Cada cierto tiempo, en España reaparece la misma pregunta: ¿tenemos una base industrial suficiente para sostener nuestro desarrollo económico? El debate no es nuevo. Desde la reconversión de los años ochenta hasta los actuales fondos europeos de recuperación, la industria española ha vivido ciclos de auge y declive, siempre acompañados de la idea de que “nos falta músculo industrial”.
Hoy, cuando hablamos de transición ecológica, digitalización y autonomía estratégica, el debate vuelve con fuerza. ¿En qué punto estamos? ¿Qué sectores destacan, cuáles son nuestras carencias y qué perspectivas se abren hacia 2030?
Peso en el PIB
La industria manufacturera representa en torno al 14% del PIB español (dato Eurostat 2022), frente al 16% de media de la Unión Europea y por debajo de países como Alemania (20%) o Italia (16%).
En términos de empleo, da trabajo directo a unos 2,3 millones de personas (cerca del 11% del total), pero su impacto es mucho mayor si se considera el efecto arrastre sobre servicios avanzados, logística e innovación.
El contraste con otros sectores es evidente: el turismo supone alrededor del 12% del PIB, mientras que la industria se mantiene en un nivel estable pero insuficiente para los estándares europeos.
Fortalezas de la industria española
Pese a sus limitaciones, España cuenta con varias fortalezas reconocidas:
1. Automoción. Es el segundo productor de automóviles de la UE (tras Alemania) y el octavo a nivel mundial, con una amplia red de plantas de ensamblaje y proveedores. El reto, claro está, es la transición hacia el vehículo eléctrico y conectado.
2. Agroalimentario. La industria agroalimentaria es la primera rama manufacturera española en términos de valor añadido y exportaciones. España es un actor clave en productos como aceite de oliva, vino, frutas y hortalizas transformadas.
3. Farmacéutico y químico. El sector farmacéutico y de química fina tiene un peso creciente, con empresas exportadoras competitivas y una fuerte capacidad de innovación. La pandemia puso en valor esta fortaleza.
4. Energías renovables. España ha sido pionera en eólica y solar, con empresas que han alcanzado dimensión internacional. La transición ecológica refuerza esta posición.
Un ámbito emergente que merece atención especial es el de la construcción industrializada, impulsada recientemente por el PERTE de la Vivienda. La idea es aplicar técnicas de prefabricación modular y procesos industriales avanzados al sector de la edificación, con el fin de acelerar la producción de vivienda asequible, mejorar la eficiencia energética y reducir costes. Este enfoque se presenta como una respuesta estratégica a uno de los grandes problemas sociales del país (el acceso a la vivienda) y refleja cómo la política industrial puede vincularse directamente a necesidades ciudadanas. Si se consolida, la construcción industrializada podría convertirse en una fortaleza diferencial de la industria española, combinando innovación, sostenibilidad y utilidad social.
Debilidades persistentes
No obstante, la industria española arrastra problemas estructurales que limitan su potencial:
1. Baja inversión en I+D. España invierte alrededor del 1,4% del PIB en I+D (INE, 2022), lejos de la media europea (2,2%) y muy por detrás de Alemania (3,1%). Esta brecha tecnológica limita la capacidad de la industria para competir en sectores de alta gama.
2. Escaso tamaño empresarial. El 90% de las empresas españolas son pymes, y en la industria muchas tienen dimensión reducida. Esto dificulta la internacionalización, la innovación y el acceso a financiación.
3. Dependencia tecnológica externa. En sectores de frontera (semiconductores, biotecnología, inteligencia artificial), España depende en gran medida de desarrollos importados.
4. Desigualdades territoriales. La industria se concentra en algunas comunidades (Cataluña, País Vasco, Navarra, Comunidad Valenciana), mientras otras dependen casi exclusivamente de servicios y turismo. Esto genera desequilibrios en el desarrollo regional.
El papel de los PERTE y los fondos europeos
Con la llegada de los fondos Next Generation EU, España ha diseñado los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE). Algunos de los más relevantes para la industria son:
- Vehículo eléctrico y conectado: inversión en baterías y cadenas de suministro.
- Energías renovables, hidrógeno y almacenamiento.
- Salud de vanguardia.
- Agroalimentario.
Estos programas buscan catalizar la modernización industrial y favorecer la digitalización y la sostenibilidad. La incógnita está en su ejecución: ¿serán capaces de transformar realmente el tejido productivo o se quedarán en proyectos puntuales?
Comparaciones europeas: ¿qué nos falta?
Si miramos a países vecinos, la brecha es clara:
- Alemania: una potente base industrial centrada en automoción, maquinaria y química.
- Italia: un entramado de pymes industriales muy competitivo, especializado en sectores como maquinaria, moda o agroalimentación.
- Francia: menor peso relativo de la industria, pero fuerte presencia en sectores estratégicos como aeronáutica, defensa o energía nuclear.
España queda en un punto intermedio: cuenta con sectores punteros, pero carece de una visión de conjunto y de una política industrial coherente y sostenida en el tiempo.
Perspectivas hacia 2030
Los próximos años plantean retos y oportunidades para la industria española:
- Transición ecológica: sectores como el automotriz y la energía están obligados a transformarse, lo que puede generar tanto riesgos como nuevas oportunidades.
- Digitalización: la Industria 4.0 todavía avanza con lentitud; la adopción de tecnologías digitales en pymes es un desafío clave.
- Atracción de inversiones: España compite con otros países europeos por atraer proyectos industriales estratégicos (como fábricas de baterías).
- Cohesión territorial: una política industrial bien diseñada podría contribuir a reequilibrar regiones y frenar la despoblación.
Conclusión: entre la oportunidad y la incertidumbre
La industria española se encuentra en una encrucijada. Sus fortalezas (automoción, agroalimentación, renovables) le permiten aspirar a un papel relevante en Europa. Pero sus debilidades (baja I+D, tamaño empresarial reducido, dependencia tecnológica) limitan ese potencial.
La clave estará en aprovechar los fondos europeos no como un parche coyuntural, sino como una palanca de transformación. Y en dotarse de una política industrial sostenida, capaz de ir más allá de los ciclos políticos y de situar la innovación y la sostenibilidad en el centro.
España no parte de cero, pero tampoco puede permitirse perder esta oportunidad. El horizonte 2030 se acerca, y con él la necesidad de decidir qué papel queremos que juegue la industria en nuestro modelo de país.
Preguntas para el debate
- ¿Qué sectores industriales son la principal fortaleza de España en el contexto europeo?
- ¿Por qué España invierte menos en I+D que la media europea?
- ¿Qué papel juegan las pymes en la industria española y qué limitaciones enfrentan?
- ¿Cómo podrían los fondos europeos transformar la estructura industrial del país?
- ¿Qué modelo de desarrollo debería priorizar España: turismo/servicios o industria/innovación?