La violencia de género es una de las violaciones de derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras en el mundo contemporáneo. Naciones Unidas estima que una de cada tres mujeres sufrirá violencia física o sexual a lo largo de su vida. A pesar de los avances normativos y de la creciente visibilidad del problema, la realidad sigue siendo alarmante: cada día, en todos los continentes, mujeres y niñas son asesinadas, agredidas, explotadas o sometidas a múltiples formas de violencia que buscan perpetuar su subordinación.
En Europa y España, donde existen leyes avanzadas y políticas públicas pioneras, la violencia machista sigue siendo una lacra cotidiana. En 2023, España alcanzó cifras preocupantes de feminicidios, lo que reabrió el debate sobre la eficacia de los instrumentos de prevención y protección. En paralelo, los discursos negacionistas impulsados por fuerzas políticas de ultraderecha tratan de deslegitimar los consensos alcanzados en torno a la igualdad y los derechos de las mujeres.
Hablar de paz y justicia en 2030 implica reconocer que no habrá sociedades pacíficas ni justas mientras persista la violencia de género.
La violencia de género como problema estructural
La violencia contra las mujeres no es un fenómeno aislado ni accidental. Responde a estructuras de poder históricas que han colocado a los hombres en una posición de dominación y a las mujeres en roles de subordinación. Se trata, en palabras de la ONU, de una violencia estructural que atraviesa lo social, lo cultural, lo político y lo económico.
Las manifestaciones son múltiples:
- Violencia física y sexual en el ámbito doméstico o en relaciones de pareja.
- Acoso y violencia sexual en el trabajo, en espacios públicos y en entornos digitales.
- Mutilación genital femenina y matrimonios forzados en algunos contextos culturales.
- Explotación sexual y trata de mujeres y niñas, vinculada a redes criminales internacionales.
- Feminicidios, la expresión más extrema de un continuum de violencias.
Cada una de estas formas refleja una misma lógica: el control sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres.
Avances normativos: del papel a la práctica
En las últimas décadas, la comunidad internacional ha dado pasos significativos:
- La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, 1979) estableció un marco global de referencia.
- El Convenio de Estambul (2011), ratificado por España y la mayoría de países europeos, es el instrumento más ambicioso en la lucha contra la violencia de género en el ámbito regional.
- A nivel nacional, España se convirtió en pionera con la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (2004), que sirvió de inspiración internacional.
Estos avances legislativos representan un cambio histórico: la violencia de género pasó de ser considerada un asunto privado a ser reconocida como un problema público y político.
Sin embargo, la brecha entre las normas y su implementación sigue siendo enorme. La falta de recursos, la saturación de los sistemas judiciales y la persistencia de estereotipos de género dificultan que las leyes se traduzcan en protección efectiva.
Europa y España: luces y sombras
En Europa, la violencia de género afecta a millones de mujeres. Según la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE, el 33 % de las europeas ha sufrido violencia física o sexual desde los 15 años. Aunque la mayoría de países cuenta con marcos legales avanzados, la protección no siempre llega a quienes más la necesitan: mujeres migrantes, solicitantes de asilo o pertenecientes a minorías.
España es un caso paradigmático. La ley integral de 2004, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género (2017) y la creación de juzgados especializados han supuesto avances notables. Sin embargo, los feminicidios continúan, las denuncias aumentan y muchas mujeres aún enfrentan revictimización en el proceso judicial. Además, los recortes presupuestarios durante la última década han limitado el alcance de algunas políticas públicas.
La respuesta social: feminismos y resistencias
Junto a los marcos legales, ha sido fundamental la acción de los movimientos feministas, que han situado la violencia de género en el centro del debate público. Movilizaciones como el 8 de marzo o el #MeToo han visibilizado la magnitud del problema y han cuestionado estructuras de poder en espacios tan diversos como la política, el arte, la academia o la empresa.
