Hacia sociedades más justas y pacíficas: síntesis y propuestas para la acción

Este número de Desafíos 2030 ha recorrido un amplio panorama de violencias, conflictos y desafíos en torno a la paz y la justicia. Desde las violencias hacia los más vulnerables (mujeres, niños o migrantes) hasta las guerras que devastan regiones enteras, pasando por las desigualdades en el acceso a la justicia, hemos visto que la promesa de sociedades pacíficas e inclusivas sigue siendo una tarea pendiente.

El objetivo de este artículo final es elaborar una síntesis que recoja las principales ideas y, sobre todo, esbozar propuestas de acción. El horizonte 2030 no puede quedarse en un conjunto de metas abstractas: debe traducirse en compromisos concretos de gobiernos, instituciones y ciudadanía.

Violencias múltiples: heridas cotidianas

Los cinco primeros artículos mostraron que la violencia no siempre adopta la forma de bombas o ejércitos: también se manifiesta en las relaciones de poder más cotidianas.

  • La violencia de género persiste incluso en países con leyes avanzadas. La negación de su existencia por sectores ultraderechistas no hace sino agravar el problema.
  • La infancia vulnerable sigue siendo víctima de maltrato, explotación y abusos institucionales, con efectos devastadores a largo plazo.
  • Las migraciones reflejan las desigualdades globales: quienes buscan dignidad y seguridad encuentran muros, fronteras militarizadas y criminalización.
  • La trata de personas es una esclavitud moderna invisibilizada, que convierte vidas humanas en mercancía.

La conclusión es clara: no basta con atender a las guerras; debemos reconocer las violencias estructurales y silenciosas que corroen la vida social y que, en última instancia, alimentan los grandes conflictos.

El nuevo clima bélico: guerras visibles e invisibles

Los cuatro artículos del segundo bloque analizaron un mundo marcado por el retorno de la guerra.

  • Ucrania, Yemen o el Sahel muestran que la guerra sigue siendo una herramienta política activa.
  • La respuesta tibia ante el genocidio palestino evidencia un doble estándar que erosiona la legitimidad internacional.
  • Las democracias enfrentan la tensión entre seguridad y derechos: cuanto más se militarizan, más se arriesgan a perder credibilidad.
  • Las guerras híbridas y la desinformación revelan que el campo de batalla ya no se limita a territorios físicos, sino que incluye mentes y emociones.
  • La crisis del multilateralismo, alimentada por la ola ultraderechista global, debilita los mecanismos colectivos de resolución de conflictos.

La paz, por tanto, no puede darse por garantizada: requiere instituciones internacionales reformadas, cooperación real y una apuesta por la diplomacia, la mediación y la cultura de paz.

Justicia desigual: un derecho pendiente

El tercer bloque mostró cómo la justicia, pilar fundamental de la paz, sigue siendo un derecho limitado y desigual.

  • A nivel global, millones de personas viven sin acceso a tribunales imparciales. La corrupción, la pobreza y la discriminación bloquean la posibilidad de defender derechos.
  • En Europa, el mapa es desigual: mientras algunos países destacan por la independencia judicial, otros han retrocedido gravemente.
  • En España, la saturación, la falta de recursos y la politización del Consejo General del Poder Judicial debilitan la confianza ciudadana.
  • Mujeres, migrantes y minorías siguen enfrentando barreras específicas para obtener justicia.

El riesgo es claro: sin confianza en la justicia, la democracia pierde legitimidad y se abre espacio al autoritarismo.

Hilos comunes: lo que une a las tres dimensiones

Si buscamos un denominador común entre violencias múltiples, clima bélico y acceso a la justicia, encontramos al menos tres:

  1. Desigualdad estructural: de género, económica, racial o territorial.
  2. Debilidad institucional: sistemas de justicia ineficaces, organismos internacionales paralizados, Estados que priorizan intereses sobre derechos.
  3. Crisis de legitimidad democrática: el auge de la ultraderecha y el desencanto ciudadano alimentan una peligrosa espiral de desconfianza.

En este sentido, paz y justicia no son objetivos separados: son dos caras de un mismo desafío.

La desigualdad como raíz de la violencia

En el plano global, la desigualdad se traduce en un mundo partido entre un Norte rico y un Sur empobrecido, donde la movilidad se criminaliza y el acceso a recursos esenciales (agua, energía, tecnología) se convierte en motivo de guerra. En el plano local, se manifiesta en barrios segregados, justicia lenta y costosa, y en la precariedad que limita la libertad de millones de personas.

La desigualdad erosiona la legitimidad de las democracias: cuando la ciudadanía percibe que las reglas solo benefician a unos pocos, crece el desencanto y se abren las puertas al autoritarismo y al populismo ultraderechista.

Por eso, hacia 2030, reducir desigualdades debe estar en el centro de cualquier agenda de paz y justicia. No es un añadido “social” a los problemas bélicos o jurídicos, sino la condición misma para resolverlos.

