Las universidades, tradicionalmente concebidas como espacios de enseñanza e investigación, han ido asumiendo en las últimas décadas un papel cada vez más activo en la cooperación internacional al desarrollo. Ya no se trata solo de formar profesionales o producir conocimiento, sino de contribuir a la transformación social y a la construcción de una ciudadanía global crítica y solidaria.
Este artículo explora el papel de la universidad como actor de cooperación, analizando sus aportaciones en la formación, la investigación, la acción directa y la sensibilización ciudadana. Se hará especial referencia al caso español y europeo, enmarcándolo en los retos de la Agenda 2030.
La universidad como actor emergente de la cooperación
La participación universitaria en la cooperación al desarrollo se consolidó a finales del siglo XX, coincidiendo con el auge de la cooperación española y con el debate internacional sobre el papel del conocimiento en los procesos de desarrollo.
La universidad se reconoce hoy como un actor singular por varias razones:
- Genera conocimiento aplicable a los problemas del desarrollo.
- Forma profesionales con competencias globales y sensibilidad social.
- Es un espacio de debate crítico, capaz de cuestionar estructuras de poder.
- Está presente en el territorio, con capacidad de movilizar a estudiantes y comunidades.
En España, la creación de Oficinas de Cooperación Universitaria al Desarrollo (OCUD) en muchas universidades fue un hito clave. A nivel europeo, redes como la Asociación Europea de Universidades (EUA) han promovido la dimensión social y global de la educación superior.
Formación: educar para la ciudadanía global
Uno de los aportes más visibles de la universidad a la cooperación es la formación. Las universidades no solo transmiten conocimientos técnicos, sino que también forman en valores y competencias para la ciudadanía global.
Esto se refleja en:
- Asignaturas y másteres específicos sobre cooperación, desarrollo y estudios internacionales.
- Prácticas y voluntariado en proyectos de cooperación y acción humanitaria.
- Programas de movilidad que permiten a estudiantes y docentes vivir experiencias en contextos del Sur.
- Campañas de sensibilización en el campus sobre consumo responsable, igualdad de género, cambio climático o derechos humanos.
En España, muchos grados incluyen ya optativas relacionadas con cooperación y sostenibilidad, y varias universidades ofrecen másteres especializados en cooperación internacional y desarrollo.
Investigación para el desarrollo
La investigación universitaria puede ser un motor de innovación social y tecnológica en contextos de desarrollo. Se habla de investigación para el desarrollo cuando se orienta explícitamente a resolver problemas de comunidades vulnerables.
Ejemplos incluyen:
- Tecnologías de bajo coste para el acceso al agua potable.
- Sistemas de energías renovables adaptados a zonas rurales.
- Estudios sobre desigualdad, género y exclusión social.
- Innovaciones en salud pública y epidemiología.
En España, la Red Española de Estudios del Desarrollo (REEDES) agrupa a investigadoras e investigadores comprometidos con el análisis crítico de los procesos de desarrollo. A nivel europeo, programas como Horizonte Europa financian proyectos de investigación con impacto global, incluyendo cooperación científica con países del Sur.
Acción directa y cooperación universitaria
Muchas universidades llevan a cabo proyectos de cooperación sobre el terreno, en colaboración con ONGD, organismos internacionales o universidades del Sur. Estos proyectos incluyen:
- Programas de fortalecimiento institucional en universidades africanas o latinoamericanas.
- Redes de investigación conjunta sobre cambio climático o salud global.
- Programas de becas y movilidad para estudiantes y profesorado del Sur.
El Programa de Cooperación Interuniversitaria (PCI) de la AECID fue durante años un ejemplo destacado, al financiar proyectos conjuntos entre universidades españolas y de países en desarrollo. Aunque sufrió recortes tras la crisis de 2008, mostró el potencial de la cooperación universitaria como espacio de innovación y diálogo intercultural.
El compromiso social universitario
En los últimos años, muchas universidades han asumido el concepto de Responsabilidad Social Universitaria (RSU), que incluye el compromiso con los derechos humanos, la sostenibilidad y la equidad.
Esto se traduce en políticas institucionales como:
- Incorporación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en la estrategia universitaria.
- Programas de igualdad de género e inclusión social.
