Compacidad, diversidad, regeneración y renaturalización

El concepto de modelo de ciudad define el marco estratégico que orienta la configuración física, funcional, social y ambiental de un núcleo urbano. No es una imagen ideal estática, sino un conjunto dinámico de principios que guían el uso del suelo, la inversión pública y privada, y la organización de actividades. En el contexto actual, marcado por la urgencia climática, las tensiones sociales y los retos económicos globales, los modelos urbanos más sostenibles se apoyan en cuatro pilares interdependientes: compacidad, diversidad, regeneración y renaturalización.

Compacidad: proximidad eficiente

La compacidad urbana implica organizar la ciudad de forma que se minimice la dispersión y se optimice el uso del territorio. Este principio no se limita a “construir más en menos espacio”: significa crear una trama urbana continua, bien conectada y con suficiente densidad para sostener servicios, equipamientos y transporte público eficientes.

En un contexto de expansión periférica acelerada, la compacidad es una respuesta directa al consumo excesivo de suelo y a la fragmentación ecológica. Ciudades compactas reducen las distancias de viaje, disminuyen la dependencia del vehículo privado y permiten concentrar recursos en infraestructuras de mayor calidad.

En línea con este principio de compacidad la Agenda Urbana Española (AUE) en su Objetivo específico 2.1 plante, entre otras, las siguientes líneas de actuación:

  • Impulsar modelos de ciudad compactos frente a la expansión dispersa.
  • Fomentar la continuidad urbana y evitar vacíos innecesarios en el tejido.
  • Preservar suelos rústicos, agrícolas o de valor ambiental de la urbanización.

La clave está en equilibrar densidad con habitabilidad. Una ciudad compacta no debe ser sinónimo de espacios saturados o de déficit de zonas verdes, sino de un tejido urbano que combina edificación, espacio público y elementos naturales en una proporción que permita calidad de vida, confort climático y bienestar social.

Diversidad: vitalidad y mezcla funcional

La diversidad urbana hace referencia a la capacidad de un barrio o sector para albergar múltiples funciones (residencial, comercial, cultural, productiva) y acoger a diferentes grupos sociales. La especialización monofuncional —barrios dormitorio, polígonos industriales aislados, zonas exclusivamente comerciales— genera desplazamientos innecesarios, reduce la vitalidad de los espacios públicos y acentúa la segregación.

Una ciudad diversa integra funciones y usos en distancias caminables o ciclables, creando un tejido urbano donde vivienda, trabajo, ocio, cultura y naturaleza coexisten. Esto no solo optimiza los recursos, sino que estimula la interacción social y la construcción de comunidades cohesionadas.

El Objetivo específico 2.2 de la AUE incluye líneas de actuación como:

  • Mezclar usos compatibles para reforzar la vitalidad urbana.
  • Fomentar el comercio de proximidad y los equipamientos de barrio.
  • Garantizar el equilibrio funcional entre distintas zonas de la ciudad.

Regeneración: revitalizar sin desplazar

La regeneración urbana consiste en intervenir de forma integral en barrios y tejidos ya consolidados para mejorar sus condiciones físicas, sociales y ambientales. Frente a la lógica expansiva, la regeneración aprovecha lo construido, reduce el consumo de suelo y evita costes innecesarios en nuevas infraestructuras.

Pero regenerar no significa únicamente rehabilitar edificios: implica revitalizar la vida de barrio, mejorar el espacio público, garantizar el acceso a vivienda asequible y reforzar el comercio local. Aquí surge una tensión clave: evitar que la mejora urbana desencadene procesos de gentrificación que expulsen a la población residente.

El Objetivo específico 2.5 de la AUE establece, entre sus líneas de actuación:

  • Priorizar intervenciones en áreas urbanas vulnerables.
  • Rehabilitar edificios para mejorar eficiencia energética y accesibilidad.
  • Potenciar la renovación del espacio público para hacerlo inclusivo y seguro.
  • Coordinar la regeneración física con programas sociales y de empleo.

Regenerar es, por tanto, recuperar valor y calidad de vida, sin abrir la puerta a procesos especulativos que destruyan tejido social.

Renaturalización: recuperar el espacio público y la conexión con la naturaleza

La renaturalización es mucho más que plantar árboles: supone reintegrar procesos ecológicos en la ciudad, potenciar la biodiversidad urbana y ofrecer entornos más amables que fomenten el encuentro y la convivencia. Incluye la creación de infraestructuras verdes y azules conectadas (parques, corredores ecológicos, riberas restauradas) y la transformación de calles y plazas en espacios públicos habitables, seguros y climáticamente resilientes.

Este cuarto criterio se vincula estrechamente con la salud física y mental de la población: calles sombreadas, plazas con vegetación, fuentes y zonas de estancia accesibles invitan a caminar, socializar y participar en la vida comunitaria. Además, la renaturalización es una herramienta clave de adaptación al cambio climático, reduciendo el efecto isla de calor, filtrando contaminantes y gestionando escorrentías.

El Objetivo específico 2.4 de la AUE concreta este principio con líneas de actuación como:

  • Incrementar y conectar los espacios verdes y azules urbanos.
  • Integrar la naturaleza en calles, plazas y entornos edificados.
  • Mejorar el microclima urbano mediante arbolado, agua y pavimentos permeables.
  • Usar la infraestructura verde como herramienta de adaptación climática.

Estándares como la regla 3/30/300 ayudan a traducir este principio en metas medibles: ver tres árboles desde casa, 30 % de cobertura arbórea en cada barrio y un espacio verde a menos de 300 m de cada vivienda.

Un modelo interdependiente

Compacidad, diversidad, regeneración y renaturalización no son principios aislados, sino componentes de un modelo urbano coherente. La compacidad y la diversidad favorecen la eficiencia y vitalidad; la regeneración evita el consumo de suelo nuevo y refuerza la cohesión social; la renaturalización aporta calidad ambiental y espacios de convivencia.

El modelo de ciudad del siglo XXI debe ser compacto para reducir impactos, diverso para mantener vitalidad y equidad, regenerativo para optimizar lo existente y renaturalizado para restablecer la conexión con la naturaleza y fortalecer la vida comunitaria. La Agenda Urbana Española ofrece un marco de objetivos estratégicos que permite alinear estos principios con políticas sectoriales, indicadores de seguimiento y compromisos internacionales.

Adoptar este modelo no es un lujo ni una moda urbanística: es una respuesta estructural a los desafíos de nuestra época. Y, como tal, requiere visión a largo plazo, instrumentos normativos claros, financiación estable y una participación ciudadana activa en todas las fases del proceso

Preguntas para el debate

  1. ¿Es la compacidad urbana siempre deseable, o puede generar problemas?
  2. ¿Cómo fomentar la mezcla de usos en barrios monofuncionales?
  3. ¿Qué estrategias de regeneración urbana evitan la expulsión de población residente?
  4. ¿Qué factores diferencian la regeneración de un barrio de su simple “lavado de cara”?
  5. ¿Cómo adaptar el modelo de ciudad de 15 minutos a diferentes contextos culturales y territoriales?
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