De la posguerra a la Agenda 2030: recorrido histórico de la cooperación internacional

La cooperación al desarrollo no surgió de la nada ni es un fenómeno reciente. Se trata de una construcción histórica vinculada a los grandes acontecimientos del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial, la descolonización, la Guerra Fría, la globalización y las crisis económicas y ambientales que han marcado las últimas décadas. Conocer esta trayectoria permite entender mejor las tensiones, contradicciones y oportunidades que hoy enfrenta la cooperación en el marco de la Agenda 2030.

En este artículo haremos un recorrido histórico desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015. Veremos cómo cambiaron las prioridades, qué actores fueron tomando protagonismo y cómo la noción de “desarrollo” se ha ido transformando con el tiempo.

Los orígenes: el Plan Marshall y la ONU

El inicio de la cooperación moderna suele situarse en el Plan Marshall (1948), un programa de ayuda masiva de Estados Unidos para la reconstrucción de Europa occidental tras la guerra. Aunque tenía un fuerte componente geopolítico —contener la expansión soviética—, también mostró cómo la ayuda internacional podía impulsar la recuperación económica y generar alianzas políticas duraderas.

Al mismo tiempo, la creación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1945 sentó las bases de un sistema multilateral de cooperación. En 1948 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que introdujo la idea de que el bienestar y la dignidad de todas las personas debían ser una preocupación global. Poco después nacieron organismos especializados como la FAO (alimentación), la OMS (salud) o la UNESCO (educación y cultura), pilares del sistema internacional de cooperación.

Años cincuenta y sesenta: descolonización y Guerra Fría

La descolonización de Asia y África en los años cincuenta y sesenta multiplicó el número de países independientes y planteó la cuestión de cómo apoyar su desarrollo económico y social. Muchos de ellos tenían estructuras estatales débiles, altos niveles de pobreza y economías dependientes de la exportación de materias primas.

En este contexto, la cooperación internacional se convirtió en un instrumento político de la Guerra Fría:

  • Estados Unidos y sus aliados ofrecían ayuda económica y técnica para evitar que los nuevos Estados cayeran en la órbita soviética.
  • La Unión Soviética, por su parte, financiaba infraestructuras, enviaba expertos y promovía modelos de planificación socialista.

En 1960 se creó el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) dentro de la OCDE, que fijó el concepto de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y estableció recomendaciones para los países donantes. Ese mismo año, 77 países del Sur se agruparon en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), reclamando un orden económico internacional más justo.

Años setenta: desarrollo como bienestar y crisis del petróleo

Los años setenta marcaron un cambio de paradigma. La concepción de desarrollo pasó de centrarse en el crecimiento económico a incluir aspectos sociales como salud, educación, igualdad de género y participación. El Informe Pearson (1969) ya advertía que la ayuda debía orientarse al bienestar de las poblaciones y no solo a infraestructuras o sectores productivos.

En 1970, la ONU aprobó una resolución clave: los países donantes debían destinar el 0,7 % de su Renta Nacional Bruta a AOD. Aunque pocos han cumplido con este objetivo, se convirtió en un referente simbólico y político.

La crisis del petróleo de 1973 y la recesión mundial afectaron gravemente a los países en desarrollo, aumentando su endeudamiento externo. Esto abrió la puerta a la intervención creciente de organismos financieros como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, cuyas recetas económicas marcarían los años siguientes.

Años ochenta: la década perdida para el Sur

Los años ochenta suelen describirse como la “década perdida” para América Latina y otras regiones. El aumento de los precios del petróleo, la subida de los tipos de interés y la recesión global llevaron a muchos países a una crisis de deuda.

El FMI y el Banco Mundial impusieron programas de ajuste estructural que obligaban a reducir el gasto público, privatizar empresas estatales, liberalizar el comercio y abrir las economías al capital extranjero. Estas políticas tuvieron consecuencias sociales devastadoras: aumento de la pobreza, deterioro de servicios públicos y crecientes desigualdades.

La cooperación internacional en este periodo se vio marcada por la tensión entre el alivio de la deuda y la exigencia de reformas neoliberales. Las críticas de movimientos sociales y académicos denunciaron que estas medidas debilitaban la soberanía de los países y consolidaban la dependencia del Norte.

Años noventa: el fin de la Guerra Fría y las cumbres mundiales

Con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, la cooperación internacional entró en una nueva fase. Los antiguos países socialistas de Europa del Este comenzaron a recibir asistencia para su transición democrática y económica.

