Repensar la Economía: ¿es posible un futuro más igualitario?

Después de explorar qué son la pobreza y la desigualdad, cómo se miden, qué las causa y cómo combatirlas, surge una pregunta más profunda: ¿es suficiente con aplicar políticas correctoras dentro del sistema actual, o necesitamos repensar el sistema económico desde su base?

Durante décadas, las políticas económicas han estado dominadas por una lógica centrada en el crecimiento del PIB, la eficiencia del mercado y la minimización del papel del Estado. Pero frente a la persistencia de la pobreza, la concentración de la riqueza y los nuevos desafíos globales, como el cambio climático, la revolución tecnológica o la crisis de los cuidados, cada vez más voces defienden que ha llegado el momento de repensar profundamente el modelo económico.

Este artículo propone una mirada de futuro: ¿qué tipo de economía necesitamos para vivir en sociedades más igualitarias, sostenibles y humanas?

Más allá del PIB: ¿qué queremos medir?

Durante décadas, el Producto Interno Bruto (PIB) ha sido el principal indicador del «éxito» económico. Pero el PIB no distingue entre lo que mejora la vida y lo que la empeora: contabiliza tanto una operación quirúrgica como un accidente de tráfico, tanto la venta de armas como la producción de alimentos.

Además:

  • No mide la distribución de la riqueza.
  • Ignora el trabajo no remunerado, especialmente los cuidados.
  • Desconoce los daños ambientales.

Por eso han surgido propuestas para ampliar la mirada económica. Entre ellas:

  • El Índice de Desarrollo Humano (IDH), que combina renta, educación y esperanza de vida.
  • Indicadores de bienestar subjetivo, como los aplicados en países como Bután o Nueva Zelanda.
  • Cuentas satélite del trabajo doméstico o del capital natural.

La economía no debería centrarse solo en cuánto se produce, sino en para qué y para quién.

La economía como construcción social y política

La economía no es una ciencia neutral. Las reglas que regulan los mercados, los impuestos, el comercio o las finanzas no son naturales, sino decisiones humanas, históricas, políticas.

Entender esto permite abrir el debate:

  • ¿Por qué se premia más la especulación financiera que el trabajo de cuidados?
  • ¿Por qué se protege la propiedad privada más que el acceso universal a la vivienda?
  • ¿Por qué se tolera que unas pocas empresas tecnológicas acumulen más poder que muchos gobiernos?

Repensar la economía es también repolitizarla: poner en discusión las estructuras que generan desigualdad y poner en el centro principios como la justicia, la equidad y el cuidado.

El auge de nuevas corrientes económicas

En los últimos años han surgido propuestas que cuestionan el paradigma dominante y plantean modelos alternativos. Algunas de las más influyentes:

ECONOMÍA DEL BIENESTAR. Plantea que el objetivo de la economía no debe ser solo crecer, sino mejorar el bienestar de las personas. Ha sido adoptada como marco por gobiernos como el de Nueva Zelanda y Escocia.

ECONOMÍA FEMINISTA. Visibiliza el trabajo no remunerado (doméstico, de cuidados) y critica la división sexual del trabajo. Propone redistribuir no solo la riqueza, sino también el tiempo y las responsabilidades.

ECONOMÍA ECOLÓGICA Y DEL DECRECIMIENTO. Sostiene que no es posible un crecimiento económico infinito en un planeta finito. Plantea reducir el consumo excesivo, relocalizar la producción y vivir dentro de los límites ecológicos.

ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN. Propone que las empresas y organizaciones se orienten no solo al beneficio económico, sino también al impacto social y ambiental positivo.

Nuevas prioridades para una economía más igualitaria

Si queremos sociedades más justas, la economía debe incorporar prioridades diferentes, entre ellas:

  • Redistribución efectiva de la riqueza. A través de impuestos progresivos, herencias, rentas mínimas, control de monopolios y limitación de la acumulación excesiva.
  • Inversión sostenida en bienes públicos. Salud, educación, transporte, cultura, acceso digital: no como «gastos» sino como derechos y motores de igualdad.
  • Reconocimiento del trabajo de cuidados. Valorar y sostener el trabajo que permite la reproducción de la vida, y que históricamente ha sido invisibilizado y feminizado.
  • Justicia intergeneracional y ecológica. Asegurar que el modelo económico no hipoteque el futuro, ni social ni ambientalmente. Esto implica reformar subsidios fósiles, proteger la biodiversidad y garantizar acceso justo a los recursos.

Participación y democracia económica

Una economía igualitaria no puede construirse sin participación ciudadana. Para ello es necesario:

  • Democratizar las decisiones económicas: presupuestos participativos, fiscalidad transparente, regulación del poder corporativo.
  • Fomentar modelos de empresa más inclusivos: cooperativas, economía social, empresas públicas innovadoras.
  • Escuchar a quienes están en los márgenes del sistema: trabajadores informales, pueblos indígenas, comunidades rurales, juventud.

La lucha contra la desigualdad es también una lucha por redistribuir el poder, no solo los ingresos.

Conclusión: la igualdad como horizonte transformador

En un mundo que enfrenta múltiples crisis —económica, ecológica, social, sanitaria— la desigualdad no es solo un problema ético. Es un obstáculo para el desarrollo sostenible, para la estabilidad política y para la paz social.

Repensar la economía no significa rechazar todo lo existente, sino transformar sus fundamentos para que sirva al bienestar colectivo. No se trata solo de corregir excesos, sino de construir una economía centrada en la vida, y no en el lucro.

Porque una sociedad más igualitaria no es solo posible, sino necesaria.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué deberíamos medir para evaluar el progreso real de una sociedad?
  2. ¿Podemos tener desarrollo sin crecimiento económico constante?
  3. ¿El actual sistema económico global favorece la igualdad o la impide?
  4. ¿Qué aportan la economía feminista o ecológica al debate económico?
  5. ¿Qué significa democratizar la economía y cómo podría aplicarse?
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