Áreas protegidas: refugios para la vida

En un planeta donde la presión humana se extiende por mares y continentes, las áreas protegidas funcionan como islas de vida. Son lugares donde la naturaleza recibe un respiro: ecosistemas que pueden desarrollarse sin las presiones más intensas de la actividad humana, especies que encuentran refugio para reproducirse y alimentarse, procesos ecológicos que siguen su curso sin interrupciones.

Estos espacios no son solo un recurso para la conservación de paisajes icónicos o especies emblemáticas: son laboratorios vivos donde la naturaleza muestra su capacidad de regeneración y donde la ciencia, la educación y las comunidades locales pueden colaborar para encontrar formas más sostenibles de vivir.

Mucho más que parques y reservas

Las áreas protegidas incluyen una amplia variedad de figuras y niveles de protección. Algunas están estrictamente protegidas, mientras que otras permiten un uso humano compatible con la conservación, como la pesca artesanal o la recolección de productos forestales no madereros.

Su valor no reside solo en lo que albergan dentro de sus límites, sino en el papel que juegan en el conjunto del territorio: conectan ecosistemas, frenan la fragmentación del hábitat, funcionan como sumideros de carbono y protegen recursos hídricos esenciales para las poblaciones cercanas.

Retos para la conservación

Proteger un área no siempre garantiza su buen estado. La falta de financiación, la presión por actividades ilegales (como la caza furtiva o la tala), la contaminación y el cambio climático son amenazas que atraviesan fronteras y penetran incluso en los lugares más remotos. En el mar, las áreas protegidas mal gestionadas o sin vigilancia efectiva pueden convertirse en figuras nominales sin impacto real, conocidas como paper parks.

La conectividad es otro reto: un parque aislado rodeado de territorios degradados es un refugio frágil, especialmente en un contexto de cambio climático donde muchas especies necesitan desplazarse para sobrevivir.

La Red Natura 2000

La Red Natura 2000 constituye la principal herramienta de la Unión Europea para preservar la biodiversidad, y se ha consolidado como la mayor red de espacios protegidos del planeta.

Está integrada por dos categorías principales de áreas:

  • Zonas Especiales de Conservación (ZEC): creadas según lo establecido en la Directiva Hábitats, son áreas destinadas a proteger hábitats y/o especies consideradas de interés comunitario. Su designación pasa por una fase previa en la que los Estados miembros identifican y proponen determinados lugares, denominados Lugares de Interés Comunitario (LIC). Una vez que la Comisión Europea aprueba dichos LIC, estos pasan oficialmente a ser ZEC.
  • Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA): declaradas conforme a la Directiva Aves (promulgada en 1979 y actualizada en 2009), se trata de espacios esenciales para la conservación de aves silvestres, especialmente de aquellas que están amenazadas, son vulnerables o raras.

En la actualidad, la red cuenta con más de 27.000 espacios naturales en toda Europa, que abarcan alrededor del 18 % del territorio terrestre de la UE y más del 8 % de sus aguas marinas.

En España, se han incorporado cerca de 2.000 áreas a la Red Natura 2000, con una superficie total que supera los 222.000 km²: unos 138.000 km² corresponden a territorio terrestre (el 27,3 % del país) y unos 84.300 km² a superficie marina.

El desarrollo de esta red en el medio marino ha avanzado más lentamente que en tierra firme. La mayoría de las áreas protegidas en el mar se sitúan cerca de la costa, y aún queda pendiente una ampliación significativa, especialmente en España, que es el país europeo con mayor diversidad de especies marinas.

Categorías de protección en España

De acuerdo con la Ley 42/2007 del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, tienen la consideración de Espacios Naturales Protegidos aquellos espacios del territorio nacional, incluidas las aguas continentales y las aguas marítimas bajo soberanía o jurisdicción nacional, incluidas la zona económica exclusiva y la plataforma continental, que cumplan al menos uno de los requisitos siguientes y sean declarados como tales:

  • Contener sistemas o elementos naturales representativos, singulares, frágiles, amenazados o de especial interés ecológico, científico, paisajístico, geológico o educativo.
  • Estar dedicados especialmente a la protección y el mantenimiento de la diversidad biológica, de la geodiversidad y de los recursos naturales y culturales asociados.

En función de los bienes y valores a proteger y de los objetivos de gestión a cumplir, los Espacios Naturales Protegidos, ya sean terrestres o marinos, se clasifican en cinco categorías básicas de ámbito estatal, establecidas por la Ley 42/2007, de 13 de diciembre. Sin embargo, dado que la mayoría de las Comunidades Autónomas han desarrollado legislación propia sobre espacios protegidos, existen en la actualidad en España más de 40 denominaciones distintas para designar a los Espacios Naturales Protegidos.

Con objeto de ordenar la proliferación de denominaciones y figuras legales de protección y de armonizar las diferentes tipologías existentes de espacios protegidos, la UICN ha establecido a nivel mundial seis categorías de gestión de las áreas protegidas, basándose en los objetivos de gestión correspondientes.