Algunas propuestas clave:

  • Justicia fiscal internacional: combatir paraísos fiscales y garantizar que las grandes corporaciones y fortunas contribuyan a la redistribución.
  • Protección social universal: sistemas de salud, educación y vivienda que reduzcan vulnerabilidades.
  • Igualdad de género real: cerrar la brecha salarial y garantizar recursos para erradicar la violencia machista.
  • Acceso universal a la justicia: eliminar barreras económicas y geográficas.
  • Economía verde inclusiva: asegurar que la transición ecológica no aumente las brechas, sino que genere oportunidades.

La desigualdad no es inevitable: es el resultado de decisiones políticas. Y del mismo modo, puede ser revertida por políticas comprometidas con la equidad. Sin este cambio estructural, hablar de paz será hablar de una paz parcial, frágil y excluyente.

Propuestas globales hacia 2030

De la reflexión crítica surgen varias líneas de acción que deberían guiar los esfuerzos internacionales de aquí a 2030:

  • Reforma del sistema multilateral: democratizar la ONU, limitar el poder de veto en el Consejo de Seguridad y fortalecer la Corte Penal Internacional.
  • Seguridad humana: priorizar pobreza, desigualdad, cambio climático y violencia de género como amenazas centrales, más allá del gasto militar.
  • Protección de migrantes y refugiados: establecer corredores seguros, garantizar procedimientos de asilo justos y combatir la criminalización.
  • Igualdad de género: situar la erradicación de la violencia contra las mujeres como condición indispensable para la paz.
  • Educación para la paz: promover pensamiento crítico, cultura democrática y valores de solidaridad desde las escuelas hasta las universidades.

Propuestas para Europa

Europa debe revisar su papel en el mundo y su coherencia interna:

  • Dejar de mirar hacia otro lado ante genocidios como el de Gaza y aplicar de forma coherente el derecho internacional.
  • Revertir la deriva militarista, destinando recursos al fortalecimiento de la cohesión social y la transición ecológica.
  • Blindar la independencia judicial en países donde está amenazada (Hungría, Polonia).
  • Garantizar el acceso a la justicia en igualdad para mujeres, migrantes y colectivos vulnerables.
  • Liderar diplomacia preventiva y mediación, recuperando la credibilidad como actor de paz.

Propuestas para España

En el caso español, las prioridades hacia 2030 podrían resumirse en cinco ejes:

  1. Reforma del CGPJ para garantizar la independencia judicial y recuperar la confianza ciudadana.
  2. Inversión en justicia: más recursos, digitalización y reducción de la saturación en tribunales.
  3. Cumplimiento efectivo de las leyes de igualdad y mejora en la protección a mujeres víctimas de violencia de género.
  4. Políticas migratorias con enfoque de derechos humanos, cerrando los CIEs y asegurando una gestión digna en Ceuta, Melilla y Canarias.
  5. Impulso a la educación en cultura de paz y derechos humanos en todos los niveles educativos.

El papel de la ciudadanía y la universidad

Las instituciones son fundamentales, pero no suficientes. La ciudadanía organizada y los movimientos sociales han sido históricamente motores de cambio en materia de paz y justicia. Movilizaciones feministas, ecologistas y pacifistas han logrado modificar agendas políticas y denunciar violencias invisibles.

Las universidades tienen una responsabilidad especial: formar a jóvenes críticos, conscientes de los problemas globales y capaces de pensar alternativas. La investigación interdisciplinar y el compromiso social deben ser parte central de su misión.

Conclusión: paz y justicia como tareas inacabadas

La paz y la justicia no son metas que se alcanzan de una vez por todas. Son procesos en construcción permanente, siempre amenazados por la violencia, el poder y la desigualdad. El horizonte 2030 nos recuerda que estamos a medio camino: hemos avanzado en marcos normativos y en sensibilización social, pero la práctica sigue mostrando enormes vacíos.

Este número de Desafíos 2030 ha buscado abrir un debate informado y crítico. La síntesis final es clara: no habrá paz sin justicia, ni justicia sin paz. Y ambas dependen de decisiones políticas, de instituciones responsables y de una ciudadanía activa que no se conforme con la tibieza ni con la resignación.

El desafío es enorme, pero también lo es la oportunidad: construir sociedades más justas y pacíficas no es solo un deber moral, es la única manera de garantizar un futuro digno para todos.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué relación inseparable existe entre paz y justicia?
  2. ¿Qué reformas del sistema multilateral son prioritarias para frenar guerras y genocidios?
  3. ¿Qué debería priorizar Europa: más armas o más cohesión social?
  4. ¿Qué papel pueden desempeñar universidades y jóvenes en la construcción de paz?
  5. ¿Cómo pasar de la retórica a la acción real en el horizonte 2030?
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