En el corazón de la cultura está siempre la persona. La cultura es un ámbito en el que se ejercen derechos, se construyen identidades y se proyectan futuros. El derecho a participar en la vida cultural, reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos y reforzado por la Convención de Faro (2005), constituye un pilar de ciudadanía y democracia.
Este artículo explora cómo la cultura potencia la creatividad individual y colectiva, cómo se vincula con la educación, y cómo ayuda a consolidar valores compartidos que sostienen la vida democrática y el desarrollo sostenible.
Cultura y desarrollo humano
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha insistido en que el desarrollo no puede medirse solo en términos de PIB, sino como desarrollo humano: ampliar las capacidades de las personas para vivir la vida que valoran.
La cultura es esencial en ese proceso porque:
- Estimula la creatividad, que permite a las personas innovar y encontrar soluciones a problemas complejos.
- Favorece el conocimiento crítico, condición indispensable para el ejercicio de la libertad.
- Proporciona identidad y sentido de pertenencia, elementos básicos del bienestar subjetivo.
En suma, la cultura expande las libertades y capacidades humanas, constituyendo un derecho y una necesidad.
El derecho a participar en la vida cultural
Este derecho implica que toda persona pueda:
- Acceder a los bienes y servicios culturales.
- Crear y expresar libremente sus obras, ideas y prácticas.
- Contribuir a la definición de la vida cultural de su comunidad.
En sociedades democráticas, este derecho se traduce en educación cultural, infraestructuras accesibles y políticas inclusivas. Sin su garantía, la creatividad queda reservada a minorías privilegiadas y la cultura pierde su dimensión ciudadana.
Creatividad como motor de innovación social
La creatividad no se limita a las artes o a la industria cultural: es una capacidad humana universal que atraviesa todos los ámbitos de la vida. Desde una obra de teatro comunitaria hasta un emprendimiento local o una innovación científica, la creatividad expresa la potencia cultural de las personas.
Cuando se fomenta la creatividad:
- Se fortalecen la resiliencia social y la capacidad de adaptación a cambios globales.
- Se generan nuevos lenguajes para expresar identidades diversas.
- Se impulsa la innovación social, clave para el desarrollo sostenible.
Ejemplo: los movimientos de teatro comunitario en América Latina no solo producen arte, sino que crean espacios de diálogo, educación y empoderamiento ciudadano.
Cultura y educación: formar ciudadanos críticos
La educación es el principal vehículo de transmisión cultural. No se trata únicamente de enseñar técnicas o datos, sino de formar ciudadanos capaces de pensar críticamente, valorar la diversidad y contribuir a la vida colectiva.
Una educación culturalmente rica debe:
- Integrar artes y humanidades junto con las ciencias y tecnologías.
- Reconocer y valorar las culturas locales e indígenas, transmitiendo lenguas, saberes y tradiciones.
- Promover la educación patrimonial, que conecta a los jóvenes con la memoria histórica y el entorno.
- Desarrollar competencias de convivencia y diálogo intercultural, indispensables en sociedades plurales.
En este sentido, la educación cultural es una condición para la democracia y la sostenibilidad.
Identidad y valores compartidos
La cultura también cumple una función esencial en la construcción de identidades y valores compartidos.
- Identidad: permite a los individuos reconocerse como parte de una comunidad, con símbolos, relatos e imaginarios comunes.
- Valores compartidos: orientan la convivencia y la cooperación, como la solidaridad, la equidad, la justicia o el respeto por la diversidad.
Estos valores no son abstractos: se aprenden y transmiten en la práctica cotidiana, en las artes, en la educación, en los rituales comunitarios y en los espacios públicos.
Sin una base de valores compartidos, las sociedades corren el riesgo de fragmentarse en individualismos o polarizaciones que dificultan la cooperación frente a los grandes desafíos del siglo XXI.
Cultura y ciudadanía activa
La cultura no solo forma individuos creativos y educados, sino también ciudadanos activos capaces de participar en la vida pública. Una ciudadanía culturalmente formada puede:
- Exigir políticas inclusivas y sostenibles.
- Defender la diversidad y los derechos culturales.
- Crear espacios de participación democrática en el ámbito local.
Ejemplo: en muchas ciudades europeas y latinoamericanas, los presupuestos participativos para proyectos culturales permiten a la ciudadanía decidir qué iniciativas apoyar, fortaleciendo el sentido de pertenencia y responsabilidad colectiva.
Desafíos: desigualdad y mercantilización
Pese a su importancia, el acceso a la creatividad y la educación cultural enfrenta barreras significativas:
- Desigualdad de acceso. Muchos niños y jóvenes carecen de oportunidades para desarrollar su creatividad debido a la falta de recursos en escuelas, barrios o comunidades.
- Mercantilización de la cultura. Cuando la cultura se reduce a mercancía, la creatividad se mide solo en términos de rentabilidad, lo que invisibiliza expresiones comunitarias o minoritarias.
- Déficit educativo. La marginación de las artes y humanidades en sistemas educativos excesivamente tecnocráticos limita la formación integral de los ciudadanos.
El desafío es construir sistemas educativos y culturales que promuevan el acceso equitativo y el desarrollo pleno de las capacidades creativas de todas las personas.
Cultura, personas y ODS
El vínculo entre cultura, personas y creatividad se refleja directamente en varios Objetivos de Desarrollo Sostenible:
- ODS 4 (Educación de calidad): garantizar una educación inclusiva que valore la diversidad cultural y fomente la creatividad.
- ODS 5 (Igualdad de género): promover la participación equitativa de mujeres en la vida cultural y creativa.
- ODS 10 (Reducción de desigualdades): asegurar el acceso a oportunidades culturales en comunidades marginadas.
- ODS 16 (Instituciones sólidas): fortalecer ciudadanía crítica y participativa mediante educación cultural.
Conclusión
La cultura potencia lo más valioso de las personas: su capacidad de crear, aprender y compartir valores. A través de la creatividad, la educación y la construcción de identidades y valores comunes, la cultura sostiene la democracia, la cohesión social y la sostenibilidad.
De cara al 2030, el reto es asegurar que todos los ciudadanos tengan acceso a la educación cultural, a espacios para la creatividad y a la posibilidad de participar en la vida cultural de sus comunidades.
En última instancia, la sostenibilidad no se juega solo en la economía o el medioambiente, sino en la formación de personas creativas, críticas y solidarias, capaces de imaginar y construir futuros más justos y humanos.
Preguntas para el debate
- ¿Qué significa en la práctica el derecho a participar en la vida cultural?
- ¿Cómo puede la educación garantizar el acceso de todos a la creatividad y a la expresión cultural?
- ¿Qué valores compartidos deben transmitirse a través de la cultura para fortalecer la democracia?
- ¿Qué riesgos implica reducir la cultura a mercancía en lugar de reconocerla como derecho?
- ¿Cómo asegurar que la creatividad y el acceso cultural lleguen a comunidades marginadas o rurales?