Las cinco categorías establecidas a nivel estatal son:

  1. Parques. Áreas naturales, que, en razón a la belleza de sus paisajes, la representatividad de sus ecosistemas o la singularidad de su flora, de su fauna o de su diversidad geológica, incluidas sus formaciones geomorfológicas, poseen unos valores ecológicos, estéticos, educativos y científicos cuya conservación merece una atención preferente. Dentro de esta categoría se incluyen los Parques Nacionales, que se rigen por su legislación específica y se integran en la Red de Parques Nacionales.
  2. Reservas Naturales. Espacios naturales cuya creación tiene como finalidad la protección de ecosistemas, comunidades o elementos biológicos que, por su rareza, fragilidad, importancia o singularidad, merecen una valoración especial.
  3. Áreas Marinas Protegidas. Espacios naturales designados para la protección de ecosistemas, comunidades o elementos biológicos o geológicos del medio marino, incluidas las áreas intermareal y submareal, que, en razón de su rareza, fragilidad, importancia o singularidad, merecen una protección especial. Podrán adoptar esta categoría específica o protegerse mediante cualquier otra figura de protección de espacios prevista en la Ley 42/2007, de 13 de diciembre. La Ley 41/2010, de 29 de diciembre, de Protección del Medio Marino crea y regula la Red de Áreas Marinas Protegidas de España.
  4. Monumentos Naturales. Espacios o elementos de la naturaleza constituidos básicamente por formaciones de notoria singularidad, rareza o belleza, que merecen ser objeto de una protección especial. Tienen también esta consideración los árboles singulares y monumentales y las formaciones geológicas, los yacimientos paleontológicos y mineralógicos, los estratotipos y demás elementos de la gea que reúnan un interés especial por la singularidad o importancia de sus valores científicos, culturales o paisajísticos.
  5. Paisajes Protegidos. Partes del territorio que las Administraciones competentes consideren merecedoras de una protección especial por sus valores naturales, estéticos y culturales, y de acuerdo con el Convenio Europeo del Paisaje, del Consejo de Europa.

El marco europeo y la restauración de espacios protegidos

El Reglamento Europeo de Restauración de la Naturaleza sitúa a las áreas protegidas en el centro de su estrategia. Entre sus objetivos:

  • Restaurar ecosistemas dentro y fuera de las áreas protegidas para garantizar que no sean “islas” sino nodos en una red ecológica interconectada.
  • Alcanzar un estado de conservación favorable para todos los hábitats y especies de interés comunitario presentes en la red Natura 2000.
  • Asegurar que al menos el 30 % del territorio terrestre y marino de la UE esté protegido para 2030, y que al menos una tercera parte de esas áreas estén bajo protección estricta.
  • Mejorar la efectividad de la gestión mediante planes actualizados, financiación estable y participación de las comunidades locales.

Ejemplos que inspiran

En España, el Parque Nacional de Doñana, pese a las amenazas que enfrenta, ha demostrado cómo un espacio protegido puede mantener poblaciones de especies en peligro como el lince ibérico y el águila imperial. En el Mar del Norte, la ampliación de áreas marinas protegidas ha favorecido la recuperación de poblaciones de peces y mamíferos marinos, beneficiando también a la pesca artesanal.

En Finlandia, la restauración de turberas dentro de áreas protegidas ha devuelto hábitats críticos a aves migratorias, mientras que en Grecia, la protección de zonas de anidación de la tortuga boba (Caretta caretta) ha aumentado notablemente el éxito reproductor de la especie.

Las áreas protegidas no son espacios congelados en el tiempo: son herramientas dinámicas que deben adaptarse a nuevas amenazas y necesidades. En un contexto de crisis climática y pérdida acelerada de biodiversidad, invertir en su creación, ampliación y gestión efectiva es una de las estrategias más seguras para garantizar un futuro habitable.

Custodia del territorio: más que un complemento

Un complemento valioso a la gestión formal de las áreas protegidas es la custodia del territorio, una estrategia que implica acuerdos voluntarios entre propietarios de tierras y entidades de custodia (asociaciones, fundaciones o administraciones) para conservar los valores naturales, culturales y paisajísticos de un lugar. Esta fórmula fomenta la participación directa de comunidades locales, agricultores, ganaderos y otros actores del territorio en la salvaguarda de la biodiversidad, combinando conservación y uso sostenible. En España, existen iniciativas emblemáticas como la impulsada por la Fundación Global Nature en humedales manchegos para restaurar lagunas y favorecer aves acuáticas; los acuerdos de custodia forestal en el Pirineo catalán promovidos por la Xarxa de Custòdia del Territori, que compatibilizan aprovechamientos madereros sostenibles con la conservación de especies amenazadas; o los proyectos en fincas privadas del Parque Natural de la Sierra de Grazalema, donde se mantiene el pastoreo extensivo para preservar dehesas y evitar incendios. A través de la custodia, se restauran hábitats, se mantienen prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales compatibles con la naturaleza y se refuerza el vínculo emocional y cultural con el paisaje, asegurando que la protección no dependa únicamente de figuras legales, sino también del compromiso de quienes viven y trabajan en el territorio.

Preguntas para el debate

  1. ¿Crees que la superficie protegida actual en tu país es suficiente?
  2. ¿Qué factores determinan que un área protegida sea realmente efectiva?
  3. ¿Cómo se pueden conciliar las necesidades económicas locales con las restricciones de un área protegida?
  4. ¿Qué papel deberían jugar las áreas protegidas en la adaptación al cambio climático?
  5. ¿Qué opinas de aumentar la protección estricta en zonas actualmente abiertas a actividades humanas?
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