La palabra innovación se ha convertido en un mantra de nuestro tiempo. Gobiernos, empresas y universidades hablan de ella como si fuese una meta en sí misma, sin cuestionar hacia dónde se dirige ni a quién beneficia. Sin embargo, en un mundo atravesado por crisis climáticas, desigualdades crecientes y amenazas democráticas, la pregunta no debería ser solo cómo innovar, sino para qué y para quién innovamos.
La digitalización abre enormes posibilidades de transformación, pero si la innovación se orienta únicamente a maximizar beneficios privados, puede ampliar desigualdades y generar nuevas formas de exclusión. En cambio, si se la concibe como un proceso orientado al bien común, puede convertirse en una herramienta decisiva para enfrentar los grandes desafíos del siglo XXI.
La innovación no es neutra
A menudo se presenta la innovación tecnológica como un proceso inevitable, guiado por la lógica interna de la ciencia y la competencia en el mercado. Pero la historia muestra lo contrario:
- Las prioridades de investigación responden a intereses económicos, políticos y militares.
- Muchas tecnologías de uso cotidiano (Internet, GPS, pantallas táctiles) fueron inicialmente desarrolladas con financiación pública.
- El mercado, por sí solo, no garantiza que las innovaciones se orienten a resolver problemas colectivos.
Reconocer que la innovación no es neutra es el primer paso para abrir el debate sobre cómo reorientarla.
Los grandes desafíos compartidos
La Agenda 2030 de Naciones Unidas, con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ofrece un marco claro de cuáles son los problemas globales que requieren soluciones urgentes. Entre ellos:
- Cambio climático y sostenibilidad ambiental.
- Acceso universal a la salud y la educación.
- Reducción de desigualdades sociales y de género.
- Ciudades inclusivas y resilientes.
- Trabajo digno en la era digital.
La innovación digital puede ser un motor para enfrentar estos retos, siempre que se oriente deliberadamente en esa dirección.
Ejemplos de innovación orientada al bien común
- Salud digital
- Plataformas de telemedicina que amplían el acceso en zonas rurales.
- Sistemas de IA para diagnóstico temprano en hospitales públicos.
- Redes de datos compartidos para acelerar la investigación médica.
- Educación inclusiva
- Recursos abiertos en línea que permiten aprendizaje a bajo costo.
- Plataformas colaborativas para enseñanza en comunidades remotas.
- Herramientas adaptadas para personas con discapacidad.
- Sostenibilidad y medio ambiente
- Sensores inteligentes para monitorizar calidad del aire y del agua.
- Redes energéticas inteligentes que optimizan el consumo y fomentan renovables.
- Plataformas de economía circular que facilitan el reciclaje y la reutilización.
- Ciudades inteligentes con enfoque ciudadano
- Aplicaciones que permiten a los vecinos reportar problemas urbanos.
- Sistemas de transporte público optimizados con datos abiertos.
- Infraestructuras digitales que fortalecen la participación local.
El riesgo de la innovación sin rumbo
No toda innovación es positiva en sí misma. Hay ejemplos de innovaciones digitales que, lejos de resolver problemas colectivos, los agravan:
- Plataformas de trabajo bajo demanda que generan precarización laboral.
- Modelos de negocio basados en adicción digital y captura de datos.
- Tecnologías de vigilancia masiva que ponen en riesgo derechos fundamentales.
- Obsolescencia programada que multiplica residuos electrónicos.
Por ello es crucial preguntarse: ¿qué problemas queremos resolver con la innovación, y cuáles no deberíamos crear o agravar?
Una agenda pública de innovación
Para orientar la innovación hacia el bien común se requieren políticas activas:
- Inversión pública estratégica
- Financiar investigación y desarrollo en áreas prioritarias para los ODS.
- Promover la colaboración entre universidades, comunidades y empresas.
- Innovación abierta y colaborativa
- Modelos de producción tecnológica que favorezcan el acceso abierto y el software libre.
- Redes internacionales de investigación compartida.
- Evaluación de impacto social y ambiental
- Toda innovación debería ser evaluada no solo en términos de rentabilidad económica, sino también de sostenibilidad y justicia social.
- Participación ciudadana
- Incorporar a comunidades locales en la definición de prioridades tecnológicas.
- Fomentar laboratorios ciudadanos donde la sociedad pueda experimentar con soluciones.
El papel de las empresas
Las empresas son actores clave, pero necesitan un marco que las incentive a orientar la innovación hacia fines colectivos. Algunas ideas:
- Programas de responsabilidad social vinculados a innovación sostenible.
- Regulaciones que limiten prácticas dañinas (como la obsolescencia programada).
- Reconocimiento y apoyo a modelos empresariales cooperativos y de economía social en el ámbito digital.
Universidades e innovación social
Las instituciones de educación superior tienen un rol insustituible:
- Investigación aplicada a problemas sociales reales.
- Formación de profesionales capaces de pensar críticamente la tecnología.
- Colaboración con comunidades locales para co-diseñar soluciones digitales.
Cada universidad puede convertirse en un nodo de innovación social, más allá de su función tradicional de formación y generación de conocimiento.
Innovar desde las periferias
La mayor parte de la innovación tecnológica se concentra en unos pocos polos globales (Silicon Valley, Shenzhen, grandes capitales europeas). Esto deja en desventaja a regiones enteras que se convierten en consumidoras pasivas de tecnologías desarrolladas en otros lugares.
Impulsar innovación desde las periferias implica:
- Apoyar emprendimientos locales.
- Fortalecer infraestructuras digitales en países en desarrollo.
- Adaptar las soluciones a realidades culturales, sociales y ambientales específicas.
Conclusión
La innovación tecnológica será un motor decisivo en la construcción del mundo de 2030. Pero no es un proceso neutro ni inevitable: puede orientarse hacia el lucro privado y la concentración de poder, o hacia la resolución de problemas compartidos y la mejora de la vida colectiva.
El desafío consiste en construir una agenda de innovación democrática, que involucre a gobiernos, empresas, universidades y ciudadanía en el diseño de soluciones que respondan a los grandes desafíos sociales y ambientales de nuestro tiempo.
Preguntas para el debate
- ¿Cómo podemos asegurar que la innovación tecnológica responda a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y no solo a intereses de mercado?
- ¿Qué papel deberían jugar los Estados en la financiación y orientación de la investigación digital?
- ¿Cómo equilibrar el impulso empresarial con la necesidad de una innovación abierta y colaborativa?
- ¿De qué manera las universidades y comunidades locales pueden convertirse en protagonistas de la innovación social?
- ¿Qué riesgos implica dejar la definición de “innovación” exclusivamente en manos de las grandes corporaciones tecnológicas?