Guerras híbridas y desinformación: el nuevo campo de batalla

Las guerras del siglo XXI no se libran únicamente en los campos de batalla tradicionales. A los tanques, aviones y soldados se suman nuevas armas: ciberataques, campañas de desinformación, manipulación mediática, uso de redes sociales y guerra psicológica. Estas formas de confrontación, que combinan lo militar con lo no militar, lo legal con lo ilegal, lo visible con lo invisible, constituyen lo que hoy se denomina guerras híbridas.

Su impacto es global. Desde las elecciones estadounidenses de 2016 hasta la invasión rusa de Ucrania en 2022, pasando por la propagación de bulos durante la pandemia de COVID-19, la desinformación y la ciberguerra se han convertido en herramientas estratégicas de gobiernos, empresas y actores no estatales. Europa y España no están exentas de este fenómeno: su estabilidad democrática, sus sistemas de seguridad y su opinión pública son objetivos directos de estas nuevas formas de conflicto.

¿Qué son las guerras híbridas?

El concepto de guerra híbrida describe la combinación de tácticas convencionales e irregulares:

  • Ciberataques contra infraestructuras críticas (redes eléctricas, hospitales, sistemas financieros).
  • Campañas de desinformación para manipular la opinión pública y socavar la confianza en las instituciones.
  • Uso de actores no estatales (milicias, grupos terroristas, empresas privadas de seguridad).
  • Interferencia electoral mediante manipulación de redes sociales y financiación oculta.
  • Guerra económica a través de sanciones, bloqueos o manipulación de mercados.

Lo distintivo de estas guerras es que difuminan las fronteras entre paz y guerra, entre lo interno y lo externo, entre lo militar y lo civil.

Rusia, China, EE. UU.: la geopolítica de la desinformación

Las grandes potencias han incorporado la guerra híbrida como parte de sus estrategias:

  • Rusia ha utilizado campañas de desinformación para influir en procesos electorales en Estados Unidos, Reino Unido (Brexit) y varios países europeos. La invasión de Ucrania vino acompañada de una ofensiva digital para deslegitimar al gobierno de Kiev y dividir a la opinión pública internacional.
  • China emplea una combinación de ciberespionaje y control informativo para reforzar su posición global. Su estrategia de “diplomacia de lobos guerreros” busca imponer narrativas favorables a través de medios estatales y plataformas digitales.
  • Estados Unidos, aunque suele presentarse como víctima, también desarrolla operaciones de ciberguerra y campañas de influencia, tanto para proteger sus intereses como para erosionar a sus adversarios.

En este tablero, Europa se convierte en escenario y objetivo: sus democracias abiertas son particularmente vulnerables a la manipulación.

El papel de las redes sociales

Las redes sociales han transformado la manera en que circula la información. Plataformas como Facebook, Twitter (ahora X), Instagram o TikTok permiten la difusión masiva de contenidos, pero también facilitan la propagación de bulos y narrativas manipuladas.

La desinformación se apoya en tres factores:

  1. Velocidad: un bulo puede alcanzar a millones de personas en cuestión de horas.
  2. Segmentación: los algoritmos permiten dirigir mensajes específicos a audiencias determinadas.
  3. Emocionalidad: los contenidos que apelan al miedo o al odio se viralizan más rápido que la información verificada.

Durante la pandemia, estas dinámicas alimentaron teorías conspirativas sobre vacunas, mientras que en la guerra de Ucrania han sido utilizadas para justificar la invasión o para sembrar dudas sobre la ayuda internacional.

Europa y España: vulnerabilidades locales

Europa es especialmente vulnerable a las guerras híbridas por su diversidad política y cultural y por la centralidad de la información libre en sus democracias. La Unión Europea ha reconocido este desafío y ha creado mecanismos como el European External Action Service’s StratCom, destinado a contrarrestar la desinformación.

España no es ajena. Diversas investigaciones han detectado campañas de desinformación vinculadas a actores externos durante el referéndum catalán de 2017. Además, partidos de ultraderecha han utilizado estrategias de manipulación digital para amplificar bulos sobre migración, feminismo o violencia política.