En España, el movimiento feminista ha tenido un papel crucial en la conquista de derechos. Manifestaciones multitudinarias y campañas de denuncia han impulsado cambios legislativos y han presionado para que las instituciones asuman compromisos más firmes.
Sin embargo, también se observa una reacción de resistencia: sectores conservadores y fuerzas de ultraderecha promueven discursos que minimizan o niegan la violencia machista, cuestionan las políticas de igualdad y estigmatizan a las víctimas. Este negacionismo no solo obstaculiza el avance, sino que revictimiza a las mujeres y debilita el consenso social alcanzado.
La dimensión global: desigualdades y contextos culturales
A escala global, la violencia de género adopta formas diversas según los contextos. En algunos países africanos y asiáticos persisten prácticas como la mutilación genital femenina o los matrimonios infantiles. En América Latina, los feminicidios alcanzan niveles alarmantes, con tasas especialmente altas en México, Honduras o El Salvador.
La globalización también ha traído nuevas formas de violencia, como el acoso digital o la explotación sexual a través de redes internacionales de trata.
El denominador común es que, en todos los contextos, la violencia de género se nutre de las desigualdades económicas y sociales. Cuanto mayor es la pobreza, la falta de educación o la exclusión política, más vulnerables son las mujeres a la violencia.
Educación y prevención: claves para el futuro
La violencia de género no se erradica solo con leyes y castigos. Requiere un cambio cultural profundo, y para ello la educación es clave. Desde la infancia, es necesario cuestionar estereotipos de género, promover relaciones basadas en la igualdad y enseñar a identificar conductas violentas.
En España, la educación en igualdad está recogida en la legislación, pero su aplicación depende en gran medida de la voluntad política de cada comunidad autónoma. La formación del profesorado, la inclusión de contenidos transversales y la colaboración con familias y asociaciones son retos pendientes.
La universidad, como espacio de pensamiento crítico, también tiene un papel fundamental. Incorporar la perspectiva de género en todas las disciplinas, visibilizar las violencias en la investigación y garantizar protocolos de prevención del acoso son pasos necesarios para una ciudadanía más consciente y comprometida.
Retos hacia 2030
De cara al horizonte 2030, la eliminación de la violencia de género sigue siendo un objetivo central de la comunidad internacional. Los principales retos son:
- Garantizar recursos estables para la prevención, la protección y la atención a las víctimas.
- Superar la revictimización en el proceso judicial, con protocolos sensibles al género.
- Incluir a las mujeres migrantes y en situación irregular en las políticas de protección, evitando que el miedo a la deportación las silencie.
- Combatir el negacionismo y los discursos de odio desde la educación, los medios de comunicación y las instituciones.
- Impulsar la cooperación internacional, especialmente en la lucha contra la trata y la violencia digital.
Conclusión: sin igualdad no hay paz
La violencia de género es la expresión más evidente de que la paz y la justicia siguen siendo tareas pendientes. Mientras millones de mujeres vivan con miedo, ningún país podrá considerarse plenamente democrático ni justo.
Los avances legislativos son importantes, pero insuficientes. Se necesitan cambios culturales, recursos sostenidos y una ciudadanía vigilante y crítica. En este camino, los feminismos han demostrado ser una fuerza transformadora imprescindible, frente a unas resistencias que buscan perpetuar privilegios y silencios.
De aquí a 2030, el desafío es doble: consolidar lo alcanzado y avanzar hacia una sociedad en la que la violencia contra las mujeres sea impensable. Porque, en última instancia, no habrá paz duradera ni justicia real sin igualdad de género.
Preguntas para el debate
- ¿Por qué persiste la violencia machista incluso en países con leyes avanzadas?
- ¿Qué papel tienen los discursos negacionistas en el retroceso de derechos de las mujeres?
- ¿Cómo pueden las universidades contribuir a erradicar la violencia de género?
- ¿De qué manera la violencia contra las mujeres afecta a la democracia y a la paz social?
- ¿Es suficiente el marco legal actual en España o hacen falta nuevas estrategias?