Efectos visibles e invisibles del cambio climático

El cambio climático ya no es una amenaza futura, es una realidad presente. Basta mirar las noticias de cualquier verano para encontrar titulares sobre incendios forestales sin precedentes, olas de calor que baten récords o inundaciones que devastan ciudades. Estos son los efectos visibles, los que golpean de manera espectacular. Pero también existen efectos invisibles, menos mediáticos pero igualmente graves: la pérdida de biodiversidad, el desplazamiento silencioso de comunidades, el aumento de enfermedades o la erosión de los recursos naturales.

En este artículo exploramos ambos niveles, el visible y el invisible, para entender cómo el cambio climático está transformando nuestro mundo y, en particular, cómo impacta en España, uno de los países europeos más vulnerables.

El planeta se calienta: un dato incontestable

La temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado ya alrededor de 1,1 ºC desde la era preindustrial, según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC). Ese aumento, aparentemente pequeño, desencadena desequilibrios enormes en el sistema climático.

Las olas de calor, por ejemplo, se han vuelto más largas, intensas y frecuentes. El verano de 2022 en Europa fue el más caluroso jamás registrado, con temperaturas que en algunas ciudades españolas superaron los 44 ºC. Este fenómeno no es anecdótico: la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) confirma que en España los veranos son ahora casi cinco semanas más largos que en los años ochenta.

El calor extremo no solo incomoda, sino que mata. Según un estudio publicado en Nature Medicine, más de 11.000 muertes en España en el verano de 2022 se asociaron a las temperaturas extremas.

Agua: demasiada o demasiado poca

El cambio climático afecta al ciclo del agua en dos direcciones aparentemente contradictorias: sequías prolongadas y episodios de lluvias torrenciales.

España conoce bien ambos extremos. Las sequías, cada vez más frecuentes, ponen en jaque a la agricultura, la ganadería y el abastecimiento urbano. La cuenca del Guadalquivir y la del Segura se encuentran en un estado crítico recurrente. Según Greenpeace, un 75 % del territorio español está en riesgo de desertificación si la tendencia continúa.

Por otro lado, los episodios de lluvias extremas y tormentas mediterráneas (las llamadas DANAs) provocan inundaciones devastadoras en zonas como Murcia, Alicante o Valencia. Estos fenómenos extremos son cada vez más probables en un clima más cálido, que acumula y libera mayor cantidad de humedad.

El mar que sube y la costa que retrocede

El nivel medio del mar ha subido unos 20 centímetros desde 1900, y el ritmo se acelera. Este aumento amenaza a millones de personas en todo el mundo y tiene consecuencias directas en España, un país con más de 7.000 kilómetros de costa.

Las playas retroceden, y con ellas un recurso fundamental para el turismo. Según el Ministerio para la Transición Ecológica, el 46 % de las playas españolas ya muestran regresión. Ciudades costeras como Cádiz, Valencia o Barcelona deberán invertir miles de millones en defensas costeras si no se frena el avance del mar.

Biodiversidad bajo presión

El cambio climático se suma a otros factores como la sobreexplotación o la contaminación para empujar a millones de especies hacia la extinción. En el Mediterráneo, el aumento de las temperaturas marinas favorece la proliferación de especies invasoras y el blanqueamiento de corales.

En la península ibérica, especies emblemáticas como el oso pardo se ven amenazadas por la reducción de sus hábitats. La migración de aves también está cambiando: algunas especies llegan antes de lo esperado o permanecen más tiempo debido a inviernos más suaves.

La pérdida de biodiversidad no es solo un drama ecológico: implica riesgos para la seguridad alimentaria, la polinización de cultivos y el equilibrio de los ecosistemas de los que dependemos.

Salud: un impacto silencioso

El cambio climático es también un problema de salud pública. El calor extremo aumenta la mortalidad por golpes de calor y agrava enfermedades cardiovasculares y respiratorias.

Además, la modificación de las condiciones climáticas favorece la expansión de enfermedades transmitidas por vectores. El mosquito tigre, presente ya en gran parte de la península, puede transmitir virus como el dengue o el chikungunya. Aunque todavía no son frecuentes en España, las condiciones para su propagación están cada vez más presentes.

También se observa un impacto en la salud mental: fenómenos extremos, pérdidas materiales y la ansiedad climática generan un nuevo campo de preocupación para psicólogos y médicos.

Impactos sociales y económicos

El cambio climático no afecta a todos por igual. Las poblaciones más vulnerables (personas mayores, niños, comunidades rurales o barrios con menos recursos) sufren con mayor intensidad los impactos. En España, estudios urbanos muestran que los distritos con menos zonas verdes y menor nivel socioeconómico concentran más muertes en olas de calor.

Las pérdidas económicas provocadas por los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos entre 1980 y 2020 en la Unión europea superan los 487.000 millones de euros. Esta suma excede ampliamente lo que gasta la UE en dos años en todas sus políticas y programas.

Un estudio de 2024 del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam (PIK) en Alemania publicado en la revista científica Nature, estima que la economía mundial está abocada a una reducción media del 19% hacia mediados de siglo debido al calentamiento global, con pérdidas que afectarán a todos los países. En el caso de España, los efectos del cambio climático reducirán la renta media en cerca de un 18% en 2050 (en comparación con un escenario sin cambio climático), casi tanto como la media mundial y más que en otros países de la UE como Alemania (11%), Francia (13%) e Italia (15%). No obstante, el estudio señala que una actuación drástica e inmediata a nivel internacional, para impulsar la acción climática y reducir su avance, podría limitar significativamente los daños en la segunda mitad del siglo. En general, los autores de este completo estudio estiman que los daños globales anuales ascenderán a 38 billones de dólares anuales en 2050. Estos daños se deberán principalmente a los daños y los efectos sobre la actividad productiva debidos al aumento de las temperaturas, los cambios en el patrón de las precipitaciones y el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos. Se producirán daños en casi todas partes, pero se prevé que los países menos responsables de esta crisis sufrirán una pérdida de ingresos un 60% mayor que la de los países de mayores ingresos y un 40% mayor que la de los países con mayores emisiones.

Migraciones climáticas: un fenómeno global

Uno de los efectos menos visibles pero más trascendentes es el desplazamiento forzoso de personas. Según la Organización Internacional para las Migraciones, el cambio climático podría empujar a más de 200 millones de personas a desplazarse dentro de sus países o hacia otros antes de 2050.

En África, las sequías en el Sahel ya generan presiones migratorias hacia el norte. España, como país frontera de la Unión Europea, se encuentra en la intersección de este fenómeno y deberá prepararse para gestionar con justicia y solidaridad este reto humano.

España como termómetro del Mediterráneo

La península ibérica, junto con el norte de África, está catalogada por la comunidad científica como una de las regiones más vulnerables al cambio climático en Europa. La “tormenta perfecta” de calor extremo, escasez de agua, desertificación y presión sobre la costa coloca al país en el epicentro de los impactos.

Conclusión: de la evidencia a la acción

Los efectos del cambio climático ya están aquí: en nuestros veranos interminables, en las sequías que amenazan al campo, en los incendios que arrasan bosques y en la costa que retrocede año tras año. Algunos son visibles, otros se esconden en estadísticas de salud, migraciones o pérdida de biodiversidad.

Negarlos o ignorarlos ya no es una opción. La ciencia y nuestra propia experiencia cotidiana nos muestran un escenario que exige adaptación y mitigación inmediatas.

El cambio climático no es una crisis del futuro: es la crisis del presente. Asumir esta evidencia es la premisa indispensable para tomar las medidas estructurales necesarias que reduzcan los riesgos y construyan un futuro habitable.

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