La desinformación no solo erosiona la confianza en los gobiernos, sino que polariza a la sociedad, alimenta discursos de odio y dificulta la deliberación democrática.

Ciberseguridad: la otra cara de la guerra híbrida

Los ciberataques contra infraestructuras críticas se han convertido en una amenaza creciente. En 2021, un ataque informático paralizó durante días el principal oleoducto de Estados Unidos. En Ucrania, antes y durante la invasión, Rusia lanzó ofensivas digitales contra bancos, ministerios y sistemas de energía.

España también ha sufrido ataques: el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) fue hackeado en 2021, lo que afectó a miles de usuarios. Aunque no siempre se conocen los responsables, estos episodios revelan la fragilidad de los sistemas digitales frente a actores hostiles.

La ciberseguridad se ha convertido en una prioridad de defensa nacional y europea, pero plantea un dilema: ¿cómo reforzar la protección sin caer en una vigilancia masiva que erosione derechos fundamentales?

La dimensión cultural y psicológica

La guerra híbrida no se limita a la tecnología. Busca influir en la percepción de la realidad. Cuando la ciudadanía ya no sabe qué es verdad y qué es mentira, la confianza en la democracia se resquebraja.

El objetivo de la desinformación no es solo convencer, sino sembrar confusión: hacer creer que todas las versiones son igualmente válidas, que no existen hechos objetivos, que todo es propaganda. Esta estrategia debilita el espacio público y favorece el avance de discursos autoritarios.

Respuestas institucionales y ciudadanas

Ante este desafío, las respuestas deben darse en varios niveles:

  • Instituciones internacionales: la UE ha aprobado directivas contra la desinformación y trabaja en la regulación de las grandes plataformas digitales.
  • Estados: se necesitan estrategias nacionales de ciberseguridad, con recursos suficientes y coordinación con aliados.
  • Sociedad civil y medios: el periodismo de verificación (fact-checking) se ha convertido en una herramienta indispensable.
  • Ciudadanía: la educación mediática es fundamental para desarrollar un pensamiento crítico capaz de distinguir información fiable de manipulación.

En España, iniciativas como Maldita.es o Newtral contribuyen a combatir los bulos, pero su impacto depende de la capacidad de llegar a amplias audiencias y de no quedar confinadas a círculos ya convencidos.

Retos hacia 2030

Los principales retos en el ámbito de las guerras híbridas y la desinformación son:

  • Regular de manera efectiva las plataformas digitales, exigiendo transparencia en algoritmos y financiación de contenidos.
  • Fortalecer la ciberseguridad de infraestructuras críticas sin vulnerar derechos fundamentales.
  • Promover la educación mediática desde las escuelas y universidades.
  • Reforzar la cooperación internacional para responder colectivamente a ciberataques y campañas de manipulación.
  • Proteger la democracia frente a la erosión de la confianza ciudadana, evitando caer en respuestas autoritarias.

Conclusión: la paz en la era de la posverdad

Las guerras híbridas muestran que el poder ya no se ejerce solo mediante armas, sino también mediante información. En la era de la posverdad, controlar los relatos puede ser tan decisivo como controlar el territorio.

Europa y España enfrentan el reto de defender sus democracias en un terreno nuevo e incierto. La respuesta no puede limitarse a más vigilancia o más censura: debe combinar ciberseguridad con educación crítica, transparencia institucional y fortalecimiento del espacio público democrático.

Porque si la verdad desaparece del debate social, la paz y la justicia se vuelven imposibles.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué diferencia a una guerra híbrida de una guerra tradicional?
  2. ¿Cómo afectan los ciberataques y la desinformación a la confianza en la democracia?
  3. ¿Qué papel tienen las redes sociales en la propagación de bulos y discursos de odio?
  4. ¿Cómo debería reaccionar Europa frente a campañas externas de manipulación digital?
  5. ¿Qué importancia tiene la educación mediática en la defensa de la democracia?
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