La historia reciente parece demostrar que la humanidad no ha aprendido las lecciones del siglo XX. A pesar de los horrores de dos guerras mundiales, del Holocausto y de genocidios posteriores, seguimos asistiendo a conflictos sangrientos como los de Ucrania, Gaza, Yemen o el Sahel. Frente a este panorama, algunos analistas caen en el fatalismo: la guerra sería inevitable, consustancial al ser humano.
Sin embargo, la evidencia demuestra lo contrario. Allí donde se ha invertido en diplomacia, mediación y cultura de paz, se han conseguido avances significativos. La paz no es un estado pasivo ni una utopía inalcanzable: es una construcción social y política, frágil pero posible, que requiere voluntad, instituciones y participación ciudadana.
La diplomacia: entre el discurso y la acción
La diplomacia sigue siendo el instrumento más eficaz para prevenir y resolver conflictos sin recurrir a la violencia. Pero para que funcione, debe ir más allá de las declaraciones retóricas y traducirse en compromisos reales.
En las últimas décadas, hemos visto ejemplos de éxito:
- Los acuerdos de paz en Irlanda del Norte (1998), fruto de años de negociaciones entre comunidades históricamente enfrentadas.
- El proceso de paz en Colombia, que aunque enfrenta enormes retos, permitió el desarme de las FARC y abrió un camino hacia la reconciliación.
- El acuerdo nuclear con Irán (2015), aunque debilitado posteriormente, mostró la capacidad de la diplomacia multilateral.
Estos casos demuestran que, incluso en contextos de alta polarización, la diplomacia puede abrir ventanas de oportunidad.
Mediación: el papel de actores externos
La mediación internacional se ha consolidado como herramienta clave en conflictos donde las partes no logran dialogar directamente. Naciones Unidas, la Unión Africana, la Unión Europea y diversos Estados han actuado como mediadores en procesos de paz.
España, por ejemplo, desempeñó un papel relevante en la organización de la Conferencia de Madrid de 1991, que buscaba abrir un marco de diálogo en Oriente Próximo. Más recientemente, ha apoyado procesos de mediación en América Latina y el Mediterráneo.
El reto es garantizar que la mediación sea imparcial, inclusiva y sostenible. Muchas veces fracasa porque se excluye a actores fundamentales (como mujeres, minorías o sociedad civil) o porque se privilegia la estabilidad a corto plazo frente a la justicia a largo plazo.
Cultura de paz: un cambio profundo de paradigma
Más allá de los tratados y las negociaciones, la paz requiere transformaciones culturales. La UNESCO define la cultura de paz como un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y buscan resolver conflictos mediante el diálogo y la cooperación.
Construir una cultura de paz implica:
- Educación en derechos humanos, desde la infancia hasta la universidad.
- Medios de comunicación responsables, que eviten discursos de odio y promuevan narrativas inclusivas.
- Participación ciudadana, fomentando la deliberación y la corresponsabilidad en la gestión de conflictos.
- Igualdad de género, reconociendo el papel crucial de las mujeres en los procesos de paz.
Sin estos elementos, cualquier acuerdo político corre el riesgo de ser efímero.
Europa y España: ¿actores de paz o de guerra?
Europa se presenta a menudo como un “proyecto de paz”. La propia creación de la Unión Europea fue una respuesta al trauma de dos guerras mundiales. Sin embargo, la respuesta a la guerra en Ucrania y al genocidio palestino ha evidenciado contradicciones: la UE apuesta cada vez más por la militarización y muestra una tibieza preocupante frente a violaciones flagrantes del derecho internacional.
España, por su parte, combina luces y sombras. Ha participado en misiones internacionales de paz y ha promovido iniciativas de diálogo, pero también ha incrementado su gasto militar y ha avalado políticas de control fronterizo que generan violencia contra migrantes y refugiados.
El desafío para Europa y España es recuperar credibilidad como actores de paz, no solo como potencias militares o económicas.
La sociedad civil como motor de paz
Las experiencias más duraderas de paz suelen nacer desde abajo. La sociedad civil (ONG, movimientos sociales, comunidades locales) desempeña un papel fundamental en la prevención y resolución de conflictos.
Ejemplos:
- En Colombia, las comunidades de paz en regiones rurales se han mantenido neutrales frente a los grupos armados, construyendo alternativas basadas en la solidaridad.
