Biodiversidad y salud

La diversidad biológica de la Tierra y el estado de los ecosistemas no son cuestiones abstractas; son determinantes directos de nuestra calidad de vida, nuestra seguridad alimentaria y hasta nuestra esperanza de vida.

Un planeta con ecosistemas ricos y funcionales nos protege de enfermedades, nos provee de medicinas, nos alimenta y regula el clima. Por el contrario, un planeta con la biodiversidad erosionada se convierte en un lugar más peligroso e impredecible para la salud humana.

El efecto protector de la naturaleza

La biodiversidad influye en la salud de múltiples maneras. Los ecosistemas sanos actúan como barreras naturales frente a patógenos: humedales que filtran el agua y reducen la carga de contaminantes, bosques que purifican el aire, suelos vivos que degradan sustancias tóxicas.

La variedad genética y biológica de los cultivos y los animales domésticos es fundamental para evitar plagas y enfermedades que puedan arrasar sistemas alimentarios enteros. La pérdida de diversidad en los agroecosistemas nos hace más vulnerables a crisis alimentarias, con impactos directos sobre la nutrición y la salud pública.

Además, la biodiversidad es una farmacia viva: más del 50 % de los medicamentos modernos se originan en compuestos naturales, desde la corteza del sauce que dio lugar a la aspirina, hasta organismos marinos que han inspirado fármacos contra el cáncer y el dolor crónico.

10 formas en que la biodiversidad protege nuestra salud

  1. Purifica el aire. Los bosques y áreas verdes urbanas capturan contaminantes y producen oxígeno, reduciendo enfermedades respiratorias.
  2. Filtra y depura el agua. Humedales y suelos sanos eliminan sedimentos y patógenos, garantizando agua potable de calidad.
  3. Regula el clima. Ecosistemas intactos moderan temperaturas y reducen fenómenos extremos, protegiendo vidas humanas.
  4. Proporciona alimentos nutritivos. La diversidad de cultivos, pesquerías y ganado asegura dietas equilibradas y seguras.
  5. Evita plagas y enfermedades. Depredadores naturales controlan poblaciones de mosquitos, roedores y otros vectores de patógenos.
  6. Suministra medicinas. Más de la mitad de los medicamentos provienen de compuestos naturales de plantas, hongos y organismos marinos.
  7. Reduce el riesgo de pandemias. Ecosistemas saludables actúan como barreras que limitan el salto de patógenos de animales a humanos.
  8. Protege frente a desastres naturales. Manglares, arrecifes y dunas estabilizan costas y reducen el impacto de tormentas e inundaciones.
  9. Favorece la salud mental. El contacto con entornos naturales disminuye estrés, depresión y ansiedad, y mejora la recuperación médica.
  10. Mantiene la fertilidad del suelo. Microorganismos y fauna edáfica reciclan nutrientes, esenciales para la producción de alimentos.

Cuando la biodiversidad se degrada, la salud se resiente

La fragmentación y degradación de ecosistemas incrementa el contacto entre personas, ganado y fauna silvestre, lo que facilita la transmisión de enfermedades zoonóticas como el ébola, la gripe aviar o la COVID-19. La pérdida de depredadores naturales puede favorecer la proliferación de roedores y mosquitos transmisores de patógenos.

La contaminación asociada a la destrucción de ecosistemas (por ejemplo, el uso intensivo de pesticidas) puede provocar problemas respiratorios, cánceres y alteraciones hormonales. Por otra parte, el cambio climático, impulsado en parte por la deforestación y la degradación de ecosistemas, está expandiendo la distribución de enfermedades como el dengue o la malaria hacia nuevas regiones.

Naturaleza y bienestar mental

El contacto con entornos naturales también tiene un efecto demostrado sobre la salud mental. Estudios realizados en entornos urbanos y rurales muestran que el acceso a espacios verdes reduce el estrés, mejora el ánimo, disminuye la incidencia de depresión y ansiedad, e incluso favorece la recuperación de pacientes hospitalizados. En un contexto global donde las enfermedades mentales son una de las principales causas de discapacidad, esta conexión adquiere un valor estratégico.

La visión de la UE y la restauración de ecosistemas saludables

Aunque el Reglamento Europeo de Restauración de la Naturaleza no se plantea como una norma sanitaria, su impacto sobre la salud pública es directo. Restaurar humedales mejora la calidad y disponibilidad de agua potable. Recuperar bosques y áreas verdes urbanas reduce la contaminación atmosférica y las islas de calor. Restaurar ecosistemas costeros como marismas y praderas marinas protege a comunidades frente a inundaciones y temporales, reduciendo riesgos físicos y psicológicos.

La UE también impulsa la integración de soluciones basadas en la naturaleza para mejorar la resiliencia sanitaria, desde la gestión de aguas pluviales en ciudades hasta la conservación de polinizadores para asegurar dietas saludables y variadas.

Ejemplos que ilustran el vínculo

En los Países Bajos, la restauración de humedales degradados ha reducido las floraciones de algas tóxicas y mejorado la calidad del agua de consumo. En Italia, la recuperación de bosques ribereños en el valle del Po ha disminuido la incidencia de inundaciones y reducido las pérdidas agrícolas, mejorando la seguridad alimentaria. En Reino Unido, programas de “prescripción verde” llevan a pacientes con problemas de salud mental a realizar actividades en entornos naturales como parte de su tratamiento, con resultados positivos en reducción de estrés y mejora del bienestar general.

Un reto compartido

La relación entre biodiversidad y salud no puede quedar relegada a las políticas ambientales: debe ser un eje central de las políticas de salud pública, urbanismo, agricultura y desarrollo económico. La ciencia ya lo deja claro: un mundo más sano para la naturaleza es un mundo más sano para las personas.

Invertir en biodiversidad es invertir en un sistema inmunitario planetario que nos protege de crisis sanitarias, alimentarias y climáticas. Y en ese esfuerzo, la restauración de la naturaleza se convierte en una estrategia sanitaria de primer orden.

Preguntas para el debate

  1. ¿Cómo influye el contacto frecuente con la naturaleza en la salud mental?
  2. ¿Qué riesgos para la salud se derivan de la pérdida de biodiversidad?
  3. ¿Hasta qué punto los ecosistemas sanos ayudan a prevenir pandemias?
  4. ¿Cómo pueden los sistemas sanitarios integrar la conservación de la biodiversidad en sus políticas preventivas?
  5. ¿Qué responsabilidad tienen los profesionales de la salud en el debate sobre restauración de la naturaleza?
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