En el plano global, los años noventa fueron también la década de las grandes conferencias de la ONU:

  • Cumbre de Río (1992) sobre medio ambiente y desarrollo sostenible.
  • Conferencia de Beijing (1995) sobre la mujer.
  • Cumbre de Copenhague (1995) sobre desarrollo social.

Estos encuentros ampliaron la agenda de la cooperación: ya no se trataba solo de economía, sino también de derechos humanos, género, sostenibilidad y gobernanza democrática.

En 2000, los líderes mundiales aprobaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), con metas concretas como reducir la pobreza extrema a la mitad, lograr la educación primaria universal y combatir el VIH/sida. Aunque su alcance era limitado y su enfoque vertical, supusieron un avance en términos de consenso global y medición de resultados.

Años 2000: eficacia de la ayuda y nuevos actores

La primera década del siglo XXI estuvo marcada por dos tendencias:

  1. La agenda de eficacia de la ayuda, que buscaba mejorar la coordinación entre donantes y receptores, reducir la fragmentación y asegurar resultados tangibles. La Declaración de París (2005) estableció principios como la apropiación local, la alineación con estrategias nacionales y la rendición de cuentas mutua.
  2. La emergencia de nuevos actores: países emergentes como China, India, Brasil o Sudáfrica empezaron a desplegar sus propios programas de cooperación, a menudo bajo el rótulo de cooperación Sur-Sur. También ganaron peso las fundaciones filantrópicas, las empresas privadas y las organizaciones de la diáspora.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la llamada “guerra contra el terrorismo” introdujeron una dimensión securitaria en la cooperación: en algunos casos, la ayuda se utilizó como herramienta para estabilizar regiones consideradas estratégicas.

Años 2010: de los ODM a los ODS

El balance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio fue mixto: se lograron avances significativos en reducción de pobreza y mortalidad infantil, pero quedaron rezagados otros ámbitos como la desigualdad o la sostenibilidad ambiental.

En 2015, tras un proceso amplio de consulta, se adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030. A diferencia de los ODM, los ODS son universales (afectan a todos los países), integrales (incluyen 17 objetivos interconectados) y multisectoriales (reclaman la participación de gobiernos, empresas, ONG y ciudadanía).

Este nuevo marco refleja la evolución histórica de la cooperación: de un enfoque asistencialista centrado en transferencias Norte-Sur, a una visión global de corresponsabilidad en la gestión de bienes comunes planetarios como el clima, la paz y la biodiversidad.

Europa y España en perspectiva histórica

Europa ha sido históricamente el mayor bloque de donantes, combinando cooperación bilateral y aportaciones a organismos multilaterales. Su modelo ha destacado por integrar políticas de desarrollo con valores de derechos humanos y gobernanza democrática.

España, por su parte, inició su política de cooperación internacional de manera incipiente en los años ochenta, consolidándola con la Ley de Cooperación Internacional de 1998. El sistema español se caracterizó por una rápida expansión en los 2000, seguida de un fuerte retroceso con la crisis de 2008. Pese a los altibajos, España ha contribuido a debates globales sobre cooperación descentralizada y educación para la ciudadanía global.

Conclusión

El recorrido histórico de la cooperación al desarrollo muestra un camino lleno de avances, contradicciones y aprendizajes. Desde el Plan Marshall hasta la Agenda 2030, la cooperación ha pasado de ser un instrumento de reconstrucción y geopolítica a un ámbito donde se discuten los grandes desafíos de la humanidad.

Entender este trayecto ayuda a situar los debates actuales: ¿cómo evitar repetir errores del pasado, como el asistencialismo o las recetas únicas? ¿Cómo incorporar las demandas de justicia global, sostenibilidad y participación ciudadana?

El reto de hoy no es menor que el de ayer: lograr que la cooperación internacional sea realmente transformadora, equitativa y capaz de responder a un mundo interdependiente. La historia nos recuerda que no partimos de cero y que cada etapa aporta lecciones que siguen siendo válidas para el presente.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué continuidades y rupturas observamos entre la cooperación de la Guerra Fría y la actual?
  2. ¿Qué enseñanzas nos deja la “década perdida” de los años ochenta en América Latina para la cooperación de hoy?
  3. ¿Fueron los Objetivos de Desarrollo del Milenio un éxito o un fracaso?
  4. ¿Cómo ha evolucionado la noción de desarrollo a lo largo de las últimas décadas?
  5. ¿Qué riesgos hay de repetir errores históricos en la cooperación contemporánea?
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