¿Qué entendemos realmente por pobreza? ¿Qué significa ser pobre en pleno siglo XXI? ¿Y cómo lo medimos?
Responder a estas preguntas no es tan simple como podría parecer. La pobreza no es solo una cuestión de ingresos, aunque estos sean fundamentales, sino una condición compleja que puede analizarse desde distintas perspectivas: económica, social, política y ética. Comprender estas miradas es clave para entender por qué la pobreza persiste y cómo podemos combatirla.
Pobreza monetaria: el enfoque clásico
La definición más común, y aún la más utilizada por organismos internacionales, es la pobreza monetaria, es decir, la situación de quienes viven con ingresos por debajo de un umbral considerado mínimo para satisfacer sus necesidades básicas.
Pobreza absoluta
Este enfoque establece una línea de pobreza fija, como los 2,15 dólares por persona al día (en precios internacionales de 2017) definidos por el Banco Mundial para identificar la pobreza extrema. Este umbral, aunque útil para comparaciones globales, ha sido criticado por ser demasiado bajo y no tener en cuenta las diferencias de costo de vida o de acceso a servicios.
Pobreza relativa
En los países más ricos, el enfoque suele ser relativo: se considera pobre a quien vive con ingresos inferiores al 60% de la mediana de ingresos nacionales. Este enfoque reconoce que, incluso con un ingreso básico cubierto, no poder participar plenamente en la vida social y económica también es una forma de pobreza.
Ambos enfoques tienen ventajas, pero también limitaciones: reducen la pobreza a una cuestión de dinero, dejando fuera dimensiones clave como el acceso a la salud, la educación, a un empleo digno o a seguridad.
Amartya Sen y la pobreza como privación de capacidades
Uno de los grandes avances en la comprensión de la pobreza vino de la mano del economista y filósofo indio Amartya Sen, premio Nobel de economía en 1998. Su enfoque cambió la forma de entender el problema.
Sen argumentó que la pobreza no debe entenderse solo como falta de ingresos, sino como privación de capacidades fundamentales. Es decir, lo importante no es únicamente cuánto dinero tiene una persona, sino lo que esa persona puede hacer o ser con esos recursos.
Desde esta perspectiva, una persona es pobre si no puede llevar adelante una vida que tenga razones para valorar: estar bien alimentada, tener acceso a atención médica, participar en la vida comunitaria, educarse, desplazarse libremente, vivir sin violencia o discriminación.
Este enfoque de las capacidades es especialmente útil porque reconoce que las personas tienen distintas necesidades (por ejemplo, alguien con discapacidad puede requerir más recursos que otra con la misma renta). Además, valora la libertad como parte esencial del bienestar. Es, por último, un enfoque que sirve de base para poner en marcha políticas públicas orientadas no solo a aumentar ingresos, sino a ampliar oportunidades reales.
Las ideas de Sen han influido profundamente en organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que incorporó esta visión en su Índice de Desarrollo Humano (IDH) y en el diseño de políticas de combate a la pobreza multidimensional.
Pobreza multidimensional: más allá del ingreso
La pobreza multidimensional, tal como la conceptúa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), reconoce que la pobreza no se reduce únicamente a la falta de ingresos, sino que implica múltiples carencias simultáneas que afectan la vida cotidiana de las personas. Estas carencias pueden estar relacionadas con la salud, la educación, las condiciones de vivienda, el acceso a servicios básicos o la nutrición, entre otras.
Para medirla, el PNUD utiliza el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), que considera tres dimensiones clave: salud, educación y nivel de vida, cada una con indicadores específicos. Una persona es considerada pobre multidimensionalmente si está privada en al menos un tercio de estos indicadores.
Este enfoque permite visibilizar formas de pobreza que los indicadores monetarios no captan, y ofrece a los gobiernos una herramienta más precisa para diseñar políticas públicas orientadas a mejorar la calidad de vida de las personas en múltiples aspectos.
Pobreza estructural: la mirada de la sociología
Desde la sociología, se subraya que la pobreza no es solo un estado individual, sino una condición estructural generada por sistemas sociales, económicos y políticos.
Pobreza como exclusión
Aquí aparece el concepto de exclusión social: la pobreza no solo implica carecer de recursos, sino quedar al margen del sistema: del mercado laboral, del sistema educativo, de la ciudadanía plena. Ser pobre es no poder ejercer derechos que otros dan por sentado.
Pobreza crónica y generacional
También se habla de pobreza crónica o intergeneracional: situaciones en las que la pobreza se transmite de padres a hijos debido a factores como el origen social, el territorio o el género. Este enfoque pone el foco en las desigualdades de partida, más que en los resultados.
Pobreza y derechos humanos: una cuestión de dignidad
Desde una perspectiva jurídica y ética, la pobreza se considera una vulneración sistemática de derechos humanos. Quienes viven en pobreza ven negado su derecho a la salud, a la educación, a una vivienda digna, al trabajo decente, a la participación ciudadana.
Organizaciones como la Comisión de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU recuerdan que la pobreza no es un destino inevitable, sino el resultado de decisiones políticas que perpetúan desigualdades.
Esta visión no sólo amplía el diagnóstico, sino que impone una obligación moral y legal a los Estados: combatir la pobreza no es una opción de política pública, sino un compromiso con la dignidad humana.
¿Qué pobreza queremos erradicar?
Hoy, cuando hablamos de «luchar contra la pobreza», debemos preguntarnos:
– ¿Nos referimos solo a subir el ingreso de quienes ganan menos?
– ¿O también a garantizar derechos, acceso a servicios, integración social y oportunidades reales de desarrollo?
La Agenda 2030 de las Naciones Unidas apuesta por una visión amplia: el Objetivo de Desarrollo Sostenible 1 no se limita al objetivo de eliminar la pobreza extrema, sino que se propone «poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo».
Esto implica reconocer que la pobreza es un fenómeno multidimensional, que requiere políticas integrales, coordinadas y sostenidas en el tiempo.
Preguntas para el debate
- ¿Se puede ser pobre aunque se gane dinero?
- ¿Qué aporta el enfoque de capacidades de Amartya Sen frente a las definiciones tradicionales?
- ¿La pobreza es siempre el resultado de decisiones individuales?
- ¿Debe considerarse la pobreza una violación de derechos humanos?
- ¿Por qué es importante adoptar una visión multidimensional de la pobreza?