Tras décadas en las que parecía haber quedado en segundo plano, la industria ha vuelto al centro del debate. No es un capricho ni una moda: es la respuesta a los desafíos que enfrentamos como sociedades. La pandemia, la crisis energética, la emergencia climática y la rivalidad geopolítica han demostrado que sin una base industrial sólida no hay empleo estable, ni autonomía estratégica, ni transición ecológica o digital.
Este número de Desafíos 2030 ha recorrido la historia reciente de la industria, ha analizado sus retos y ha explorado sus posibles futuros. Ahora, en este artículo final, sintetizamos las principales propuestas.
Propuestas clave
1. Reconocer la industria como sector estratégico. La industria genera empleos de calidad, impulsa la innovación, garantiza autonomía y cohesión territorial. Una política industrial seria debe situarla en el centro de la estrategia económica, no como apéndice secundario.
2. Aprender del pasado. La reconversión de los años 80 y la fe ciega en la globalización de los 90 y 2000 dejaron heridas sociales y territoriales. Hoy sabemos que la desindustrialización sin alternativas destruye comunidades enteras. El futuro requiere políticas más equilibradas.
3. Redefinir la política industrial. La política industrial del siglo XXI debe combinar instrumentos clásicos (inversión, ayudas, compra pública) con nuevas herramientas orientadas a la digitalización, la sostenibilidad y la resiliencia.
4. Apostar por una estrategia europea. La Unión Europea debe actuar unida para no quedar rezagada frente a EE. UU. y China. Esto implica flexibilizar las reglas de competencia cuando sea necesario, invertir en proyectos comunes (chips, baterías, hidrógeno) y defender su autonomía estratégica en un mundo incierto.
5. Impulsar la industria española con visión de conjunto. España debe aprovechar sus fortalezas (automoción, agroalimentario, energías renovables, farmacéutico) y superar sus debilidades (baja inversión en I+D, pymes poco dimensionadas, desigualdades territoriales). Los fondos europeos son una oportunidad única para hacerlo.
6. Integrar la revolución digital. La Industria 4.0 debe ser motor de competitividad, pero también de inclusión. Es imprescindible apoyar a las pymes en su digitalización, formar a los trabajadores en nuevas competencias y evitar que la brecha tecnológica aumente desigualdades.
7. Hacer de la transición ecológica una transición justa. Descarbonizar la industria es urgente, pero no puede hacerse a costa de los trabajadores ni de las regiones más vulnerables. Hace falta combinar innovación tecnológica (renovables, hidrógeno, circularidad) con políticas sociales (recolocación, inversión territorial).
8. Revalorizar el papel del Estado. El sector público debe asumir un rol activo en sectores estratégicos, como energía, telecomunicaciones o defensa. Europa ya no puede permitirse el dogmatismo liberal. El Estado debe ser árbitro, pero también jugador.
9. Reconfigurar la globalización. Las cadenas de valor no van a desaparecer, pero deben ser más cortas, diversificadas y seguras. La eficiencia ya no puede ser el único criterio: resiliencia y soberanía industrial son igual de importantes.
10. Formar ciudadanía industrial. El futuro de la industria no depende solo de técnicos y economistas. Requiere una ciudadanía consciente, formada en competencias digitales y verdes, y capaz de valorar la cultura industrial como parte de su identidad colectiva.
11. Preparar distintos futuros. El horizonte de 2030 puede ser optimista, intermedio o pesimista. Dependerá de cómo gestionemos las transiciones ecológica, digital y global. El peor error sería dejar que los acontecimientos decidan por nosotros.
Un modelo industrial para 2030
La síntesis de los debates nos lleva a una conclusión clara: necesitamos una industria europea y española que sea sostenible, digital, estratégica y socialmente inclusiva.
Sostenible. La descarbonización no es una opción, sino una obligación. La industria de 2030 debe producir con menos carbono, apostar por renovables, hidrógeno verde y economía circular, y liderar la transición ecológica como motor de innovación.
Digital. La digitalización debe servir para mejorar la productividad y crear empleos de calidad, no para aumentar desigualdades. Hay que democratizar la Industria 4.0, asegurando que también las pymes y los territorios periféricos puedan acceder a sus beneficios.
Estratégica. Europa y España deben identificar sectores clave y garantizar autonomía en ellos: energía, salud, alimentación, semiconductores, telecomunicaciones. La soberanía industrial es condición para la soberanía política.
Inclusiva. El éxito de la política industrial no se medirá solo en cifras de PIB, sino en empleos de calidad, cohesión territorial y justicia social. Una industria que deja atrás a trabajadores o regiones no es una industria sostenible.
Conclusión: la industria como proyecto de sociedad
La industria de 2030 no puede ser solo un asunto de despachos ministeriales o consejos de administración. Es un proyecto colectivo que debe involucrar a gobiernos, empresas, universidades, sindicatos y ciudadanía.
Si algo hemos aprendido de las últimas décadas es que la industria no es prescindible. Es el cimiento sobre el que se construyen la innovación, la seguridad, la cohesión social y el bienestar.
En definitiva, debemos aspirar a una industria renovada, verde, digital, estratégica e inclusiva. Esa es la apuesta de este número de Desafíos 2030, y la invitación que dejamos abierta a la reflexión ciudadana y al debate en la educación superior: ¿qué modelo de industria queremos construir juntos?
Preguntas para el debate
- ¿Qué características debería tener un modelo industrial sostenible, digital y estratégico?
- ¿Cómo garantizar que la política industrial sea también socialmente inclusiva?
- ¿Qué papel deben jugar los Estados frente a potencias como China y EE. UU.?
- ¿La política industrial debe pensarse a nivel nacional o europeo?
- ¿Qué responsabilidad tenemos como ciudadanos y consumidores en el modelo industrial que queremos?