- Compromiso con la sostenibilidad ambiental en los campus.
- Alianzas con actores sociales y comunitarios.
La RSU conecta la cooperación internacional con la acción local, reforzando la idea de que lo global y lo local están interrelacionados.
Retos y críticas
El papel de la universidad en la cooperación no está exento de retos y críticas:
- Fragmentación: cada universidad desarrolla iniciativas propias, a menudo sin coordinación nacional ni internacional.
- Recursos limitados: los presupuestos de cooperación universitaria suelen ser modestos y dependientes de convocatorias externas.
- Riesgo de academicismo: investigaciones desconectadas de las necesidades reales de las comunidades.
- Desigualdad en las alianzas: en algunos casos, los proyectos reproducen relaciones verticales Norte-Sur en lugar de fomentar una cooperación horizontal.
- Voluntariado cuestionado: experiencias de corta duración pueden caer en dinámicas asistencialistas o de “turismo solidario” si no se diseñan con criterios éticos y de impacto.
Estos retos invitan a repensar cómo la universidad puede ser un actor más coherente, eficaz y transformador en el marco de la Agenda 2030.
El papel de los estudiantes
Los estudiantes son protagonistas centrales de la cooperación universitaria. A través de asociaciones, grupos de voluntariado, colectivos feministas o ambientales, impulsan iniciativas de sensibilización y activismo global.
En España, redes como la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (CREUP) han defendido la importancia de integrar la cooperación y la sostenibilidad en las agendas universitarias. A nivel europeo, la Erasmus Student Network (ESN) promueve la movilidad y la dimensión intercultural como herramientas de ciudadanía global.
El compromiso estudiantil es, además, una escuela de participación democrática que trasciende el ámbito universitario.
Universidades del Sur: protagonistas imprescindibles
No puede hablarse de cooperación universitaria solo desde el Norte. Las universidades del Sur son actores con voz propia, con saberes, capacidades e innovaciones que deben ser reconocidas en pie de igualdad.
Ejemplos incluyen:
- Universidades africanas que lideran investigaciones sobre biodiversidad o energías renovables.
- Instituciones latinoamericanas que desarrollan pedagogías críticas y comunitarias.
- Redes interuniversitarias Sur-Sur que comparten conocimientos adaptados a sus contextos.
La cooperación universitaria debe evitar el paternalismo y promover una auténtica co-producción de conocimiento, basada en el respeto y la reciprocidad.
Europa y España en la cooperación universitaria
En el ámbito europeo, la cooperación universitaria se articula a través de programas como Erasmus+, que incluyen no solo movilidad dentro de Europa, sino también con países del resto del mundo. La Comisión Europea ha promovido la creación de Universidades Europeas, redes transnacionales con vocación global.
En España, la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) y la Coordinadora de Oficinas de Cooperación Universitaria al Desarrollo (OCUD) han sido espacios clave para articular esfuerzos. Aunque los recursos son limitados, las universidades españolas han desarrollado proyectos innovadores en América Latina, África y Asia, así como programas de educación para la ciudadanía global en sus campus.
Conclusión
La universidad es un actor imprescindible en la cooperación al desarrollo. Su capacidad de generar conocimiento, formar ciudadanía crítica, innovar en metodologías y conectar lo local con lo global la convierte en un espacio privilegiado para promover un mundo más justo y sostenible.
Los retos (fragmentación, recursos limitados, riesgo de verticalidad) son importantes, pero también lo son las oportunidades: la Agenda 2030, la digitalización, la creciente implicación estudiantil y las redes internacionales.
En última instancia, la universidad no solo contribuye a la cooperación; también se transforma a sí misma en el proceso. Al comprometerse con la justicia global, se convierte en una institución más consciente de su responsabilidad social y de su potencial como motor de cambio.
Preguntas para el debate
- ¿Debe la universidad asumir como misión propia contribuir al desarrollo global?
- ¿Qué riesgos y oportunidades plantea el voluntariado internacional de estudiantes?
- ¿Cómo garantizar que la investigación universitaria responda a necesidades reales de comunidades vulnerables?
- ¿La cooperación universitaria reproduce a veces relaciones de poder Norte-Sur?
- ¿Qué papel deben jugar los estudiantes en impulsar la ciudadanía global en sus campus?