluso a los hombres a alistarse. Para ellas, demostrar patriotismo era una forma de probar la “madurez cívica” de las mujeres y reforzar el argumento para concederles el voto.
- El feminismo socialista/obrero: en cambio, muchas militantes vinculadas al movimiento obrero y a la Internacional Socialista rechazaron la guerra. Consideraban que las mujeres trabajadoras eran doblemente explotadas: como fuerza de trabajo barata en la retaguardia y como madres/esposas que soportaban la carga humana del conflicto. Para ellas, la igualdad no se alcanzaría solo con el sufragio, sino con una transformación radical de las estructuras económicas y de clase.
Esta división marcó la diferencia entre un feminismo liberal orientado a la ampliación de derechos en el marco del Estado-nación y un feminismo de raíz socialista que ligaba la emancipación de las mujeres a la lucha contra el capitalismo.
El siglo XX: conquistas, contradicciones y nuevas olas
Tras la Primera Guerra Mundial, algunos países concedieron el voto a las mujeres como reconocimiento a su papel en el esfuerzo bélico (Reino Unido, Alemania, Austria). España lo reconoció en 1931 gracias a la lucha de Clara Campoamor, aunque se suspendió durante la dictadura franquista hasta 1977.
La incorporación de las mujeres al trabajo asalariado se aceleró, aunque en condiciones desiguales. La Segunda Guerra Mundial repetiría este patrón: mujeres en fábricas y servicios esenciales, pero relegadas después al espacio doméstico.
Los años 60 y 70 supusieron la llamada “segunda ola feminista”, con reivindicaciones más amplias: derechos sexuales y reproductivos, acceso a anticonceptivos y aborto, igualdad en el trabajo, cuestionamiento del patriarcado como sistema. Autoras como Simone de Beauvoir, Kate Millett o Betty Friedan aportaron marcos teóricos que influyeron en políticas y movimientos sociales.
A partir de los años 80, emergió lo que se ha denominado la “tercera ola feminista”, caracterizada por varios rasgos:
- Diversidad de voces: crítica a la idea de una experiencia femenina universal. Se incorporan con fuerza las demandas de mujeres negras, indígenas, migrantes y de contextos no occidentales.
- Interseccionalidad: concepto acuñado por Kimberlé Crenshaw, que muestra cómo género, raza, clase o sexualidad se cruzan en la experiencia de la opresión.
- Debates sobre identidad y cuerpo: irrumpen las reflexiones sobre identidad de género, sexualidades diversas, trabajo sexual y derechos de las personas trans, lo que genera alianzas pero también tensiones dentro del feminismo.
- Globalización de las luchas: el feminismo se internacionaliza más allá de conferencias oficiales. Las ONGs, las redes transnacionales y los foros sociales mundiales amplían la agenda feminista.
En el siglo XXI, los feminismos se han multiplicado en formas y expresiones. Movilizaciones como Ni Una Menos (Argentina, 2015) contra la violencia machista o #MeToo (a partir de 2017) contra el acoso sexual en el ámbito laboral y cultural han visibilizado masivamente las desigualdades y violencias de género, mostrando que la lucha feminista sigue viva y en expansión.
Feminismo en el Sur global: una historia propia
Con frecuencia, los relatos sobre la historia del feminismo privilegian experiencias de Europa y Norteamérica. Sin embargo, en África, Asia y América Latina emergieron movimientos que combinaron la lucha por la igualdad de género con las luchas anticoloniales, contra el racismo y por la justicia social.
- En India, figuras como Sarojini Naidu o Kamaladevi Chattopadhyay participaron en la independencia vinculando nacionalismo y derechos de las mujeres.
- En América Latina, mujeres participaron activamente en movimientos revolucionarios y de resistencia a dictaduras, a menudo invisibilizadas después.
- En África, activistas como Funmilayo Ransome-Kuti en Nigeria o las luchadoras de la independencia argelina articularon feminismo y anticolonialismo.
Estos ejemplos recuerdan que la historia de las mujeres es plural y que el feminismo no puede entenderse como una importación europea, sino como un mosaico de experiencias.
Las conferencias internacionales: hacia un marco global
A partir de la segunda mitad del siglo XX, los organismos internacionales comenzaron a reconocer la igualdad de género como prioridad. La ONU declaró 1975 Año Internacional de la Mujer, organizando en Ciudad de México la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer. Le siguieron Copenhague (1980), Nairobi (1985) y, sobre todo, Beijing (1995), que adoptó una Plataforma de Acción aún vigente.
En 1979 se aprobó la CEDAW (Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer), considerada la “carta magna” de los derechos de las mujeres, ratificada por más de 180 Estados.
La Agenda 2030, adoptada en 2015, incluye como ODS 5 “lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas”, reconociendo así que la igualdad no es solo un asunto de justicia, sino condición para el desarrollo sostenible.
Logros alcanzados
El recorrido histórico deja avances innegables:
- Derecho al voto y a la participación política.
- Acceso creciente a la educación en todos los niveles.
- Marcos legales contra la discriminación y la violencia.
- Reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos en muchos países.
- Mayor presencia de mujeres en el mercado laboral y en la vida pública.
Desafíos persistentes
Sin embargo, la historia también muestra que cada avance convive con resistencias y nuevos obstáculos. En el siglo XXI, las brechas de género persisten en múltiples formas:
- Económicas: techo de cristal, brechas salariales, feminización de la pobreza.
- Culturales: estereotipos de género que se reproducen en la educación y los medios.
- Políticas: baja representación en puestos de poder, pese a leyes de cuotas.
- Violencias: desde la violencia doméstica hasta los crímenes de odio por orientación sexual o identidad de género.
Y en el Sur global, prácticas como la mutilación genital femenina, los matrimonios forzados o la negación del derecho a la propiedad continúan afectando a millones de mujeres.
Una memoria para el futuro
Repasar la historia de las luchas por la igualdad de género no es solo un ejercicio académico. Es, sobre todo, una forma de reconocer la herencia de quienes abrieron caminos y de advertir que los derechos nunca están asegurados de una vez por todas.
Cada generación debe volver a defenderlos, adaptarlos a nuevos contextos y ampliarlos a quienes aún quedan fuera. La igualdad de género en el siglo XXI se juega en varios frentes: consolidar lo alcanzado, responder a desigualdades persistentes y afrontar debates emergentes (diversidad de género, interseccionalidad, masculinidades).
Conclusión
De las primeras sufragistas a la Agenda 2030, la historia de la igualdad de género es una historia de luchas, avances y resistencias. Nos recuerda que ningún derecho cae del cielo: todos han sido conquistados. Y también nos advierte que cada conquista puede retroceder si no existe vigilancia ciudadana, compromiso político y educación crítica.
El reto hacia 2030 será doble: universalizar derechos aún negados en muchos países y profundizar en las dimensiones más recientes de la igualdad, sin perder de vista que las prioridades varían según contextos y clases sociales. Solo con una mirada plural y global podrá construirse un horizonte de igualdad que honre el pasado y transforme el futuro.
Preguntas para el debate
- ¿Qué tensiones reveló el feminismo ante la Primera Guerra Mundial entre feminismo liberal y feminismo socialista?
- ¿Por qué es importante rescatar las luchas feministas del Sur global, más allá del canon europeo y norteamericano?
- ¿Podemos hablar de “olas” del feminismo, o esta metáfora simplifica y borra experiencias diversas?
- ¿Qué riesgos existen hoy de retroceder en derechos conquistados durante el siglo XX?
- ¿Cómo conectar la memoria histórica del feminismo con las luchas actuales de las nuevas generaciones?