- En Palestina e Israel, organizaciones mixtas de ciudadanos trabajan por la reconciliación y contra el odio, a pesar de las enormes dificultades.
- En España, el movimiento pacifista ha sido clave en el rechazo a la guerra de Irak y en la promoción de la objeción de conciencia.
La paz no se logra solo en las mesas de negociación; también se teje en las calles, en las escuelas y en las comunidades.
Obstáculos: la crisis del multilateralismo
El mayor obstáculo para la paz hoy es la crisis del multilateralismo. Naciones Unidas se muestra incapaz de frenar genocidios como el de Gaza debido al bloqueo del Consejo de Seguridad. La ola ultraderechista que avanza a nivel global erosiona la confianza en las instituciones internacionales y promueve discursos nacionalistas que priorizan la fuerza sobre la cooperación.
Sin un sistema internacional eficaz, las iniciativas diplomáticas y de mediación quedan debilitadas. Urge una reforma profunda de las instituciones multilaterales, que las haga más representativas y operativas.
Diplomacia en un mundo multipolar
La diplomacia del siglo XXI ya no puede pensarse en los términos de la posguerra fría, cuando Estados Unidos ejercía una hegemonía global y las instituciones multilaterales orbitaban en torno a Occidente. Hoy el tablero internacional se ha transformado en un escenario multipolar:
- China combina poder económico y tecnológico con una creciente capacidad de mediación en África y Asia.
- Rusia, pese a la guerra de Ucrania, sigue siendo un actor decisivo en energía, seguridad y alianzas regionales.
- India, junto con otros países del Sur global, reclama mayor autonomía y espacio en las instituciones internacionales.
- Potencias regionales como Turquía, Irán o Brasil ensayan políticas exteriores más independientes.
Este contexto multipolar no es en sí mismo más justo ni más pacífico: puede generar nuevas tensiones y rivalidades. Pero abre una ventana para repensar la diplomacia en clave de pluralidad, reconociendo voces históricamente marginadas en la gobernanza global.
Para que la mediación y la cultura de paz tengan futuro, la diplomacia debe adaptarse: construir espacios multilaterales inclusivos, reformar organismos como la ONU para que sean representativos y apostar por la cooperación Sur–Norte y Sur–Sur como vía de equilibrio. Europa y España, en lugar de limitarse a la dependencia militar de EE. UU., podrían desempeñar un papel de puente entre bloques, reforzando el derecho internacional y la diplomacia preventiva en este mundo fragmentado.
Retos hacia 2030
De cara al horizonte 2030, la construcción de paz enfrenta varios desafíos clave:
- Reforzar la diplomacia preventiva, invirtiendo en mecanismos de alerta temprana y en soluciones pacíficas antes de que los conflictos estallen.
- Incorporar a las mujeres y a la juventud en todos los procesos de paz, siguiendo la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU.
- Educar en cultura de paz, de manera transversal, en escuelas y universidades.
- Reformar el sistema multilateral, devolviéndole legitimidad y capacidad de acción.
- Garantizar la coherencia de políticas, evitando que los mismos países que promueven la paz vendan armas a regímenes violadores de derechos humanos.
Conclusión: la paz como tarea colectiva
La paz no es un regalo ni una concesión de los poderosos; es una tarea colectiva que requiere voluntad política, compromiso ciudadano y estructuras internacionales justas. Diplomacia, mediación y cultura de paz son herramientas indispensables para enfrentar el nuevo clima bélico del siglo XXI.
Europa y España deben decidir si quieren ser actores de paz genuinos o si seguirán atrapados en la lógica de la militarización. El reto hacia 2030 es recuperar la esperanza en que la paz no es solo posible, sino necesaria, y que depende de todos nosotros.
Porque, como recordó la UNESCO en su constitución de 1945, “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
Preguntas para el debate
- ¿Qué ejemplos recientes muestran que la diplomacia puede funcionar?
- ¿Qué condiciones hacen que una mediación internacional tenga éxito o fracase?
- ¿Cómo contribuye la cultura de paz a prevenir la violencia estructural?
- ¿Qué papel deberían desempeñar España y la UE en procesos de mediación global?
- ¿Puede haber paz sostenible sin participación activa de la sociedad civil?