Monedas complementarias y bancos de tiempo

Frente a un sistema financiero globalizado, que mueve capitales a gran velocidad buscando rentabilidad y acumulación, han surgido en muchas partes del mundo alternativas monetarias orientadas a fomentar los intercambios locales, la cooperación y el apoyo mutuo. Son las llamadas monedas sociales y complementarias, y su objetivo no es competir con el euro o el dólar, sino complementarlos allí donde no llegan o no funcionan bien.

Estas monedas tienen algo en común: se diseñan pensando en las personas, no en los beneficios, y buscan ante todo estimular el intercambio local y reforzar las comunidades.

¿Por qué buscar alternativas al dinero convencional?

El sistema monetario actual tiende a concentrar la riqueza, favorecer la especulación y alejar el dinero del territorio. En cambio, estas alternativas:

  • Fomentan el consumo local.
  • Refuerzan las relaciones de confianza entre personas.
  • Visibilizan y valoran trabajos que el mercado ignora (como los cuidados o la ayuda mutua).
  • Ofrecen resiliencia económica en tiempos de crisis o desempleo.

En contextos de crisis o de baja actividad económica, el dinero escasea y se acumula allí donde más poder hay. Muchos sectores quedan sin financiación ni liquidez, a pesar de tener capacidades y necesidades que podrían satisfacerse mutuamente.

Aquí entra en juego una idea clave: la velocidad de circulación del dinero.

  • En términos simples, esta velocidad mide cuántas veces se intercambia una unidad monetaria en un período de tiempo.
  • Cuando el dinero se usa activamente como medio de intercambio, se multiplica su efecto sobre la economía: dinamiza comercios, servicios, empleo.
  • En cambio, cuando se retiene como reserva de valor, el dinero deja de circular, se estanca, y desacelera la economía real.

Esto es especialmente problemático en entornos locales donde lo importante no es acumular riqueza, sino mantener viva la red de intercambios. Por eso, muchas monedas sociales incorporan diseños que favorecen la circulación y desincentivan la acumulación.

En este sentido, una de las innovaciones más interesantes que adoptan algunas monedas sociales es el llamado interés negativo o demarraje (también conocido como oxidación del dinero).

Este mecanismo penaliza el almacenamiento prolongado de dinero: con el tiempo, una pequeña parte del saldo se va perdiendo si no se utiliza. El objetivo es sencillo: incentivar el intercambio y evitar que la moneda se use como reserva.

Esta idea no es nueva. Ya fue planteada por economistas como Silvio Gesell a principios del siglo XX, y aplicada en experiencias como la del pueblo austríaco de Wörgl en los años 30, donde una moneda local oxidada permitió reactivar la economía en plena crisis.

Monedas sociales y complementarias: ¿cómo funcionan?

Las monedas sociales son sistemas de intercambio creados por comunidades para facilitar transacciones dentro de un territorio o red. No tienen valor legal, pero sí valor de uso entre quienes las aceptan. Son acuerdos colectivos de confianza, donde el dinero no acumula poder, sino que circula. Muchas integran principios de sostenibilidad, justicia social, consumo responsable y apoyo a iniciativas locales.

En España y en otros países europeos han surgido decenas de experiencias de monedas sociales, tanto físicas como digitales. Algunas están impulsadas por colectivos ciudadanos, otras por ayuntamientos, redes de consumo o cooperativas.

  • Eusko (País Vasco francés): una de las monedas locales más exitosas de Europa, con más de 4.000 usuarios y cientos de comercios adheridos. Estimula el comercio local y la transición ecológica.
  • Chiemgauer (Alemania): con sistema de circulación incentivada (pierde valor si no se usa).
  • Bico (Galicia): usada para favorecer el consumo de productos locales, especialmente en el ámbito rural.
  • Moneda REC (Barcelona): promovida por el Ayuntamiento como parte de un plan de inclusión y dinamización económica.
  • Puma (Sevilla) o Zoquito (Jerez): monedas gestionadas desde redes comunitarias con objetivos de economía solidaria.

Casos de éxito: WIR (Suiza) y SARDEX (Italia)

WIR y SARDEX son dos sistemas de intercambio mutuo que operan como una red de empresas que acuerdan intercambiar bienes y servicios entre sí sin necesidad de usar dinero oficial (como francos suizos o euros). En lugar de pagar en efectivo, los intercambios entre las empresas que usan el sistema se registran como débitos y créditos en una unidad de cuenta interna, gestionada por la red. Esa unidad puede llamarse WIR, Sardex u otro nombre según el sistema.

WIR (Suiza) fue fundado en 1934, es uno de los sistemas más antiguos. Más de 60.000 pymes suizas lo utilizan para operaciones complementarias, especialmente en tiempos de crisis o baja liquidez. Opera en una unidad llamada WIR, que equivale a un franco suizo.

Sardex (Italia): nace en Cerdeña tras la crisis de 2008, y se ha expandido a otras regiones italianas. Usa una moneda digital equivalente al euro. Las empresas participantes ganan visibilidad y acceden a clientes dentro de la red, además de liquidez sin depender de bancos.

¿Cómo funciona en la práctica?

  1. Una empresa A le presta un servicio o vende un producto a una empresa B.
  2. B no le paga con dinero, sino que queda registrada una deuda en la red.
  3. A recibe el equivalente en créditos (WIR, Sardex, etc.), que puede usar para comprar a otra empresa de la red.
  4. Así, el valor circula dentro de la red sin salir al sistema financiero convencional.

