El modelo energético se ha basado hasta ahora en un sistema centralizado: grandes centrales generadoras (térmicas, nucleares, hidroeléctricas) que producen electricidad a gran escala, transportada por largas líneas de alta tensión hasta los puntos de consumo. El usuario, en este esquema, es un sujeto pasivo: alguien que consume lo que otro produce, cuando y como el sistema lo permite.
Pero ese modelo está cambiando. Y no por capricho, sino por necesidad. Las urgencias del cambio climático, la caída de los costes tecnológicos, la digitalización y la demanda de mayor soberanía energética están impulsando una transformación de fondo: el paso a un modelo distribuido. Un sistema donde la energía se produce cerca de donde se consume, a pequeña o mediana escala, de forma limpia, flexible y, en muchos casos, compartida.
¿Qué es la generación distribuida?
La generación distribuida es aquella que se produce en pequeñas instalaciones cercanas al punto de consumo. Puede ser una placa solar en el tejado de una vivienda, una microturbina en una comunidad rural, o una instalación compartida en un polígono industrial.
A diferencia del modelo centralizado, donde unos pocos grandes generadores abastecen a millones de consumidores, la generación distribuida permite a los usuarios convertirse en prosumidores: productores y consumidores al mismo tiempo.
Este modelo implica también una red eléctrica más flexible y bidireccional, donde la energía fluye en múltiples direcciones, y donde las decisiones sobre generación, almacenamiento y consumo se descentralizan.
Autoconsumo: de tendencia a realidad
Desde que en 2019 se derogó el llamado “impuesto al sol”, el autoconsumo ha vivido un auge espectacular en España:
- En 2023 se instalaron más de 2.800 MW de nueva capacidad solar fotovoltaica de autoconsumo, casi el doble que en 2021.
- El número de instalaciones residenciales y comerciales superó las 200.000.
- Más del 80% de ellas son de menos de 10 kW, lo que demuestra su carácter distribuido y ciudadano.
El autoconsumo se está extendiendo en hogares, comunidades de vecinos, explotaciones agrarias, pymes, colegios y edificios públicos. Es limpio, eficiente, silencioso y cada vez más rentable.
Además, el autoconsumo colectivo, que permite compartir energía entre diferentes usuarios conectados a una misma instalación, está empezando a consolidarse. Esto permite que bloques de viviendas, barrios o pueblos enteros puedan generar su propia energía y compartirla entre vecinos.
Microrredes y almacenamiento: el siguiente paso
El desarrollo de microrredes locales (redes eléctricas autónomas o semiautónomas que combinan generación renovable, almacenamiento y gestión digital) es otra de las claves del modelo distribuido.
Estas microrredes pueden operar conectadas a la red general o de forma aislada (off-grid), lo que resulta especialmente útil en entornos rurales, islas o zonas con mala cobertura eléctrica. Combinadas con baterías, permiten almacenar el excedente generado durante el día para su uso nocturno o en días nublados.
La bajada de precios de las baterías de litio, así como las nuevas soluciones de almacenamiento térmico o químico, hacen cada vez más viable este tipo de soluciones.
Ventajas del modelo distribuido
El modelo energético distribuido aporta beneficios estratégicos y estructurales:
- Reduce pérdidas eléctricas en el transporte, al acortar distancias.
- Descentraliza el poder energético, favoreciendo la autonomía de personas, municipios y comunidades.
- Aumenta la resiliencia frente a crisis o apagones centralizados.
- Fomenta el ahorro y la eficiencia, al hacer más visible y gestionable el consumo.
- Empodera al usuario, que deja de ser un consumidor pasivo.
- Aprovecha mejor los recursos locales (sol, viento, biomasa).
Además, es un modelo especialmente adecuado para contextos rurales, insulares o periféricos, donde la infraestructura tradicional es deficiente o costosa.
Barreras al despliegue distribuido
Pese a su potencial, el modelo distribuido todavía se enfrenta a obstáculos importantes en España:
- Limitaciones técnicas de la red eléctrica, pensada para una dirección única.
- Exceso de trámites administrativos para autorizaciones, licencias y conexión a red.
- Falta de planificación territorial que ordene el despliegue distribuido de forma equilibrada.
- Déficit de información y capacitación para ciudadanos, municipios y empresas pequeñas.
- Acceso desigual a financiación, especialmente en zonas rurales o desfavorecidas.
Superar estas barreras requiere una voluntad política clara, inversión pública y una apuesta firme por la democratización energética.
Políticas necesarias para escalar la energía distribuida
Algunas medidas clave para acelerar el despliegue del modelo distribuido:
- Simplificación de trámites de conexión y licencias, con ventanillas únicas locales.
- Fomento del autoconsumo colectivo en vivienda social, barrios vulnerables o polígonos industriales.
- Incentivos fiscales y líneas de financiación accesibles, especialmente para familias con bajos ingresos y cooperativas.
- Impulso de planes municipales y comarcales de generación distribuida.
- Apoyo a la creación de microrredes rurales con baterías comunitarias.
- Reforma del marco normativo para que el sistema de distribución eléctrica favorezca la bidireccionalidad.
Un cambio de lógica: del control al cuidado
La energía distribuida no solo es una opción técnica: es un cambio de paradigma. Replantea la lógica de la concentración, del monopolio, del consumidor pasivo. Invita a pensar en redes de cooperación, en producción local, en eficiencia compartida.
No se trata simplemente de colocar placas solares: se trata de cambiar el modo en que nos relacionamos con la energía. De pasar del control al cuidado. De lo masivo a lo próximo. De lo vertical a lo horizontal.
Conclusión
El modelo distribuido representa el futuro de un sistema energético más justo, resiliente y democrático. Descentralizar la producción es una herramienta poderosa para descarbonizar el planeta, romper dependencias fósiles, empoderar a la ciudadanía y democratizar el acceso a un bien común esencial. Si queremos que la transición energética no repita los errores del pasado, la energía distribuida debe dejar de ser marginal y convertirse en la columna vertebral del sistema.
Preguntas para el debate
- ¿Qué ventajas tiene generar energía cerca de donde se consume?
- ¿Qué papel pueden jugar las microredes en la resiliencia territorial?
- ¿La generación distribuida es viable en todos los contextos?
- ¿Cómo pueden pequeños productores energéticos acceder y competir en el sistema actual?
- ¿Quién debe pagar la modernización de la red para integrar este modelo?