Mitigar el cambio climático: cómo reducir nuestras emisiones

Si la adaptación es aprender a convivir con los impactos del cambio climático, la mitigación es la tarea de reducir las causas que lo provocan. Significa limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la capacidad de la Tierra para absorberlos. Sin mitigación, cualquier esfuerzo adaptativo será insuficiente, porque los impactos crecerán hasta superar la capacidad de respuesta de nuestras sociedades.

¿De dónde vienen las emisiones?

Para actuar, primero hay que identificar el origen. A escala global, las principales fuentes de emisiones son:

  • Producción de energía (electricidad y calor): alrededor del 35 % de las emisiones globales, dominadas aún por carbón, petróleo y gas.
  • Transporte: cerca del 15 %, con el automóvil privado y la aviación como grandes protagonistas.
  • Industria: 20 %, incluyendo cemento, acero y química, sectores difíciles de descarbonizar.
  • Agricultura, ganadería y usos del suelo: 20–25 %, con peso relevante del metano emitido por el ganado y la deforestación.
  • Residuos: en menor medida, por la descomposición de desechos orgánicos.

En España, el transporte es el sector más contaminante, responsable del 29 % de las emisiones, seguido por la industria, la generación de electricidad y la agricultura.

Energía: la transición imprescindible

El corazón de la mitigación está en el sistema energético, responsable de más de un tercio de las emisiones globales. La solución pasa por sustituir combustibles fósiles por energías renovables (solar, eólica, hidráulica, biomasa, geotérmica) y mejorar la eficiencia en el consumo.

España avanza a buen ritmo: en 2022, más del 42 % de la electricidad generada fue de origen renovable, con un protagonismo creciente de la eólica y la solar fotovoltaica. La meta del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) es alcanzar el 74 % de electricidad renovable en 2030 y la neutralidad climática en 2050.

Sin embargo, los retos son enormes: desmantelar progresivamente las centrales de carbón y gas, asegurar almacenamiento (baterías, hidrógeno verde) y modernizar la red eléctrica para integrar nuevas fuentes.

Movilidad: menos coches, más opciones

El transporte es uno de los talones de Aquiles en la reducción de emisiones. En España, el coche privado sigue siendo el rey: el 80 % de los desplazamientos diarios se hacen en vehículo propio.

Mitigar aquí exige transformar la movilidad:

  • Transporte público más eficiente, accesible y electrificado.
  • Movilidad activa (andar, bicicleta), favorecida por urbanismo pensado para las personas.
  • Electromovilidad: sustitución progresiva del parque automovilístico por vehículos eléctricos, acompañada de infraestructura de carga.
  • Reducción de vuelos cortos cuando existe alternativa ferroviaria.

Ciudades como Vitoria-Gasteiz y Pontevedra ya son referencia en movilidad sostenible, demostrando que reducir coches no es una utopía, sino una decisión política.

Industria: innovación y eficiencia

La industria pesada (cemento, acero, química) es difícil de descarbonizar porque depende de procesos que requieren altas temperaturas y emisiones intrínsecas. Aquí la mitigación pasa por:

  • Eficiencia energética: modernizar instalaciones y procesos.
  • Electrificación con energías renovables.
  • Captura y almacenamiento de carbono (CAC): aún costosa, pero prometedora para sectores difíciles de transformar.
  • Economía circular: reducir, reutilizar y reciclar materiales, disminuyendo la necesidad de nuevas materias primas.

En España, la industria cementera y siderúrgica trabaja ya en proyectos piloto con hidrógeno verde como sustituto de combustibles fósiles.

Agricultura y alimentación: más allá del plato

La agricultura y la ganadería son responsables de cerca de una cuarta parte de las emisiones globales, principalmente por el metano del ganado y el óxido nitroso de los fertilizantes.

Reducir emisiones implica repensar tanto la producción como el consumo:

  • Ganadería más eficiente y sostenible, reduciendo el peso de la intensiva y favoreciendo prácticas extensivas.
  • Dietas con menor consumo de carne roja, un cambio que tiene beneficios tanto climáticos como de salud.
  • Aprovechamiento de residuos orgánicos y reducción del desperdicio alimentario, que supone un 30 % de los alimentos producidos a nivel mundial.

En España, proyectos como Life Beef Carbon buscan reducir las emisiones del vacuno en un 15 % mediante mejoras en la alimentación del ganado y el manejo de pastos.

Residuos: cerrar el ciclo

La gestión de residuos también tiene un papel relevante. Reducir la cantidad de desechos que terminan en vertederos evita emisiones de metano, mientras que potenciar el reciclaje y la reutilización ahorra energía y recursos.

La Ley de Residuos y Suelos Contaminados aprobada en 2022 en España fija objetivos ambiciosos: reducir un 50 % el desperdicio alimentario para 2030, prohibir determinados plásticos de un solo uso y avanzar hacia un modelo de economía circular.

Sumar absorciones: el papel de los sumideros

Mitigar no es solo reducir emisiones, también es aumentar la capacidad de la Tierra para absorber CO₂. Los bosques, humedales y suelos actúan como sumideros naturales.

En España, la reforestación y la gestión sostenible de los montes son claves, no solo para capturar carbono sino también para prevenir incendios, conservar biodiversidad y mejorar el ciclo del agua. El Plan Nacional de Restauración de Ecosistemas busca restaurar 20.000 hectáreas degradadas hasta 2030.

Políticas públicas: del compromiso a la acción

Ninguna estrategia de mitigación tendrá éxito sin políticas claras, estables y ambiciosas. España cuenta desde 2021 con una Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que fija objetivos de reducción de emisiones, despliegue de renovables y descarbonización del transporte.

A nivel europeo, el Pacto Verde Europeo y el paquete legislativo Fit for 55 marcan la ruta para reducir las emisiones en un 55 % en 2030 respecto a 1990. El reto está en la implementación: convertir metas en proyectos, inversiones y cambios reales.

Mitigación justa: que nadie quede atrás

La transición hacia una economía descarbonizada debe ser también justa. Cerrar una central térmica puede reducir emisiones, pero ¿qué ocurre con los trabajadores y las comunidades que dependen de ella? La respuesta pasa por planes de transición justa, con formación, inversión y alternativas económicas para los territorios afectados.

España ya aplica estos planes en zonas mineras de León, Asturias y Teruel, donde se cierran minas de carbón y centrales térmicas. Son experiencias piloto que muestran cómo la mitigación puede ir de la mano de la cohesión social.

Conclusión: cada tonelada cuenta

Mitigar el cambio climático no es una opción, es una obligación moral y práctica. Cada tonelada de CO₂ evitada reduce riesgos, cada política ambiciosa acerca el futuro deseado, cada innovación suma en la carrera contra el tiempo.

España, por su posición geográfica, sus recursos renovables y su vulnerabilidad, tiene un papel clave. Puede ser laboratorio de soluciones y ejemplo de transición, pero necesita coherencia, ambición y constancia.

El mensaje es claro: mitigar es invertir en futuro. Cuanto más rápido actuemos, menores serán los costes y mayores las oportunidades. La década de 2020 es decisiva, y la ventana de oportunidad para frenar los peores efectos del cambio climático aún está abierta. Pero no lo estará para siempre.

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