¿Por qué funcionan?

  • Confianza recíproca: los miembros se comprometen a aceptar la moneda interna.
  • Liquidez alternativa: no se necesita financiación externa para operar.
  • Red cerrada y regulada: hay reglas claras para evitar el desequilibrio entre miembros (por ejemplo, límites de deuda o saldo negativo).
  • Impulso al consumo local: fomenta que el valor generado se quede en el territorio.

¿Qué es un banco de tiempo?

Un banco de tiempo es una red donde la unidad de valor es el tiempo, no el dinero. Una hora de atención, cuidado, reparación o enseñanza vale exactamente eso: una hora.

Esto permite:

  • Valorar todos los trabajos por igual.
  • Fortalecer el tejido social.
  • Reconocer el valor de los cuidados y de los saberes informales.

Es una forma de moneda relacional, donde la confianza, la reciprocidad y la comunidad están por encima de la acumulación.

¿Y qué pasa con las criptomonedas? ¿Son lo mismo?

A menudo se mete en el mismo saco a las criptomonedas (como Bitcoin o Ethereum) y a las monedas sociales. Ambas rompen con el sistema financiero tradicional, pero sus lógicas, objetivos y gobernanzas son muy distintas.

CriptomonedasMonedas sociales/complementarias
OrigenRedes tecnológicas descentralizadasRedes comunitarias o locales
Objetivo principalDescentralizar y proteger valor (a veces especular)Reforzar economías locales y solidarias
VolatilidadAlta (precio inestable)Muy baja (valor estable o fijo)
GobernanzaAlgorítmica, global, privadaDemocrática, cooperativa, vecinal
IntermediariosNo requiere bancos, usa blockchainNo requiere bancos, usa acuerdos sociales
Dimensión éticaAmbigua, depende del proyectoCentral: economía del bien común

Las criptomonedas nacen como respuesta al sistema bancario global, especialmente tras la crisis de 2008, y su objetivo es construir un dinero descentralizado, programable y resistente al control estatal. Pero también han servido como vehículo de especulación, y muchas de ellas replican desigualdades, consumen gran energía o carecen de anclaje territorial.

En cambio, las monedas sociales no buscan autonomía tecnológica, sino autonomía comunitaria. No prometen libertad abstracta, sino interdependencia concreta.

El papel de las criptomonedas en el auge de las CBDC

Paradójicamente, las criptomonedas han tenido un impacto indirecto muy poderoso: han empujado a los bancos centrales a crear sus propias monedas digitales oficiales (CBDC).
El miedo a perder el control sobre la política monetaria o los sistemas de pago ha llevado al BCE, al Banco Central de China o a la Reserva Federal a desarrollar monedas digitales públicas, más estables, reguladas y respaldadas por el Estado.

En ese sentido, las criptomonedas funcionaron como catalizadores: rompieron el monopolio mental del dinero estatal, pero provocaron una reacción institucional que podría abrir nuevas posibilidades… o reforzar el control centralizado, según cómo se diseñen las CBDC.

¿Qué aportan estas experiencias?

  1. Visibilizan y valorizan economías invisibilizadas por el sistema financiero dominante.
  2. Fomentan la circulación local del valor, en lugar de su fuga hacia grandes cadenas o plataformas globales.
  3. Conectan a las personas en redes de confianza, fortaleciendo el tejido social.
  4. Permiten experimentar formas de economía más justas, participativas y sostenibles.
  5. Ayudan a comprender el funcionamiento del dinero, su función social y sus límites.

¿Qué desafíos enfrentan?

El éxito y la consolidación de estas iniciativas dependen del compromiso de las personas, de la confianza mutua y de políticas públicas que las respalden o al menos no las obstaculicen. Deben superar muchos inconvenientes:

  • Escala limitada: muchas de estas monedas operan en circuitos pequeños y tienen problemas para consolidarse.
  • Reconocimiento legal y fiscal: su estatus es ambiguo y puede generar dificultades administrativas.
  • Falta de apoyo institucional: aunque algunas reciben respaldo local, en general no existen políticas nacionales que favorezcan su desarrollo.
  • Sostenibilidad a largo plazo: requieren coordinación, confianza y esfuerzo comunitario constante.

En cualquier caso, son útiles no solo en tiempos de crisis, sino como forma de repensar el valor, el consumo y las relaciones sociales.

Conclusión: múltiples monedas para múltiples necesidades

El euro y el dólar no bastan para todas las relaciones económicas. En un mundo desigual, especulativo y centrado en el beneficio, las monedas sociales, complementarias y los bancos de tiempo abren espacios de autonomía, comunidad y resiliencia.
Y en un mundo de alta tecnología y criptomonedas, nos recuerdan que el dinero no necesita ser complejo para ser transformador.

El dinero no es solo un medio de pago: es un instrumento social. Y puede diseñarse para favorecer distintas lógicas: la acumulación o el intercambio, la competencia o la colaboración, la especulación o el bienestar común.

Lo importante no es solo quién emite el dinero, sino para qué y para quién circula.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué ventajas aportan las monedas locales frente al dinero convencional?
  2. ¿Cómo influyen en la economía real la velocidad de circulación y el interés negativo?
  3. ¿Pueden estas monedas contribuir a un desarrollo más justo y sostenible?
  4. ¿Qué dificultades enfrentan para su expansión o reconocimiento institucional?
  5. ¿Qué papel pueden tener en tiempos de crisis o escasez de liquidez?
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