Síntesis y propuestas hacia un futuro democrático, sostenible y ciudadano

Tras recorrer los múltiples ángulos de la gobernanza en el siglo XXI, desde la democracia y el riesgo de nuevos autoritarismos, hasta la responsabilidad social de las empresas y el poder de la acción comunitaria, resulta evidente que el gran desafío no es solo identificar los problemas, sino trazar caminos posibles para enfrentarlos de manera coherente y sostenible.

La buena gobernanza, entendida como el conjunto de procesos, instituciones y prácticas mediante los cuales se deciden y regulan asuntos de interés común, enfrenta hoy amenazas profundas: el auge de movimientos ultraderechistas, la desinformación masiva, la captura del Estado por élites económicas, la corrupción sistémica, la crisis del multilateralismo y la concentración de poder en plataformas digitales.

Pero también se vislumbran oportunidades: la expansión de la democracia deliberativa, la emergencia de estándares globales de sostenibilidad empresarial, el potencial de la tecnología cívica y la fuerza transformadora de la ciudadanía activa.

Democracia en riesgo, democracia en transformación

Los primeros artículos mostraron un diagnóstico claro: la democracia está bajo presión. Casos como el Brasil de Bolsonaro, la Hungría de Orbán o los intentos de Trump en EE.UU. son ejemplos de una ola autoritaria que también se expresa en Europa con Le Pen, Meloni, Vox o AfD.

Sin embargo, junto a estas amenazas han surgido experimentos de participación ciudadana que renuevan la política: presupuestos participativos, asambleas ciudadanas, consultas digitales. La clave de futuro será consolidar la democracia deliberativa como complemento indispensable de la representativa.

Transparencia y lucha contra la corrupción

Una gobernanza creíble exige transparencia activa y pasiva, acceso a la información y control ciudadano. España ilustra bien los avances y las sombras: leyes de transparencia aún insuficientes, un sistema de aforamientos que ofrece privilegios injustificados, y puertas giratorias que mantienen viva la sospecha de connivencia entre poder político y económico.

La corrupción no se combate solo con normas, sino con instituciones fuertes, ciudadanía vigilante y sanciones efectivas. Aquí, la batalla contra el lawfare y la captura del poder judicial aparece como crucial.

Empresas, sostenibilidad y coherencia de políticas

El bloque dedicado a la empresa mostró cómo la responsabilidad social empresarial ha evolucionado hacia criterios ESG y compromisos con los ODS. Herramientas como el Pacto Mundial de la ONU o la Directiva CSRD europea obligan a un cambio de rumbo.

Pero la pieza clave es la Coherencia de Políticas para el Desarrollo Sostenible (CPDS): sin coherencia, las declaraciones se convierten en greenwashing. Europa avanza en regulación, pero persisten contradicciones —como seguir subsidiando combustibles fósiles mientras se promueve la transición verde—. La CPDS debe ser brújula para gobiernos y empresas por igual.

Ciudadanía activa: el poder de lo local y lo digital

Las comunidades locales y la ciudadanía organizada han demostrado ser actores imprescindibles de gobernanza. Desde la PAH en España hasta las cooperativas energéticas alemanas, pasando por las redes de apoyo durante la pandemia, los ejemplos abundan.

La tecnología cívica multiplica este potencial: plataformas como Decide Madrid o Decidim permiten pasar de la protesta digital a la co-creación de políticas públicas. No obstante, sigue siendo fundamental garantizar inclusión digital, protección de datos y transparencia algorítmica.

La educación como cimiento de la gobernanza

La ciudadanía no nace preparada: necesita formación. De ahí la importancia de la capacitación ciudadana en tres dimensiones:

  • Educación para la ciudadanía democrática.
  • Educación para el desarrollo sostenible.
  • Educación para la ciudadanía mundial.

Estos enfoques permiten comprender la interdependencia entre lo local y lo global, y dotan a la sociedad de herramientas para resistir la desinformación, exigir coherencia y participar activamente en los procesos de decisión.

Multilateralismo y cooperación: la pieza ausente

La gobernanza del siglo XXI no puede ser solo nacional. La crisis climática, las migraciones y las pandemias demuestran la necesidad de cooperación internacional. Sin embargo, vivimos una etapa de debilitamiento del multilateralismo, donde priman lógicas nacionalistas y geopolíticas de bloques.

El futuro dependerá de revitalizar organismos internacionales, fortalecer la UE como actor global y crear espacios de gobernanza compartida que integren también a empresas y sociedad civil.

Propuestas hacia 2030: una agenda de gobernanza transformadora

A la luz de los artículos anteriores, es posible delinear una agenda de propuestas:

  1. Blindar la democracia: limitar privilegios como los aforamientos, reformar sistemas judiciales para evitar lawfare, y garantizar mecanismos efectivos de transparencia.
  2. Fortalecer la participación: institucionalizar presupuestos participativos, asambleas ciudadanas y plataformas digitales abiertas en todos los niveles de gobierno.
  3. Combatir la corrupción estructural: regular puertas giratorias, reforzar órganos de control independientes y aplicar sanciones efectivas.
  4. Exigir coherencia de políticas (CPDS): eliminar subsidios contradictorios, alinear empresas con ODS y garantizar que ninguna política pública genere efectos negativos fuera de sus fronteras.
  5. Impulsar empresas sostenibles: avanzar en criterios ESG obligatorios y sancionar el greenwashing.
  6. Potenciar la ciudadanía activa: dotar de recursos a comunidades locales, reconocer su rol en la gobernanza y proteger sus iniciativas frente a intereses corporativos.
  7. Capacitar a la sociedad: integrar la educación cívica, sostenible y global en todos los niveles educativos.
  8. Reforzar el multilateralismo: revitalizar la cooperación internacional y apostar por una gobernanza global más democrática e inclusiva.

Conclusión: gobernar juntos en tiempos inciertos

La gobernanza de 2030 no puede ser entendida como un asunto exclusivo de los gobiernos, ni de las empresas, ni siquiera de las élites intelectuales. Requiere la implicación de todos: instituciones democráticas sólidas, empresas responsables y ciudadanía activa y formada.

La coherencia de políticas emerge como la clave que permite articular estos niveles y evitar contradicciones destructivas. En un mundo interdependiente, la gobernanza no puede ser fragmentada: debe ser integral, participativa y global.

El reto está servido: o avanzamos hacia una gobernanza que priorice el bien común, o las tensiones actuales abrirán la puerta a más desigualdad, autoritarismo y desconfianza. De nosotros depende que, al llegar a 2030, podamos decir que no solo diagnosticamos los desafíos, sino que supimos construir juntos un futuro más democrático, justo y sostenible.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué elementos del número representan consensos claros y cuáles son más controvertidos?
  2. ¿Es posible pensar en una gobernanza coherente entre gobiernos, empresas y ciudadanía?
  3. ¿Cómo recuperar la confianza en la política y en las instituciones hacia 2030?
  4. ¿Qué papel puede jugar la UE como laboratorio de gobernanza democrática y sostenible?
  5. ¿Qué responsabilidades concretas tenemos como ciudadanos en este cambio de época?
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